"El Papa me escuchó y bendijo a todos los padres de San Luis"

“Les traigo la bendición a todos los papás de la tragedia de Zanjitas, a todos los de San Luis en realidad, porque le pedí a Francisco que rezara por nosotros", expresó Alejandra Manucha, madre de Daira Mariani, una de las seis niñas del colegio “Santa María” fallecidas en Zanjitas, en el choque de un tren de carga con el colectivo que las transportaba. El 30 de abril esta mamá viajó a la Santa Sede en busca de consuelo y cumplió uno de los sueños de su hija: conocer París. Luego de un mes en Europa arribó a San Luis después de casi dos días de transbordos, salió la mañana del sábado de Mallorca (España), y a su regreso dialogó con El Diario de la República.
El Vaticano es un pequeño país al que llegan todos los días visitantes de los más lejanos puntos del mundo, con religiones y culturas diferentes. Alejandra contó que por un momento llegó a desesperarse al pensar que no encontraría a la persona que la esperaba. “Había tanta gente que me sentía como llevada por la corriente, monjas, curas, madres con niños enfermos, eran miles y yo una más entre ellos. Cuando me nombraron y vi que estaba en la lista especial no lo pude creer, lo tenía al Papa a tres metros de distancia”.
Abajo, los fieles saludan con sus manos y banderas en alto. Alejandra no pudo contener la emoción. Lloró desde que ingresó al recinto y vio llegar al Papa, hasta que regresó al hotel.  “Llevaba conmigo las fotos de las nenas y de las dos docentes fallecidas el 2 de noviembre de 2011, fue por ellas que viajé. Después de una hermosa y reflexiva misa en la que llamó a aferrarnos a la fe, me acerqué a él, me miró y escuchó lo que le pedí, me habló y me hizo la señal de la cruz en la frente y bendijo a cada padre de San Luis”. La cara de dolor del Sumo Pontífice quedó inscripta en la memoria de la mujer. “Le conté todo y él me acariciaba como si fuera mi papá, me transmitía mucha paz, me tiritaban las piernas de la emoción. No lo abracé por miedo a faltarle el respeto”, confesó. La charla duró más de diez minutos y varias personas se acercaron a consolarla. Además de la carta que Alejandra le dejó a Francisco, en la que le relata cómo está el caso judicial, otros dos mensajes llegaron a sus manos, fueron los de las mamás de Salomé y de Luz María, dos de las ocho víctimas fatales de Zanjitas. “Sé que las va a leer”, afirmó confiada y destacó que “la figura espiritual más importante del mundo” rechazó con humildad los saludos protocolares de los obispos.
A Alejandra le tomó dos años contactarse con el Vaticano y pedir una audiencia por su cuenta, antes intentó hacerlo por medio de la Iglesia puntana, pero no tuvo éxito. “Fue un mes lo que estuve allá (por Europa). Me quedaba en Mallorca con una familia y después en la cadena de hoteles Ibis, hubo días que no comí y otros que sí, trataba de economizar”.
La ciudad luz
Un motivo especial fue lo que llevó a esta viajera solitaria a hacer su paso por Francia. “Conocer París era el sueño de Dairita, siempre hacía dibujos de la torre y de ella con corona. Una de las últimas noches antes del accidente le pidió al padre que le compre la película ´Medianoche en París´, así que la vimos juntas. Entonces me dije: el día que vaya a Europa, aunque sea un día, voy a ir a París y lo logré”, recordó con la voz quebrada.
En el metro le robaron el mapa que el personal del hotel le dio con las indicaciones de adónde volver y cuáles eran las conexiones que debía tomar. “No recordaba nada, excepto el nombre del lugar en el que me hospedaba. Me tuve que tomar un taxi, manejaba un africano que más o menos hablaba español, así que le dije que me llevara al Ibis. Como las cuadras son circulares me terminó cobrando cincuenta euros, pero por fin llegué a la vuelta de la Rue Lafayette (calle reconocida por ser retratada por el artista Edvard Munch)”.
Alejandra recordó orgullosa que tiene más de treinta fotografías con la torre Eiffel junto a la imagen de su hija y que para conseguirlas estuvo bajo el ícono de la ciudad luz todo un día hasta el anochecer.
Impresiones
Algunos sitios sorprendieron a Alejandra. Con el italiano se llevó “bastante bien”, pero el francés le resultó un obstáculo que tuvo que sortear. “Por Roma andaba confiada, sé el idioma por mis nonos, así que si me desorientaba, preguntaba. Es una ciudad en la que todos andan en moto”. En Francia se perdió dos veces, pero indicó que a pesar de andar sola, no le pasó nada.
Lo que más destacó fue el uso comunal de medios alternativos de transporte en todo el viejo continente, como las bicicletas que se retiran en un puesto, se usan por el día y luego hay que devolver, sin costo alguno.
"Lo que viví fue muy emocionante, aunque cambiaría todo porque mi hija estuviera, pero bueno sé que de alguna manera ella está”, concluyó Alejandra.