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Chanchos puntanos criados al aire libre

Por redacción
| 10 de enero de 2016

Los hermanos Araya, después de algunos desencuentros que tuvieron por diferentes situaciones que la vida les puso en el camino y que  hoy prefieren dejar en el pasado, se encuentran en Anchorena (la tierra de su madre) con un emprendimiento conjunto: un criadero de cerdos muy particular, porque se trata de la raza Che Tapuy, no tan difundida como otras.

 

"Nuestros cerdos están criados a campo, porque no nos interesa llegar a tener un establecimiento intensivo que tenga a los animales en condición de encierre"


La idea de generar nuevas formas de trabajo los llevó a alejarse de lo que es la cría en confinamiento y otras prácticas que consideran nocivas para los animales. En 36 hectáreas que tienen en las afueras del pueblo no sólo crían animales, sino que dedican espacio a la siembra de granos que sirvan como alimento. 
Hace unos pocos meses y a través de un crédito que les brindó el Estado provincial, pudieron acceder a comprar chanchos de la raza Che Tapuy. Allí Juan Araya se dio cuenta de que no sólo podía vender cerdos, sino que también obtendría otros beneficios si mejoraba la genética de sus animales. "Le compramos a una cabaña algunos cerdos de la raza, que se adaptan a distintos tipos de clima. Además son muy beneficiosos para la parición y el cuidado de sus crías ya que poseen un gran instinto materno debido a la mezcla con jabalí. Las chanchas sin pedigrí suelen ser bastante torpes y han llegado a matar a sus descendencias. Es por eso que si nunca han tenido cría hay que estar cuidando que no las aplasten", dice Juan.
"La idea es poder tener todos animales de la raza. Poder alcanzar la mejor genética con una crianza natural y con el mínimo estrés posible. Ahora compré un macho Che Tapuy para servir a las cerdas y llegar a producir cerca de 80 lechones por mes de raza pura. La cabaña que me provee los animales, si yo mantengo la raza, me compra toda la producción", contó con mucho entusiasmo y con la convicción de que alcanzará su objetivo.
Los hermanos decidieron sembrar parte de su chacra para estar provistos de alimento para los animales. "El maíz es lo que más proteínas tiene para estos animales. Lo molemos nosotros y se lo damos sabiendo el tratamiento que ha tenido el grano. Eso se traduce en una alimentación saludable. Tratamos de que todo el año haya alimento. Hace poco sembramos unas seis hectáreas de mijo también y hay cebada que los animales comen cuando pastorean".
En un chacra pequeña Juan y Carlos trabajan a la par, mientras realizan sus tareas en el pueblo. "Por el momento trabajamos mi hermano y yo, con el asesoramiento de un médico veterinario y un ingeniero agrónomo que nos indican sobre cuestiones más técnicas".
Aunque aún no venden lechones, la intención es poder hacerlo, tener una alta producción y armar  una cadena que les permita crecer sin pausa. "Recién estamos empezando. En 20 días vamos a tener una camada de entre 35 y 40 lechones, que se sumarán a los 35 que ya tenemos en el campo".
Juan comentó a la revista El Campo sobre las inquietudes que lo llevaron a consolidar este trabajo familiar. "Yo siempre fui muy bichero, me gustaba tener cabras, gallinas, lo que sea. Por eso le propuse a mi hermano tener cerdos en la chacra".
Con la clara convicción de que no quieren tener un criadero intensivo, Araya cuenta sobre las cosas que van descubriendo. "Otro tema importante es en qué fecha se le hace el servicio a las cerdas , para poder calcular el tiempo en el que tendrán cría. Ya tuvimos la experiencia de 16 retoños de una chancha de los cuales quedaron tres, porque en su primera noche de vida la temperatura bajó a 12 grados bajo cero y se murieron la mayoría".

 


El dinero que les permitió crecer
Después del segundo intento, porque el primero fue fallido por cuestiones financieras, pudieron acceder al crédito que les brindó la provincia a través de Nuevas Empresas. "Aprendimos mucho sobre cómo poder desarrollar nuestro emprendimiento. Luego, en nuestro trabajo a campo, incorporamos los pros y los contras de criar cerdos. En el primer intento habíamos pensado tener capones. Allí se nos presentaron dos inconvenientes. El primero estaba vinculado con el lugar. Anchorena se encuentra alejada de los principales centros productores de granos, por lo que debíamos traer alimento desde no menos de 200 kilómetros". Los fletes  siempre fueron costosos para la gente de campo. A ello se le sumó la cantidad de comida que consume un capón.  "Son 400 kilos al mes lo que demanda. Es un animal que básicamente se dedica a comer, típicamente de engorde, por lo que se lo debe criar en situación de confinamiento, porque no debe gastar nada de calorías al pastorear, otra cosa que no queríamos para nuestros animales. Por eso desistimos de hacerlo. Cuando finalmente pudimos acceder al crédito, optamos por criar lechones y después trabajar en la genética, criarlos a campo y con el menor estrés posible", terminó diciendo Juan sobre un trabajo que para ellos es un placer.

 


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