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La Moneda fue la que abrió el juego

Por redacción
| 19 de abril de 2015
El tren de cargas que viene de Palmira, en Mendoza, y va hacia Buenos Aires pasa por detrás de la estancia.

Hace dos años, en el amanecer de la revista El Campo, el establecimiento agropecuario La Moneda, de Alto Pelado, fue el elegido para encabezar el número uno. La estancia, ubicada a 90 kilómetros al sudeste de San Luis, ya destacaba por el agregado de valor que hacía sobre sus cosechas, que por otro lado tenían rindes récords y aprovechamiento integral de sus campos a pesar de estar establecida en la frontera agrícola de San Luis, donde las condiciones de suelos y temperaturas ya no son tan favorables como en la zona núcleo.

 

La estancia tiene sesenta kilómetros de acueductos y los potreros están equipados con aguadas propias. Hay caballos criollos que ayudan con las tareas de hacienda.


Dos años después, la decisión fue volver a La Moneda para observar qué había pasado en este tiempo en el que la revista se fue afianzando hasta ser una referencia para el campo provincial. Comparar la evolución de su trabajo, preguntar sobre las experiencias de estos 24 meses, ver qué pasó con lo que en 2013 eran proyectos ambiciosos en un contexto económico y político que ya comenzaba a ser desfavorable y hablar sobre el desarrollo de la actividad con David Stiefel, uno de los socios que maneja en el emprendimiento de capitales santafesinos, pero con fuerte arraigo puntano.

 


“El campo, en muchos aspectos, no tuvo cambios respecto a 2013. El formato comercial continúa siendo el mismo: tenemos la estancia alquilada en su totalidad, con 20 mil hectáreas destinadas a la producción agrícola, al grupo Boelher; y otras 10 mil a Soma, que explota la parte ganadera”, contó Stiefel. Soma estaba a punto de ingresar al negocio cuando la revista salió por primera vez a la calle, por entonces con dos mil cabezas para recría y engorde. Por eso también sembraron pasturas con destino a ganadería intensiva, aunque todavía no realizaron pruebas de rendimiento.

 


Cuatro años atrás, La Moneda era un establecimiento que se dedicaba exclusivamente a la actividad pecuaria. En ese momento sus propietarios hicieron una fuerte inversión en tecnología para volcar parte de ese potencial a la agricultura y transformarse en referentes de la cadena de valor de San Luis.

 


Como es habitual en la provincia, La Moneda cultiva maíz y soja para no agotar los suelos.
En cuanto a los rindes, son similares a los que obtenía dos años atrás. “La cosecha, tanto de soja como de maíz, ya está en marcha. La oleaginosa, según los primeros cálculos, está en un rinde aproximado de 35 quintales por hectárea, en tanto que el maíz se ubica en los 50 quintales”, dice Stiefel, confirmando los datos de 2013, cuando el campo había superado dos años de severas pérdidas por sequías. Desde entonces, la producción se estabilizó y eso le permitió a Boelher renovar su contrato de arrendamiento, conforme con los resultados.

 


El destino de los granos sigue siendo, invariablemente, Glucovil, el gigante socio de Cargill en Villa Mercedes, donde se utiliza para molienda húmeda. La soja tampoco sale de San Luis, viaja hasta la Agrozal, en la Zona de Actividades Logísticas (ZAL), donde recibe tratamiento y termina como valor agregado en la elaboración de biodiesel y expeller para enriquecer las dietas de los animales engordados a corral.

 


Los dueños de Boelher, el inversor que se ocupa de la explotación agrícola, ya superaron la etapa inicial, plena de desafíos. “En todo el país apostamos a hacer mucha cantidad, sólo de maíz y soja, en el mismo lugar. Alto Pelado no es una zona muy favorable, pero las cosas salieron bien, hacemos maíz de primera y segunda con excelentes resultados”, aseguró Dardo Medero. El granizo suele ser un visitante molesto, pero en esta campaña no hizo tanto daño como en 2013, cuando se llevó más de 1.200 hectáreas de soja, aunque de todas maneras unas 500 resembraron a tiempo, y otras 2.000 de maíz.

 


Infraestructura que ayuda

 


Boelher apostó fuerte en San Luis, convencido que la infraestructura que tiene la provincia es única en el país. “La ruta 11 la asfaltaron a nueva y además las agroindustrias de Villa Mercedes están en condiciones de sacar los granos con valor agregado y buenas vías de transporte”, dice Medero. Sobre este tema, siguen apostando a los bitrenes como era entonces. “Operan con normalidad en la estancia, cargan el doble que los comunes y el flete se abarata un 30%. Antes, el único operador era Servicios Agropecuarios, de Cristian López, de Villa Mercedes, ahora agregamos uno más”, aporta Stiefel.

 


El empresario santafesino, integrante de una familia que es la dueña de una de las grandes empresas que hace pulverizaciones aéreas, radicada en Cañada Rosquín por lo que también sus aviones sobrevuelan los campos puntanos, no es tan locuaz cuando se lo consulta sobre nuevos proyectos. Asegura que hay varios en danza, “pero por ahora los estamos manejando con discreción, al menos hasta que se concreten. Hay un par que están por salir, que ampliarán el horizonte de La Moneda, pero de eso hablamos en unos días…”, cuenta con un halo de misterio que aumenta las ganas de volver a darse una vuelta por Alto Pelado a la brevedad. Consciente de que había dicho poco, agregó: “Tienen que ver con varias acciones que afectan a diferentes puntos de la cadena productiva, porque la idea es incorporar competitividad. Es algo que no sólo involucra a La Moneda, sino también a toda la región agroproductiva”.

 


El riego puede esperar

 


Entre esos planes ya no está lo del riego por goteo subterráneo en 200 hectáreas del campo. “En principio está todo paralizado”, asegura Stiefel, quien no descarta volver sobre eso más adelante, cuando el horizonte político y económico de la Argentina esté un poco más claro. Se trataba de un ambicioso proyecto para aplicar tecnología de punta que ayude a aumentar un 20% los rindes promedio, o incluso más, porque ese cálculo se realizó sobre la Pampa Húmeda y el margen en San Luis es mucho mayor. Iban a instalar equipos John Deere Water, pero la inversión orillaba los cuatro mil dólares la hectárea y se necesitaba además infraestructura de maquinaria agrícola de precisión.

 


El campo lo tienen hace seis años, cuando se lo compraron a unos inversores españoles que llegaron a tener allí cinco mil vientres de una raza bovina japonesa conocida como Wagyu, que produce la carne Kobe Beef, de sabor, terneza y jugosidad fuera de lo común. Ellos lo compraron en 2009, cuando los españoles se volvieron a su tierra debido a los problemas económicos que comenzó a enfrentar Europa.

 



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