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Detuvieron a otro policía por balear a un joven en la cara

Por redacción
| 26 de febrero de 2014

El inspector Matías Balada sabía que sólo era cuestión de tiempo, dijo ayer su abogada, Karina Mantelli. Más temprano o más tarde iban a detenerlo por el balazo que él o su camarada, el inspector Jorge Alejandro Chavero, le pegó en la cara con una escopeta itaka a Leandro Daniel Bustos, en el barrio Jardín del Sur. La jueza Virginia Palacios firmó el lunes al mediodía la orden de arrestarlo. A las once de la noche, los oficiales del Departamento Judicial le informaron que ya lo habían privado de la libertad.

 

"Balada no quiere declarar. Se ajusta a lo que le aconseja su defensa"


Ayer a las dos menos cuarto de la tarde llevaron al policía al juzgado para que declarara. Iba esposado y encapuchado. Se abstuvo. Su defensora dijo que el oficial de 31 años está con el ánimo por el piso. No quiso declarar pese a que su compañero y otras pruebas indican que él sería el autor del disparo que dejó ciego a Bustos.

 


El silencio que había mantenido el inspector Chavero, preso desde el día de la agresión, el lunes 28 de octubre del año pasado, le había servido más a Balada que a él mismo.

 


Apenas unos minutos después del ataque, cometido a las cuatro y media de la madrugada, cuando rindieron cuentas ante sus superiores Chavero y Balada dieron un informe en el que no había fisuras. Al menos en cuanto a quién había apretado el gatillo contra Bustos. Dijeron que había sido Chavero.

 


No obstante, el supuesto autor material no declaró ante la jueza Palacios cuando le dieron la oportunidad de defenderse en una indagatoria, dos días después.

 

Para entonces Chavero se había desengañado. Ya sabía que las lesiones causadas a Bustos no eran insignificantes, como habrían supuesto al principio los policías involucrados: los perdigones de goma le habían dado de lleno en el rostro al hombre de 27 años, empleado de una fábrica y padre de tres chicos, y le habían hecho estallar los dos globos oculares.

 


Las secuelas para la víctima no se limitaban a la ceguera. El mismo 28 a la noche lo derivaron a Villa Mercedes y de ahí, al Hospital Nacional de Clínicas, en Córdoba. Cayó en coma a poco de llegar y los médicos no podían sacarlo de ese estado. “Mi hijo está al filo de la muerte”, afirmó entonces el padre de Leandro, Daniel Alejandrino Bustos.

 


Pese a saber que la acusación en su contra podía agravarse, Chavero siguió callado.

 


El 1º de noviembre la jueza Palacios lo procesó por “Lesiones gravísimas, calificadas por el uso de arma de fuego y por su condición de policía, en abuso de su función”. Pero no lo llevaron a la Penitenciaría. Por ser un oficial de seguridad, cumplió la prisión preventiva en el cuartel central de los bomberos de la Policía, en el Aeropuerto San Luis.

 


Bustos nunca se recuperó. El viernes 29 de noviembre murió en Córdoba. La causa directa de su muerte no fue el disparo policial, según el certificado de defunción, sino un virus contraído dentro del hospital.

 


Al día siguiente, la jueza Palacios ordenó que trasladaran a Chavero al Penal, para que continuara allí su prisión preventiva. Y el martes 3 de diciembre, la Cámara del Crimen Nº 1 confirmó el encarcelamiento del policía.

 


Recién entonces Chavero se decidió a hablar. Pidió declarar ante la jueza y aseguró que él no había tirado contra Bustos, que el que había accionado la escopeta era su compañero.

 


Balada tenía un legajo salpicado de sanciones por otros hechos y si le sumaba el disparo efectuado en un procedimiento irregular –Bustos estaba desarmado, asomado a una puerta de su casa–, se complicaba su futuro dentro de la fuerza. Por eso le pidió a él, que tenía una foja de servicio limpia, que se hiciera cargo, dijo Chavero.

 


El inspector Balada –pasado a disponibilidad en la Policía, lo mismo que Chavero, desde ese día– tenía la oportunidad de desmentirlo ayer. Pero no lo hizo.

 


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