El 3 de junio de 1998 un nacimiento sorprendió a toda la Clínica Italia. Con 5 kilos y 55 centímetros de talla, Franco Emanuel Zabaleta salía al mundo para ser catalogado, en aquellos tiempos, como el "súper bebé". Diecisiete años después, El Diario de la República volvió a entrevistar a sus padres y al joven que hoy mide casi 2 metros, calza 47, y recuerda una niñez y adolescencia atravesada por el bullying.
Emocionada y con varias fotos, y los recortes de aquella vieja publicación, la mamá de Franco, Liria Romero (53) comenzó a contar cómo fue la llegada de su tercer hijo. “En ese entonces, yo tenía 35 años y vivíamos en La Cumbre, frente al peaje. Y llevé un embarazo complicado porque casi lo pierdo. Había tenido una pérdida por haber empujado el rastrojero. Pero todo fue mejorando y nació ‘sanito’, justo a los nueve meses”.
A las 10:30, Liria tuvo a Franco, por cesárea y bajo el trabajo y la sorpresa de los doctores Darío Villarroel y Ricardo Páez. El bebé en realidad superaba ampliamente el peso promedio de los recién nacidos más grandes (ronda entre los 4 kilos y 4,600), si bien dos semanas atrás hicieron una ecografía que anticipaba que iba a pesar más de lo común. Lo que, en definitiva, planteó un nuevo desafío y a corto plazo: la alimentación.
Así, advertidos por Villarroel, los Zabaleta salieron a buscar leche de campo para poder complementar las raciones diarias.
“Los primeros meses lloraba muchísimo porque me pedía la teta cada dos horas, y no cada 4 como el resto de los niños. Incluso, yo no lo podía llenar y teníamos que buscar otras leches con más vitaminas, hasta que le dimos la de vaca, rebajada con un poco de agua. Pero gracias a Dios no tenía ningún problema, sólo tenía hambre”, explicaba Liria, mientras su esposo, Miguel Ángel, recordaba algunas anécdotas que lo llenan de orgullo: “Me acuerdo que cuando él tenía dos años, yo tenía en el patio un auto Chevrolet, de los viejos. Y estaba mirando desde la puerta cuando veo que el auto se empezó a mover solo. De repente la llamé a mi mujer porque pensé que me estaba por desmayar, cuando alcanzo a ver que desde abajo mi hijo lo estaba empujando; con tan sólo dos años”, contó entusiasmado.
Pero poco a poco, Franco cada vez se diferenciaba más físicamente de sus compañeros del jardín y el primario, donde comenzó a ser el centro de las burlas.
“Siempre me molestaron por ser ‘grandote’ y gordo. Durante la niñez sufrí bastante, y a veces reaccionaba y me ‘agarraba a las piñas’. Igual, ahora no le doy tanta importancia”, dijo Franco, un joven introvertido y de palabras casi contadas.
Frente a la timidez de su hijo, durante la charla, Liria mostró una foto de una entrega de diplomas y criticó la falta de voluntad y compromiso de algunos docentes y directivos que “en vez de ayudar al chico y sancionar a los que le hacen daño, desmienten todo”.
“Como él nunca me decía nada, yo empecé a enterarme por otros papás. Me decían que a Franco lo molestaban muchísimo por ser tan grande. Entonces le preguntaba qué le decían, cómo se sentía, y la mayoría de las veces me escondía todo; pero muchas veces llegaba de la escuela y se tiraba a llorar en la habitación. Hasta que un día, cuando estaba en 4º, me llaman del colegio y me dicen que había tenido un ataque de nervios. Fui y estaban todos los compañeros y la maestra afuera, y él, encerrado en el aula. Estaba como ‘sacado’, a punto de romper todo.
Había tirado y dado vuelta todos los bancos. Es decir, se había cansado del maltrato y la falta de respuesta de los profesores”, lo defendió su madre, naturalmente, y continuó: “En esa etapa que fue muy difícil, le enseñábamos a arreglar las cosas dialogando. Pasa que en el primario y parte del secundario, hay chicos que son muy crueles y no saben de las consecuencias del bullying".
Ya un poco más suelto, Franco contó que siempre vio a algunos de sus compañeros como inmaduros. Y si bien le gusta salir a bailar y tomar algo con los amigos, “en la calle se aprende a valorar a los padres que uno tiene”. “Abandoné el secundario porque me había cansado de muchas peleas y de la escuela en sí. Y ahí nomás hice un curso de peluquería. Pero uno de mis sueños es trabajar con los camiones, como mi viejo. Igual, ahora estoy en el Plan de Inclusión Educativa (PIE) para poder terminar los estudios, pero me siento atrás de todo”, señaló.
A la par de las cargadas de los chicos, el joven siempre tuvo que enfrentar otra forma de discriminación, una que no distingue entre sexo, edad o clase social: la ropa.
“Al calzar 47, puedo conseguir zapatillas pero sólo cuando las pedimos, para que las traigan especialmente. Y en el caso de las remeras o los pantalones, compramos todo en las tiendas especiales. Pero hay poca variedad. Igual, también me acostumbré a eso”, dijo el adolescente.
Con 17 años recién cumplidos, el “súper bebé” que presentó El Diario en su edición del 7 de junio de 1998, sigue siendo el orgullo de la familia puntana.
"¿Cómo hago para que se mantenga mejor el papel del diario?, porque me dijeron que si lo plastificaba, a los meses empezaba a perder color, y yo quiero tenerlo por varios años más”. Totalmente opuesto a la timidez de su hijo, Miguel Ángel contó que cada vez que conoce a alguien, le muestra la publicación. “Estas páginas ya viajaron por varias provincias. Es todo un orgullo para nosotros", describió.
Finalmente, tras los halagos de sus padres, y ya en medio de una sesión de fotos para cerrar la entrevista, Franco agarró la guitarra y comenzó a "puntear" la introducción de “Aunque me duela el alma”.


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