El difícil arte de hacer reír
Cinco alumnos de una escuela de comedia musical siguen con su gira graciosa por los bares de la ciudad. Ahora llegaron a Casa Mollo.
Referente ineludible del stand up provincial, Adriana Durigutti siente que le llegó el momento dejar algo de lo que aprendió a otros humoristas. Con esa intención preparó a un grupo de artistas pertenecientes a la “Escuela de Comedia Musical Valeria Lynch” a los que de a poco va soltando en el difícil paso de enfrentar al público.
El miércoles en Casa Mollo se realizó el tercer experimento de monólogos en bares de San Luis –tras su paso por La ferroviaria y Gran reserva- por parte de los aprendices, quienes demostraron diferentes estilos y muchas ganas de mostrar sus capacidades para hacer reír. “Hacer humor es moooooy difícil”, dijo Adriana en el breve momento en que ofició de maestra de ceremonia.
Seguramente esa frase fue escuchada varias veces en las clases por los alumnos que, sin embargo, tomaron la decisión de subirse a los escenarios para encarar la loable tarea de robarle una sonrisa al público.
Así, Renato Franzi –encargado siempre de romper el hielo- basó su presentación en las vicisitudes de su vida personal que incluyen divorcio y psicoanálisis y consiguió empatizar con el público, que colmó todas las mesas del lugar.
El segundo de la lista de cinco fue Osvaldo Daniel, un artista que brindó un interesantísimo monólogo sobre la identidad, con mucho espacio para la reflexión, que comenzó con una interacción con el público que obtuvo buenos resultados: “¿Cuántos de los que están acá se sienten identificados con su nombre?”.
El paso de Daniela Carbonel fue posiblemente el más ajustado a los parámetros del stand up. Muy graciosa, la joven aprovechó su fecha de nacimiento (el 24 de diciembre) para hacer una perorata sobre su odio a la Navidad en una presentación que incluyó comentarios políticos y cotidianos: “No sé si a ustedes les pasa pero tengo en el home banking los mismos 3.200 pesos que el 27 de diciembre”.
Luego de un breve intervalo, el encargado de subir al escenario fue Facundo, un joven de camisa hawaiana que pidió ser llamado solo por su nombre y que contó que se dedicó el stand up como una manera de suplir sus necesidades artísticas y de encarar el lado sarcástico de las cosas.
Finalmente, María de los Ángeles Pipitone –a quienes todos saludaron como “La Pipi”- hizo lo suyo para redondear una noche donde el humor, la buena comida y las risas se conjugaron bajo un cielo apacible.


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