Nueva bodega bajo el sol de Candelaria

Una nueva bodega asoma en el horizonte vitivinícola de San Luis. Por ahora, sólo hay papeles firmados y una enorme ilusión del grupo de socios rosarinos que planea concretar el proyecto en la zona de Candelaria, en un terreno pegado al que tiene otro grupo empresario de esa ciudad santafesina en el cual ya están sacando las primeras botellas de vino tinto bajo el nombre de Finca Candelaria.

No es casual la vecindad: ambos emprendimientos son rosarinos y hay un contacto entre dos de las cabezas de los proyectos, que son primos. Omar Salvañá, de Finca Candelaria, le habló maravillas de San Luis a Héctor López, de su seguridad jurídica, del buen clima que tiene el norte para el desarrollo de las vides y de las posibilidades que brinda un gobierno siempre atento a recibir nuevas inversiones. Las leyes de fomento a la fruticultura y al valor agregado en origen terminaron convenciendo a López de que era posible replicar el proyecto de Finca Candelaria y a partir de allí nació la idea de fundar Viñedo Cuyo Puntano, que ya está en marcha y avanzando a paso firme.

 “Somos primos y tenemos amigos en común en Rosario. Nos gustó la posibilidad de poner un viñedo, observé que lo que prometía el Gobierno lo cumplía y que además todas las empresas que están en su órbita se pusieron enseguida a nuestra disposición para allanarnos el camino”, contó López en una visita a la redacción de la revista El Campo. La primera gran impresión que se llevó de San Luis ocurrió cuando acompañó a Salvañá a recibir un reintegro por la Ley Frutihortícola.

“Fuimos juntos a Sol Puntano y vi cómo recibió el cheque sin intermediarios y lo pudo cobrar enseguida, así se hace todo más fácil para decidir una inversión y arriesgar un capital. En San Luis empezás sumando, mientras que en otras provincias siempre arrancás restando, porque primero te cobran y después te preguntan qué vas a hacer”, agregó el futuro bodeguero.

La idea comenzó a tomar forma hace tres años, cuando Salvañá lo invitó por primera vez a visitar la provincia. “¿En esta tierra puede llegar a salir algo?, le pregunté a mi primo, sin poder creer que eso fuera posible por la aridez, la alta temperatura y el escaso régimen de lluvias”, reconoce el inversor. Dos años después, López recuerda con precisión el día que marcó un antes y un después: “Fue el 30 de setiembre de 2014, cuando Omar preparó un blend que me pareció exquisito. Me sentía como en Breaking Bad, rodeado de tubos de ensayo con vino de prueba. Ahí mismo me dije que tenía que hacer algo para imitar ese camino”.

Si uno pasa ahora por la ruta 79, camino a La Rioja, sólo va a observar un campo virgen, lleno de breas y chañares, típico del norte puntano, generoso en temperaturas altas y no tanto en lluvias. López reconoce que sin la experiencia de Finca Candelaria le hubiera resultado difícil creer que en esas condiciones pudiera desarrollarse un viñedo. Pero su primo y los socios lo lograron en tiempo récord y hoy tienen vides altas y fuertes, que ya comenzaron a dar sus primeros frutos en forma de un vino tinto de gran cuerpo y algo de acidez lógica para el tiempo transcurrido, debido a que todavía son uvas jóvenes las que lo componen.

“Además de las facilidades que nos dio la provincia, encontramos un gran sostén en Fernando Casas, el intendente de Candelaria, quien se preocupó por buscarnos el terreno y acercarnos a los dueños anteriores. Y lo más valioso es que lo hizo gratis, de manera desinteresada, sin buscar un interés político. A él le interesa que Candelaria reciba inversiones que generen trabajo para los vecinos. Para nosotros que venimos de una gran orbe como Rosario nos resultó sorprendente, porque allá tenés que sortear obstáculos burocráticos todo el tiempo”, agregó López, quien estuvo en San Luis acompañado por Andrés Bacolla, uno de los 12 socios que decidieron apostar por el proyecto.

A diferencia de lo que pasó en Finca Candelaria, en la que todos los integrantes del grupo empresario son fanáticos del vino y socios de clubes donde degustan esa bebida, los de Viñedo Cuyo Puntano no tienen esa afición. “Algunos ni siquiera toman vino, no les gusta, se sumaron porque vieron una buena posibilidad de inversión, aunque tienen claro que esto es a largo plazo. Lo bueno es que los que aceptaron es porque les gusta el desafío, otros me dijeron que no estaban dispuestos a esperar tanto o no creyeron en el proyecto, pero los que estamos adentro es porque lo hicimos convencidos”, advierte el rosarino.

El grupo cuenta con algunas ventajas que lo posiciona bien de cara al futuro. Una es que ninguno necesita de la producción de vino para vivir, tienen sus trabajos bien remunerados, hay empresarios, empleados con altos cargos gerenciales y comerciantes.

Y otra es que confían en tener una buena comercialización a partir de los contactos que tiene cada uno en puntos clave del país. “Yo, por ejemplo, me dedico a fabricar cerveza artesanal. Si bien no es el mismo rubro, conozco a dueños de bares y restoranes que ya son mis clientes”, cuenta Bacolla para reforzar la idea.

En estos momentos están terminando los trámites para constituir la sociedad anónima y al mismo tiempo cumpliendo con los requisitos para escriturar el terreno a nombre de ella, bajo el nombre de Viñedo Cuyo Puntano. Más adelante será tiempo de elegir el nombre de fantasía para los vinos, que no estarán listos antes de los cinco años. “Es el plazo mínimo que nos propusimos para hacer un producto de calidad, aunque en realidad pensamos en ocho años para tener un vino Premium, porque no queremos quedarnos a mitad de camino. Además, la renta inmediata no existe en ningún negocio, y en éste menos”, agregó.

En cuanto a los trabajos en el terreno, están diseñando el plan de desmonte, que será cuidadoso con las normas que impone el Ministerio de Medio Ambiente, respetando las proporciones entre la zona explotable y la que preservarán de monte nativo. “Compramos 175 hectáreas, de las cuales usaremos 85 para el viñedo y el resto para otro proyecto que está en estudio, del que todavía prefiero no dar detalles porque no está decidido”, cuenta López. De todas maneras no perdieron tiempo y ya se anotaron para formar parte de la Asociación Vitivinícola de San Luis, que componen todas las bodegas desde el año pasado, cuando la conformaron sus propietarios.

Por estos días hay personal de San Luis Agua trabajando en el terreno. Están midiendo la capacidad de una perforación realizada por un grupo de alemanes en 1973, que tiene un caudal de 4.000 litros/hora. Además, descubrieron que hay otro pozo, al cual todavía no accedieron para hacer los estudios, pero que sumado al anterior les garantiza una buena provisión para comenzar luego con las obras del sistema de riego, que será por goteo, como el de sus vecinos. “La verdad que San Luis se portó muy bien con nosotros de entrada, siempre a disposición, preguntando qué necesitábamos, trayendo personal y equipos. Y lo mismo el Ministerio del Campo, donde nuestros contactos son el ingeniero Carlos Guinle en la parte forestal y Jonathan Echegaray, quien es el jefe del Programa Agroindustria”, reconoce López.

Con el plan de desmonte avanzado y los informes sobre extracción de agua aprobados, también están gestionando un estudio de impacto ambiental. “En la primera etapa queremos desmontar 40 hectáreas y hacer las picadas contra el fuego que exige la ley. Será un desmonte selectivo, con respeto por los árboles añejos como los algarrobos que hay en el campo y que ya tenemos identificados.

Según el Ministerio de Medio Ambiente debemos dejar el 25% del bosque nativo intacto”, contó López, quien agregó que “para marzo o abril vamos a empezar a colocar las espalderas que requieren las vides, con sus estocones, varas de madera y alambres”.

El viñedo pretende certificar una parte de su producción como orgánica, para lo que necesita cumplir con estrictas condiciones ambientales y sanitarias: “No vamos a hacer quemas controladas y usaremos todo lo que saquemos del desmonte como abono o maderas para reciclar en otras funciones que tengan que ver con la producción”, aclaran los socios.

“Queremos que la palabra ‘orgánico’ no sea sólo un eslogan de venta, vamos a ser los primeros en San Luis en producir vino con otra mentalidad”, completan la idea, como para que no queden dudas de la decisión comercial y técnica que tomaron para producir.

Como primera medida relacionada directamente con la bebida, visitaron en Tupungato a Matías Michelini, el enólogo que estuvo en la última reu-nión de la Asociación Vitivinícola asesorando a todos los productores. Con él hablaron sobre estrategias comerciales, cultivos y posibles aspectos diferenciales del futuro vino. “Vamos a hacer tres hectáreas por año, con un primer ciclo completo a los cinco, aunque insisto con que los vinos de alta gama tardarán ocho años en ver la luz”, remarca López, quien tiene otro motivo para el optimismo: “Hoy, sin la sociedad anónima constituida, ni una vid plantada y mucho menos una bodega en construcción, un grupo inversor brasileño ya mostró interés en sumarse al proyecto, seducidos por lo que ofrece San Luis”.

Las vides, al igual que Finca Candelaria, las comprarán en la empresa mendocina Mercier, con la modalidad de raíz desnuda. Para marcar diferencias, apostarán al viognier, una variedad de vino blanco que también está en los planes de la bodega Los Coros, que llegó a ella a través de un cuidado sistema de injertos sobre un cultivo de uva de mesa. “Venimos con muchas expectativas a una experiencia nueva para todos, nos gusta el desafío, la verdad es que estamos muy entusiasmados”, dijeron en la despedida. Y viendo sus rostros radiantes, no hay más que creerles cada palabra.