18°SAN LUIS - Domingo 28 de Abril de 2024

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Bajo el formato de los mejores deseos

Por redacción
| 31 de diciembre de 2023

En el último editorial de 2022 apelábamos a un estupendo sociólogo, que bien describía la realidad imperante. Escribió el francés Francois Dubet en su libro “La época de las pasiones tristes”, publicado por siglo veintiuno editores: “…Vivimos en un tiempo de pasiones tristes. Emociones como la ira, la in[1]dignación y el resentimiento atraviesan las redes sociales y la opinión de los panelistas televisivos. Ese enojo toma la forma de la denuncia o la catarsis por un orden que se siente injusto, y suele encarnizarse con los que reciben asistencia del Estado (¡todos inútiles!), pero también con los políticos y las élites (¡todos corruptos!). Acá y allá, un lenguaje paranoico acusa a los pobres, los in[1]migrantes y los desempleados por no esforzarse lo suficiente, a las finanzas por hacer negocios a costa de las economías nacionales y a estas por no abrirse a la globalización, a los gobiernos por desmantelar las políticas sociales o, al contrario, por abusar de ellas demagógicamente. Cada uno tiene razones para sentirse abandonado, amenazado y para sospechar que el otro —cualquier otro— recibe ventajas indebidas…

 

…La distancia entre las pruebas individuales y las apuestas colectivas abre las puertas al resentimiento, las frustraciones, a veces el odio a los demás, para evitar el desprecio de uno mismo. Genera raptos de indignación, pero por el momento, estas indignaciones no se transforman en movimientos sociales, programas políticos ni lecturas razonadas de la vida social. La experiencia de las desigualdades alimenta a los partidos y movimientos, que a falta de algo mejor, calificamos de 'populistas'. Estos, en su esfuerzo por superar la dispersión de las desigualdades, oponen al pueblo a las élites (…) y establecen una economía moral en la cual el rechazo de los otros y la indignación devuelven al ciudadano desdichado su valor y su dignidad…”.

 

Palabras premonitorias y absolutamente vigentes. La sociedad aparece ganada por un ansia de revanchismo, por un odio y por un enojo absolutamente inconducentes. Bajo estos designios es muy difícil razonar y obrar con alguna lucidez que permita alcanzar objetivos superadores. Si el objetivo es despedazar al otro bajo todas las formas posibles, el progreso queda relegado y costará encontrar signos de alguna mejoría. Están enoja[1]dos los que gobiernan, y eso es grave y peligroso.

 

Hay responsabilidades que no pueden afrontarse embriagado de cólera y resentimiento. Este fin de año, estos momentos de efímero detenimiento deberían servir para posarse y reflexionar. La responsabilidad y el respeto deben ganar terreno. Cierto es que el mal clima está instalado en altos niveles de decisión y en muchas postales del paisaje cotidiano. Pero las obligaciones son distintas, el compromiso es diferente.

 

Debería imperar otro respeto. Respeto en lo individual y en lo colectivo. Respeto como sinónimo de consideración, como forma de relacionarse con otros de un modo prudente y conciliador. Respeto como aceptación de otros criterios, otras miradas diferentes a la propia. Otro valor interesante para compartir podría ser la humildad. Resultaría muy útil el abandono de cierta soberbia concebida a partir de creencias erróneas acerca de capacidades y posibilidades. Ni el respeto ni la humildad son obstáculos para hacer lo que se debe hacer. Por el contrario, contribuyen a hacerlo.

 

A nuestros queridos lectores, los mejores deseos para el 2024. Vale la pena seguir transitando jun[1]tos estos momentos difíciles, pero a la vez apasionantes. Cabe seguir contribuyendo con quienes tienen serios problemas para satisfacer sus necesidades más elementales. Llegue entonces este intento de más respeto y más humildad. Que lo que no se logró en 2023 se alcance en el próximo año.

 

Que una sociedad más justa y equitativa cobije los sueños de las mujeres y los hombres de esta tierra, que ojalá logren alcanzar su realización individual y colectiva.

 

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