La profundidad de la crisis social y económica es evidente. En una buena medida se puede hacer referencia a situaciones previsibles. Los índices de desempleo, pobreza y endeudamiento, entre otros, ubican las variables de la economía en posiciones muy complejas. La pandemia, más allá de los efectos sanitarios, dejó una secuela muy particular y cuesta desentrañarla. Llevará mucho tiempo hacerlo. Una buena parte de estos fenómenos tiene carácter universal, o por lo menos es posible señalar que todo Occidente naufraga en aguas turbulentas. Claro que golpea distinto según las latitudes, y según la situación previa al 2020. Argentina ya estaba en un momento muy difícil antes de la aparición de la COVID-19. Es notorio que la conjunción de todos estos elementos plantea problemas serios para todos. Mucho más para quienes han asumido la caliente responsabilidad de tomar decisiones.
Las sociedades afrontan procesos de fuerte horizontalidad. Las relaciones claramente se establecen de un modo muy diferente al modo imperante hace veinte, o quizá diez años atrás. Los liderazgos se ejercen e influyen de otro modo. La “bajada de línea” ha desaparecido en las relaciones humanas. La información fluye en medios de transmisión y de resolución instantáneos. Abunda la información. Brota de las más diversas fuentes y gana o pierde credibilidad de un modo absolutamente imprevisible. Esa abundancia abarca e incluye de un modo preferencial a quienes detentan el poder y la capacidad de decisión. Quienes detentan poder quedan exhibidos de un modo elocuente. Si las situaciones descriptas provocan un particular enojo social, la búsqueda de una salida a tanta frustración resulta notoria. Es mucho el cuidado y la prudencia que los funcionarios públicos deben mostrar a la consideración general. No hay margen ni para privilegios, ni para deslices. Hay que asumir las responsabilidades que le caben a cada uno. Hay que poner muchísima atención para reconocer los problemas, descubrir las áreas de interés y generar soluciones lo más eficaces que resulte posible. Casi que se perdonan más los errores de ejecución que las incalificables “distracciones”. Hay que ocuparse de las cuestiones que la sociedad demanda de un modo urgente y apremiante. Otra cosa es esquivar un compromiso ineludible.
En este duro contexto llama mucho la atención que muchos dirigentes políticos nacionales y, por qué no, locales entiendan que existe margen para dirimir, justamente en esta instancia, sus diferencias menores. Destinan un recurso tan valioso como es su tiempo en internas que no tienen explicación posible. Viven manifestando diferencias de forma, incluso con sus propios compañeros de ruta. Quedan expuestos de un modo increíble a la mirada incrédula de quienes debieran ser beneficiarios de su cotidiana labor. Su propio discurso devela diferencias con sus pares, recelos por nimiedades, ambiciones insatisfechas y pretensiones que, dado todo lo expuesto, resultan por lo menos inoportunos. Cierto es que seguramente para algunas de sus pretensiones costará encontrar oportunidad. Y esto sucede arriba, abajo y en el medio. En las grandes ciudades y en espacios mucho menos concurridos. En los niveles más encumbrados y en los estamentos menos relucientes. No se alcanza a comprender bajo qué criterios o con qué mirada se está asumiendo una realidad tan dura. El compromiso con la sociedad debe ser honrado y respetado. Algunas conductas no encuentran justificación. Y si, por un momento, algunos personajes sospechan que no son advertidos o que saldrán ilesos de semejantes actitudes cometen un severo error. Hay mucho que hacer. Hay que trabajar en serio. Hay que comprometerse en los cuerpos legislativos de la provincia y de las ciudades, en los cargos políticos, en los cargos del Poder Ejecutivo,en la Justicia, en todas las organizaciones. Es el momento de dar respuestas contundentes y no de exacerbar diferencias incomprensibles. Cada vez que se esté por criticar o descalificar a alguien hay que considerar que se está cometiendo un severo error. La ciudadanía los ve y les pide a gritos que, por favor, dejen de pelearse y de perder instancias tan valiosas dirimiendo internas de cuarta categoría.


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