Quince minutos después de las diez de la noche, la función inicial de "No hay que llorar" empezó a andar su camino. El cuarto de hora de retraso tuvo su justificativo: la cantidad de gente que intentaba, primero, conseguir un ticket para ver el estreno de TIM, y luego acomodarse en la platea.
Así, a sala llena, la pieza de Roberto Cossa que Adriana Bazzano, la directora del grupo, eligió para abrir la temporada teatral, cautivó al público villamercedino que no ocultó sus emociones con los diálogos de los personajes.
“Explosiva la cantidad de gente”, consideró Roberto Tessi, responsable del colorido escenografía de la pieza. Y es que no entraba ni un alfiler en la sala: una vez cubiertas las 150 butacas, debieron colocar sillas entre los espacios libres y los más jóvenes se sentaron en los escalones alfombrados.
El estreno tuvo sensaciones peculiares para cada uno de los que integran el proyecto. “Lo vivimos con bastante satisfacción, vino mucho público, tuvimos que dejar gente afuera, algo que no nos gusta, pero a veces se dan estas cosas que superan lo que tenemos previsto”, apreció Bazzano, aún movilizada con las felicitaciones que recibió.
“No hay que llorar” pisó las tablas con un primer elenco conformado por Carlos Ferreyra, Luis Álvarez Moya, Anisa Manzur, Grisel Pollachi, Alejandro Mariño y Graciela Cony. El próximo sábado tendrá nuevos integrantes: el personaje de Moya será interpretado por Fabián Zerdá; el de Manzur por Desireé Boivín, el de Pollachi por Silvia Álvarez y en lugar de Mariño subirá Matías Vigna.
Como es habitual, la directora introdujo la creación de Cossa y adelantó el recorrido que haría el auditorio por los miserables sentimientos de la avaricia y la codicia, gestados en un cumpleaños familiar.
La hipocresía que evidenciaron los personajes en desopilantes conclusiones fue lo que hizo romper en carcajadas a los espectadores, más de una vez, pero que también los emocionó a medida que se avecinaba el final.
“El público da una energía que es muy importante. Esta obra habla mucho de la hipocresía, cada uno de los personajes es así, todos muestran otra cosa de lo que son, por eso dice no hay que llorar, hay que actuar, hay que fingir, y lo que cuenta me parece que pasa en todas las épocas”, opinó Bazzano.
La preparación le demandó al elenco un año de trabajo, de revisión del texto, de su puesta en práctica, de alcanzar los matices de cada personaje. “Fue un desafío, trabajamos mucho el individualismo y para mí, que el personaje es muy irónico, fue interpretar la antítesis de lo que realmente soy”, contó Anisa Manzur. Carlos Ferreyra agregó que debieron realizar una construcción previa de la vida del personaje. "Es mucho sacrificio pero hay que dedicarle amor”, aconsejó.
En el hall de la sala, en un tamaño bastante generoso, las máscaras de la comedia y la tragedia, creaciones de Tessi, dieron la bienvenida a los espectadores. El estreno fue una fiesta para todos los integrantes del TIM, que dieron una mano en la previa.
Incluso uno de sus más reconocidos actores, Alberto Rodríguez Saá, fue quien ubicó a los llegaban para ver la obra y debió acarrear más de una silla para lograr que todos estuvieran cómodos para disfrutar de la función.
Al final, y con los actores levantando sus puños, llegó el ansiado alboroto de los aplausos, los gritos de "bravo" y las sonrisas conformes de ambos lados del escenario. “Lo que más me gusta es que los compañeros del grupo también aprueban o desaprueban. Son actores que preparo desde mucho tiempo y están en condiciones de hacer una crítica, que ellos vean la obra y queden contentos es señal de que todo salió bien”, sostuvo Bazzano.
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