Un reporte de la red académica europea World Weather Attribution indicó que el cambio climático probablemente duplicó las lluvias e inundaciones que castigaron en abril y mayo el sur de Brasil, y dejaron al menos 154 muertos, 98 desaparecidos y 618.000 personas sin vivienda.
El fenómeno meteorológico El Niño, de vientos cálidos estacionales sobre el Pacífico ecuatorial, que altera los regímenes de lluvias y sequías en distintas regiones del mundo, muy probablemente intensificó las precipitaciones, dijo la red.
Adicionalmente, fallas en la infraestructura de Porto Alegre y otras ciudades del estado de Rio Grande do Sul, en el extremo sur brasilero, empeoraron los daños.
En total unos 2,3 millones de personas fueron directamente afectadas por intensas lluvias entre el 26 de abril y el 5 de mayo en Rio Grande do Sul (282.000 kilómetros cuadrados, 11 millones de habitantes) y que castigaron al 90% del estado, con perjuicios a sistemas y servicios como vías de comunicación y tendidos eléctricos.
Según los académicos, lluvias tan fuertes conformaron un evento sumamente raro, que con el clima actual, con 1,2 grados centígrados sobre los niveles preindustriales, solo habría de ocurrir cada 100 o 200 años.
Pero sin el efecto de la quema de combustibles fósiles, grandes responsables de la emisión de gases de efecto invernadero y con ello del calentamiento global, eventos como esas grandes y catastróficas lluvias serían aún más escasos, indicó la red.
Los investigadores estimaron que el cambio climático hizo que el evento fuera más del doble de probable entre seis y nueve por ciento más intenso.
Y remarcaron una vez más que, a medida que aumente el calentamiento planetario, estos fenómenos serán más frecuentes y destructivos.
Si el mundo continúa quemando combustibles fósiles y las temperaturas globales aumentan dos grados Celsius en comparación con la época preindustrial —sucederá dentro de 20 a 30 años a menos que las emisiones se detengan rápidamente—, lluvias similares serán dos veces más probables que hoy.
Los analistas también confirmaron que El Niño jugó un papel en el evento, similar al cambio climático. Estimaron que aumentó la probabilidad de que ocurriese entre dos y cinco veces, e hizo que las precipitaciones fueran entre el 3% y el 10% más intensas.
En tercer lugar, el análisis también concluyó que gran parte del daño fue causado por la falla de sistemas críticos.
Si bien Rio Grande do Sul a menudo es percibida como una región acomodada, todavía tiene importantes bolsas de pobreza y marginalidad.
Los bajos ingresos han sido identificados como un importante factor de impacto de las inundaciones. Asentamientos informales, aldeas de pueblos originarios y quilombolas (descendientes de africanos esclavizados) fueron gravemente afectadas.
La falta de una inundación extrema y significativa en Porto Alegre, hasta hace poco, llevó a una reducción de la inversión y mantenimiento de su sistema de protección contra inundaciones.
Eso, sumado a la naturaleza extrema del evento, contribuyó a los impactos significativos de la inundación y señala la necesidad de evaluar objetivamente el riesgo y fortalecer la infraestructura contra inundaciones, para superar esta y futuras inundaciones, incluso más extremas.
También observaron que si bien existen leyes de protección ambiental en Brasil para proteger las vías fluviales de la construcción y limitar los cambios en el uso de la tierra, no son aplicadas ni se hacen cumplir de manera consistente, lo que lleva a invasión de tierras propensas a inundaciones y aumenta la exposición a riesgos.
El informe concluye que “el clima en Brasil ya cambió. Las actividades humanas han contribuido a una mayor intensidad, y restaurar los ecosistemas naturales para amortiguar el impacto de las fuertes lluvias son formas en que los gobiernos pueden evitar las muertes humanas y limitar los daños”. El clima ya cambió.


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