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Un Edén de rosas en el corazón de San Miguel

Por redacción
| 01 de junio de 2014
Lino Romero cultiva dieciséis variedades de rosales.

Son los lotes más coloridos y vistosos del paraje San Miguel, a medio camino entre Quines y Candelaria. En una extensión de unas dos hectáreas, separadas por un canal de irrigación, el productor Lino Romero cultiva dieciséis variedades de rosales en surcos bien diferenciados, con destino a viveros de Mendoza y a su propio vivero "San Nicolás". Lo ayudan su esposa y sus dos hijos.

 

El sistema de cultivo con surcos diferenciados por variedades permite un mejor ordenamiento a la hora de armar los paquetes para la posterior venta de los rosales.


El circuito completo, que dura dos años hasta la maduración del rosal, incluye la injertación, la poda regular, y la recolección final, aunque para la injertación suelen contratar a injertadores de Quines y alrededores. "Los de la zona son muy buenos, te pueden dejar listas 1.500 plantas en un día", aseguró Romero, y dijo que esta codiciada habilidad local fue requerida en las producciones rosaleras de Chile y Uruguay.

 


El ordenado sistema de surcos, diferenciados con carteles por nombre, le permite respetar el pedido exacto de cada comprador, cosa poco habitual en un rubro en el que rige la informalidad. "Cada paquete trae diez plantas de la misma variedad. Así que las plantas no se mezclan", explicó. La venta al por mayor es a raíz desnuda.   

 


Además trabaja con un variado catálogo a disposición de los clientes. La cartera incluye a la Galán, la Leidy, la Super Star, la Bomba matizada (en sus dos colores fucsia fuerte y blanca), la Tinique Crema, la Festivalia (blanca con borde rojo), la Amarilla Fuerte, la Rafaela Naranja, la Resusy (tipo clavel roja suave), la Fuxia, la Vercilia de centro rosado, la Reina de Francia, la Madona, la Lilia Humo, la Witimex Amarilla cobriza, y la Samanta Roja.

 


La explotación todavía es chica, por la distancia que la separa de los grandes centros urbanos como Córdoba, Buenos Aires e incluso la ciudad de San Luis, pero Romero pregona una filosofía casi oriental. "Es mejor ir al tranco y no corriendo", repite, aunque igual confía que con las políticas de promoción adecuadas el paraje San Miguel pueda en algún momento llegar a ser la "segunda capital de la rosa" y tener incluso su propia fiesta oficial.

 


"Es un trabajo diario y constante, no se puede dejar la planta que crezca para donde quiera, y yo soy muy trabajador, como lo fue mi padre", reconoce Romero, aunque cuando no está inclinado sobre las espinas, con las tijeras en la mano, le gusta recitar versos galantes, acorde a su oficio de aire romántico.

 


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