En aquellos días no había whassapp, ni teléfono celular, ni correo electrónico, sin embargo sucedió una historia de amor que aun se escribe en la calle San Juan de San Luis.
Este 22 de marzo cumplen sus bodas de oro Carlos Demetrio Miranda y Leila Adelina Astudillo, quienes se conocieron en los tiempos en el que la calle Belgrano era de tierra. Carlos trabajaba en la panadería Cabrera, propiedad de un tío, ubicada en Maipú y Pedernera.
Leila comenzó a recordar cómo conoció a Carlos, el compañero de su vida. Un día que él golpeó la puerta de su casa para buscar a sus hermanos –“Ahí la vi” interrumpió Carlos con una mirada pícara -y ella pausó un segundo el relato para mirarlo y sonreírle “En esos tiempos le decía muchos piropos lindos”, remató ganador desde una esquina de la mesa mientras la miraba de reojo a su amor.
En aquella época eran pocas casas las que había en el barrio, las calles eran de tierra, los niños podían jugar tranquilos, habían quintas, no había asfalto, mi mamá tenía una huerta con choclos y lo que más extrañan de aquellos años es la tranquilidad.
Ella retomó, mientras sus nietos la escuchaban hablar de los años de su juventud. “En esas noches nos juntábamos a conocernos mejor en lo que era el Hotel de Turismo- hoy Dos Venados- en esos tronquitos que había en la esquina nos sentábamos horas a charlar. A mi papá mucho no le gustaba y me controlaba bastante”. Y en esos largos ratos se hicieron novios y casi dos años después decidieron casarse.
Y así fue que hace 50 años, un 22 de marzo, el padre Coscarelli en la iglesia del Carmen los unió: Carlos tenía 22 años y ella 24.
La gran fiesta fue en la casa de Rufino Baigorria y Livia Astudillo, en donde los novios fueron agasajados antes de partir rumbo a San Francisco a su luna de miel.
Pronto llegaron las hijas Silvia Susana y Estela Fátima a alegrar los días de la pareja, que luego de mucho trabajo inauguró su propia panadería, “Santa Rita”, en donde hoy trabajan los dos con mucho entusiasmo todos los días.
Contó doña Leila que en estos años de matrimonio pasaron muchas cosas juntos, criaron las hijas que formaron sus propias familias, luego la alegría fue mayor cuando se fueron sumando los nueve nietos que cada uno les robó una sonrisa y mil anécdotas por contar.
Los nietos también crecieron y algunos formaron sus parejas y por estos días tienen ya seis biznietos.
Don Carlos se tomó su tiempo antes de responder que la clave para lograr un matrimonio feliz y de tantos años es la de quererse. “No todo es color de rosa, la clave es amarse mucho, hemos tenido problemas como cualquier matrimonio, pero hay que ponerle mucho amor”.
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