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Enviaron a la cárcel a los dos asaltantes de una heladería

Por redacción
| 24 de enero de 2015
A Sanchez ese día la víctima lo reconoció en la plaza Pringles y lo detuvieron Foto: El Diario

Probablemente Marcelo Sebastián Quevedo y Maximiliano Matías Sánchez, y los abogados de ambos, sabían que lo que tenían para decir sobre el asalto a la heladería “Lomoro”, por el que fueron detenidos, no iba a alcanzar para evitar que la jueza Virginia Palacios los procesara y les dictara la prisión preventiva. Las pruebas en su contra eran irrefutables. Por eso los dos se abstuvieron de declarar cuando tuvieron la oportunidad de defenderse en una indagatoria.

Ayer fueron trasladados a la Penitenciaría provincial. Quevedo, apodado “el Puro”, tiene 30 años, es de San Luis y, de oficio, metalúrgico.

 


Sánchez es de Chimbas, San Juan, y en esta provincia al parecer  no alcanzó a desempeñar ningún trabajo: había llegado una semana antes del asalto a la heladería de Junín 812, cometido el domingo 11 de enero, y pasaba sus días en la calle.

 


Quevedo vuelve a la Penitenciaría, de la que lo habían excarcelado tras cumplir prisión preventiva por participar en un asalto a mano armada en la papelería “Sabino”, de Belgrano y Maipú, el viernes 1º de noviembre de 2013, a las dos y media de la tarde.

 


“En ese caso le dieron la excarcelación porque logramos modificar la acusación, de ‘robo calificado por el uso de arma de fuego’ a ‘robo calificado por el uso de arma cuya aptitud para ser disparada no fue acreditada’. Así, bajó el mínimo para el delito, de cinco años a tres, lo que lo hizo excarcelable”, explicó ayer su abogado, Ricardo Gutiérrez.

Desde que lo liberaron, “el Puro” trabajaba como metalúrgico. De hecho, habría tenido plata en los bolsillos cuando cometió el asalto en “Lomoro”, porque días antes había cobrado el sueldo. Pero el sábado a la noche, además de compartir un asado con compañeros de trabajo, habría ingerido mucho alcohol y pastillas, a las que sería adicto.

Y eso tendría que ver en su decisión de reincidir, cuando ya era casi el mediodía del domingo. En la plaza Pringles u otro lugar cercano a la heladería se reunió con Sánchez y otros hombres que habitualmente pasan sus días en la calle. Y allí habrían concertado asaltar el negocio ubicado casi en la esquina de Colón.

Quevedo y su cómplice no declararon ante la jueza para manifestar su presunta adicción, en un intento por buscar un paliativo para la acusación. Es algo que tal vez sus defensores intenten usar cuando los juzgue la Cámara del Crimen.

Por ahora, deben pasar sus días en la cárcel. La jueza enumeró las pruebas por las cuales no tuvo dudas de que ambos participaron en el atraco.

Sin dudas, con pruebas
En su resolución, Palacios hizo un repaso del asalto, destacó la violencia que Quevedo ejerció sobre la encargada del negocio, Valeria Berardi, y su compañera de trabajo, una chica de apellido González, al amenazarlas con un cuchillo.
Avaló todas las acciones que desplegó la Policía para detener a los imputados y recolectar las pruebas.
Uno de los procedimientos fue la aprehensión de Quevedo en San Martín y Lavalle, minutos después del atraco. El ladrón llevaba en la cintura la funda del cuchillo. Al arma blanca la secuestraron donde él la había tirado, una cuadra antes, en San Martín cerca de Pedernera.
Otra actuación policial que terminó de redondear el esclarecimiento del caso se produjo dos días después, el martes 13. Valeria Berardi iba hacia su trabajo en la heladería cuando vio en la plaza Pringles, cerca de la fuente de San Martín y Junín, a un grupo de hombres. No le costó trabajo reconocer a Sánchez, que tenía puestos la misma campera y el mismo gorro que lucía cuando entró con Quevedo a robarles.
Tenía grabado su rostro porque además de fijársele en las retinas durante el asalto, horas después, en compañía de su patrón, lo había visto en las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de la heladería.
Cuando lo detuvieron, Sánchez tenía consigo el celular robado a la empleada dos días antes.

 


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