SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Unir esfuerzos para producir más y mejor

Por redacción
| 18 de octubre de 2015
Atracción. Son pocos los productores de queso de cabra, porque son animales que dan poca leche. Pero a Francisco Sudiro le gusta el desafío.

La zona del Valle del Conlara es pródiga en emprendimientos relacionados con el agro y con fuerte valor agregado. Familias enteras están involucradas en la fabricación de dulces, licores y quesos artesanales a partir de pequeñas producciones propias y del armado de cooperativas. Pero lo más notable es la capacidad de asociarse que desarrollaron, el crecimiento en conjunto y la organización que les permite seguir unidos a pesar del paso de los años. A continuación se detallan cuatro ejemplos que confirman, por si hiciera falta, que el todo es más importante que las partes.

 

Tras un ideal: la familia Sotgiu siempre estuvo en contacto con la fabricación de leche, porque vienen de San Vicente, un polo tambero de Buenos Aires. Ahora viven más tranquilos.


Cooperativa Agropuntana

 


Catorce mujeres, de tres parajes distintos, decidieron hace ya 12 años que les rendía más exponer juntas sus producciones que andar cada una por su lado. No es sencillo vivir en Bajo de Véliz, Los Chañares y Punta del Agua, porque las distancias y las comunicaciones complican las tareas, sobre todo las de comercialización, y además es complicado cuando la oferta está diseminada y es de difícil acceso.

 


“En 2003 empezamos a charlar sobre la posibilidad de juntarnos y terminamos de armar la cooperativa en 2005 gracias a un plan que se llamaba Profeder, que nos ayudó a capacitarnos y organizarnos mejor”, cuenta Antonia Amaya, quien está a cargo de la presidencia de Agropuntana, un puesto que es rotativo, aunque ella más que nadie lo merece porque es casi una mujer orquesta, que está en todos los detalles, los propios y los de sus compañeras.

 


Todas tienen cabras o vacas, más alguna pequeña huerta que las provee de frutas y hortalizas. Antes había quienes se dedicaban a la apicultura, pero no es un buen momento para la fabricación de miel, así que en estos momentos ofrecen conservas de carne, dulces artesanales y plantas aromáticas. Con el Plan de Inclusión hallaron espacios para trabajar en las rutas, donde los turistas se cuentan por miles.

 


Antonia dice que no siempre la convivencia es sencilla, aunque el objetivo común está por encima de todo y eso las rescató en los momentos más conflictivos. “Empezamos 14 y hoy somos 7, el número fue variando porque acá nadie está obligado a quedarse. Las que deciden hacerlo, deben atenerse a las reglas comunes”, advierte.

 


Todas hacen de todo, pero cada paraje se distingue por algunos productos en especial. En Los Chañares hacen el mejor escabeche de cabra, además cosechan zapallo y le dan diversos usos y hacen ricos licores. En Punta del Agua la marca característica son los alfajores y los dulces; mientras que Bajo de Véliz, por su cercanía con la Villa de Merlo y la gran afluencia de turistas, es el lugar ideal para la comercialización. “Tenemos un puesto en la feria El Guayacán, primero era de madera, ahora logramos levantarlo de material”, agrega Amaya con orgullo. Otro logro que las movilizó fue llegar a Buenos Aires, a la feria Caminos y Sabores de la Rural, donde pudieron mostrar lo que se hace en el noreste puntano.

 


La organización es bastante simple. Las ganancias se distribuyen de manera proporcional al trabajo realizado, las que más se mueven, más cobran. Además, la cooperativa da microcréditos a los socios y todas sienten que se fortaleció su relación con la sociedad. Tienen una ingeniera agrónoma, Carolina Galli, que oficia de coordinadora y les allana ciertos trámites algo engorrosos para ellas, que son gente de campo, con poco roce con todo lo que sea papelerío.

 


“El principal problema para reunirnos es la distancia entre los parajes, pero siempre tratamos los problemas comunes”, cuenta Antonia, quien cree que hay una sola traba que todavía las perjudica para producir más: “La escasez de agua en la zona”. Los envases los compran en Yacanto, Córdoba, y tratan de hacerlo en conjunto con otras organizaciones de la zona, para abaratar costos. La fruta que procesan es toda de la región, por lo que el círculo virtuoso cierra por todos lados.

 


El Tambito de Renca

 


La familia Sotgiu siempre estuvo en contacto con el ambiente lechero. Así era en San Vicente, una cuenca importante de la provincia de Buenos Aires, en una zona que está entre Brandsen y Cañuelas; y también ahora en San Luis, donde llegaron hace 14 años para seguir haciendo lo que saben: exprimir las vacas y fabricar productos lácteos.

 


“Ahora tenemos entre 50 y 60 vacas, por lo que obtenemos alrededor de mil litros de leche por día en nuestro campo ubicado entre Renca y Potrerillos”, cuenta Antonio Sotgiu, el jefe de familia, a quien escoltan Mariela y Estefi, sus hijas, en el puesto que armaron durante tres días en San Juan, en la exposición agraria más grande del país. En total son nueve personas, todas de la misma familia, que explotan el negocio de manera muy artesanal, pero cuidando al máximo la calidad y la sanidad, un punto muy importante cuando se trata de la lechería.

 


A veces hacen crema o manteca, pero el fuerte del tambo es la producción de quesos. Los ofrecen solos o saborizados con ají u orégano. Por el interés de la gente y las ventas, deben ser de primera calidad, algo que corrobora Antonio sin dudar. “Vamos a ferias y además tenemos un puesto de venta en el tambo que anda muy bien. La gente recorre la zona para visitar el dique y las sierras y termina comprando”, asegura. El circuito lo tiene bien aceitado, porque él mismo alimenta a los animales a partir de algunos lotes alquilados en San Pablo, donde cultiva alfalfa y maíz.

 


Antigua Quesería Núñez

 


Francisco Sudiro es un emprendedor con todas las letras. Él no se anda con chiquitas: apostó a la leche de cabra, un producto de difícil extracción y que todavía no entró del todo en el paladar de los argentinos. Sin embargo, la Antigua Quesería Núñez, un emprendimiento que compró con nombre y todo hace tres años, sobresale en la feria y es de los más atractivos para los visitantes, que se quedan un rato largo escuchando las explicaciones que da este hombre flaco y de bigotes sobre las propiedades del producto.

 


“El tambo está en Loma Bola, en Traslasierra, pero pegadito a Piedra Blanca, me siento más puntano que cordobés. Además, vendo en la feria franca de Merlo”, reconoce Franco, quien fabrica quesos de cabra y de vaca, “porque el negocio está muy ajustado, los costos son altos y cuesta que estos bichitos den leche”. Es así nomás, apenas 20 litros diarios puede extraer de su rodeo de raza Saanen, la mejor para este tipo de emprendimientos. Los quesos de vaca los elabora con leche que le compra a un vecino porque él sólo cría cabras.

 


Hace dos meses que parieron sus madres, por lo que ya se destetaron y es un buen momento para producir. Además de quesos, ofrece yogur, queso crema, ricota y algo de dulce de leche. “Este año nacieron 40 cabritos, el tambo viene bastante bien. Yo los alimento con alfalfa y maíz entero, sin suplementos vitamínicos, todo muy sano y orgánico”, advierte.

 


Sus quesos tienen origen europeo, como todos los de cabra. Tiene Neuchatel, fabricado a partir de una receta francesa, un producto refinado y de sabor fuerte; y otro denominado Taleggio, italiano, más adaptado al gusto argentino.

 


Asociación Campesinos del Valle

 


Como tantos otros productores, estas 80 familias de Merlo, Santa Rosa, Concarán y nueve parajes de esa zona, decidieron trabajar en conjunto en la comercialización de sus productos fabricados con el fruto de sus pequeños campos. “Empezamos a unirnos hace 12 años, cuando nos dimos cuenta que la mayoría teníamos problemas con la titularidad de las tierras. Esa lucha desembocó en una asociación de productores independiente. No tenemos subsidios, acá es todo orgánico y comunitario”, planta bandera Nicolasa Godoy, a quien acompaña María Pérez en San Juan, adonde llegaron para exponer y tratar de vender su producción.

 


En el pequeño mostrador se amontonan tarros de miel, botellas de vino casero, otras de tomate triturado, dulces de distintos sabores, pasta frolas, harinas naturistas y hierbas de la zona de los Comechingones, donde está el famoso corredor de las aromáticas, un circuito muy visitado por los turistas, que incluye a San Luis y Córdoba.

 


“Tenemos ideales y tratamos de cumplirlos. Buscamos la soberanía alimentaria, dignificar la vida en el campo, fortalecer la comercialización local y darle valor agregado a los productos que ofrecemos, que tienen mucha variedad”, dice María en la despedida.

 


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