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“Chipica” Ojeda, una vida en el club Colegiales

Por redacción
| 04 de junio de 2015
Gratitud eterna. "A Colegiales le estaré infinitamente agradecido, me dio todo cuando vine a vivir a Villa Mercedes con mi familia", se emocionó Ojeda.

Jacinto Roque Ojeda es un hombre todo terreno. "Chipica" fue agricultor, empleado rural, finquero, alambrador, capataz de una bodega. También, patrón y luego albañil, parquizador, canchero, utilero, masajista, DT, dirigente deportivo, techista y hasta estafado en su buena fe.

 


Hoy está jubilado y dice que en su vida tuvo buenas y malas, también que sufrió mucho y que a veces se juntó con personas que prefiere olvidar. Alega tener 76 años pero no parece. Arribó al club Colegiales de Villa Mercedes un 3 de enero de hace 35 años con un montón de ilusiones, sin plata pero feliz. Su compadre, Víctor Becerra, lo recomendó. “Y acá estoy”, expresa a modo de presentación.

 


“Llegué a Colegiales, a quien le estaré infinitamente agradecido, después de que en mi provincia, Mendoza,  las cosas me fueran muy mal a tal punto que tuve que vender todo. Allá atropellaba todo tipo de trabajo, tenía una familia que mantener. Después de andar trabajando en la agricultura por distintos lugares, cuando pude tener lo mío, las heladas me dejaron en la calle acabando con mis sueños de finquero”, comienza diciendo.

 


Señala que tenía auto, camioneta, una linda casa y que vivía bien, también revela que fue capataz de una cuadrilla de cosechadores de duraznos y que en un tiempo, le trabajaba a la bodega Giol.

 


 “En 1977 me fui a trabajar en la parquización del estadio mundialista de Mendoza, hacíamos las champas de césped, trabajé toda una temporada, fue muy lindo y gratificante, estaba rodeado de técnicos e ingenieros que enseñaban cómo se trabajaba en ese tipo de pasto. Pero volví a insistir en la agricultura, alquilé una finca con plantas de duraznos, planté almácigos de tomates cuarentanos (son chicos, redondos y bien rojos) y  cuando estuvo todo listo, no podía vender ni uno hasta que un camionero me dijo que necesitaba  300 cajones de tomates y 70 de duraznos. Arreglamos el precio, se hizo la cosecha, me pagó y se fue. Cuando fui a cobrar, el cheque no tenía fondos, se lo había robado a su abuela. Por ahí tengo el papelito”, expuso con un gesto de impotencia.

 


“Estaba desesperado y arruinado, mi compadre Víctor Becerra, me dio una mano y me vine a Villa Mercedes en 1980, llegamos con mi señora y los chicos a las tres de la tarde, nadie sabían quién era yo, me miraban con recelo, y era lógico. Había que empezar de nuevo, así fue la llegada a la ciudad que amo y con la cual me siento totalmente identificado”, manifiesta con orgullo.

 


“El club estaba bastante deteriorado, mostraba una mala imagen y había que mejorarlo. Para colmo se me enfermó mi hija y tuve que pedir un adelanto de sueldo. Don Ricardo Pavón, que estaba comiendo un asado con sus amigos, hizo ‘una vaquita’ y me solucionó el problema, nunca lo olvidaré. Me había salvado el presidente”, añade y revela que “luego Pavón me regaló un terreno en Guayaquil y La Rioja, instalé una prefabricada pero nunca la usé, se la pasé a mi hijo”.

 


Según Ojeda, hubo buenos y malos dirigentes. "Algunos fueron malandras que vinieron a lucrar, menos mal que se fueron. Hubo presidentes que hicieron mucho como Pavón, que estuvo unos 30 años. Mario Becerra y Bataller, por nombrar alguno. Hoy lo preside Carlos Andreotti, un hombre joven con ganas de hacer muchas cosas, es concejal y espero que le vaya muy bien”, se esperanza.

 


Como en toda institución, el dinero no alcanza y los dirigentes debían recaudar fondos para llevar a cabo los planes trazados. Por eso decidieron alquilar las instalaciones a empresas, comercios y fábricas para que jugaran al fútbol. “Hicimos un trueque, materiales por servicios, así pudimos hacer obras que estaban postergadas”.

 


"Chipica" recuerda que cuando era protesorero recaudaban mucho dinero con los bailes, que incluía hasta la actuación de La Jazz Espectáculos Los Cuervos de Río Cuarto. También cuenta que colocaron el riego por aspersión con una bomba sumergible, elevaron el alambrado olímpico a 4:30, hicieron una tribuna de 14 escalones donde se invirtieron más de 1.800 bolsas de cemento, también el contrapiso del vestuario.

 


Dice que a veces se quiere ir de Colegiales pero que no puede. “Mi actividad se reduce a la voluntad de los dirigentes o a lo que yo pueda hacer. Los años me han avanzado y me han retirado algunas responsabilidades, no quieren que me pase nada”, reconoce con los ojos llenos de lágrimas y entre murmullos saca a relucir su amor y gratitud infinita por Colegiales.

 


Entre los mejores jugadores que vio pisar el césped mencionó a Claudio del Trecco, que llegó a jugar en Italia y murió en Mar del Plata el 27 de julio de 2012; ‘Lolola’ Gatica, que murió en un accidente ferroviario; Gustavo Roldán; Daniel Oroz; ‘Pato’ González; y César Báez. Algunos trascendieron las fronteras, jugando en El Salvador, Bolivia, Paraguay o Chile.

 


Su vida de boxeador

 


"Chipica" Ojeda no pasa por alto su época de boxeador. “Hice 156 peleas, entrenaba con Eugenio Garrido en el club San Martín, detrás de la cancha vieja, peleé con Leandro Ahumada, Titino Moure, Ceferino Tello, también me enfrenté a Raúl ‘El Pavito’ Vargas, José ‘El Gaucho’ González, Alfredo Brunet. Después me fui a entrenar con Daniel Oviedo en el Sport Club Rivadavia. En San Luis combatí  con uno de los hermanos Miranda y con Ricardo ‘El Potro’ Jofré. Pero eso fue de casualidad, Jofré pesaba más de 57 kilos, que era mi peso, me dio diferencia de guantes y se hizo la pelea en el Guay Curú. Alcanzamos a pelear un round, pegaba duro, pero yo necesitaba la plata, lamentablemente se desató una tormenta de agua y piedra y se suspendió, creo que me salvé de una buena paliza”, larga una carcajada. “A Jofré le había fallado el rival ‑agrega‑, y tenía que  pelear frente a su público, me buscaron a mí dentro de los que habíamos llegado de Mendoza”.

 


También se midió con Rafael ‘El Rompe huesos’ Merentino y fue amigo de Nicolino Loche. "Cuando le rindieron homenaje a Pascual Pérez en el lago del Parque General San Martín, por su título logrado en Japón, frente a Yoshio Shirai, se hizo una exhibición a cuatro round, yo hice dos y los otros los hizo con José Mendoza. Fui a Chile y enfrenté a Carlos Toro y por último fui semifondista en la pelea de Andrés Selpa con Eduardo Lause en Mar del Plata”, saca pecho.

 


También asegura que colaboró con las rutinas diarias de Ernesto Contreras "El Cóndor de América", multicampeón de ciclismo. “Vivía en Medrano y entrenaba entre las fincas, siempre lo hacía por caminos arenosos, era un genio", señala con admiración y agrega: "Cuando me vine a Villa Mercedes, fui manager de Guaquinchay, ‘Catita’ Díaz, ‘El Tormenta’ Algarañaz y Nachito Navarro, entre otros".

 


"Chipica" recuerda que cuando era ayudante de campo, su equipo jugaba en Pringles (los separa una cuadra de distancia) y a un jugador (Cantinflas) se le rompió el botín. Él corrió al club a buscar el elemento, cuando llegó se encontró con ladrones, se trenzó a los golpes con uno pero aparecieron dos más y con un fierro le quebraron el brazo. Los vecinos los trasladaron  al hospital.

 


Golpe de la vida

 


El hombre de Colegiales recordó que en Villa Mercedes perdió  a un hijo, Daniel, que trabajaba en una empresa y cayó al vacío, se golpeó mal la cabeza y lo llevaron a Córdoba donde murió. "Tenía 21 años. El seguro nos pagó y con el dinero ayudé a mis hijos a contar con la casa propia o refaccionar la que tenían”, se lamenta.

 


“La vida me golpeó duro pero nunca aflojé, siempre atropellé por derecha y nunca me quedé con lo que no es mío. Trabajé toda mi vida, en lo que fuera para que a mis hijos no les faltara nada. Y aquí estoy en el club que me dio todo cuando llegué sin nada. Solo con el amor de mi esposa y mis hijos”, sentencia orgulloso.

 


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