El año arranca con buenas perspectivas para la ganadería. La liberación del cepo y la quita de las retenciones devolvieron racionalidad y normalidad a la economía y al funcionamiento de toda la cadena. Esas medidas, tan necesarias y tan esperadas durante años por el sector, dan alivio y permiten comenzar a proyectar, pero no resuelven las cuestiones de fondo de la actividad. Esto a pesar de que el mercado interno sigue pidiendo el producto y a eso se suma una demanda internacional que crece a un ritmo mucho mayor de lo que aumenta la oferta. Esa brecha entre demanda y abastecimiento mundial, da cuenta de que la carne vacuna se está transformando en una especialidad por la que habrá que pagar cada año un poco más.
Ante las promesas electorales que durante 2015 presagiaban el regreso de la carne argentina al mercado global, los productores comenzaron a retener hacienda. Influyó en el proceso la incertidumbre económica. Lo cierto es que cayó la faena de vientres. Los especialistas coinciden en que es positivo el aprovechamiento de las condiciones de los mercados para que los productores se capitalicen en hacienda y aumenten sus stocks, pero también destacan la necesidad de que se siga incorporando tecnología. De acuerdo con las estadísticas que publica Senasa y teniendo en cuenta que hay poco más de 22 millones de vacas de cría y que los terneros sumaron 14 millones, el destete promedia el 62%. En este aspecto hay mucho para crecer.
Pero antes de meternos con la cría vacuna hay un indicador que sería el de más rápida respuesta a las necesidades del abastecimiento interno de carne y de la exportación: el peso de faena, del que venimos hablando en las últimas ediciones de la revista El Campo.
Este año se agregó valor al maíz estirando los engordes y sacando hacienda más pesada. El ternero liviano de 300/320 kilos prácticamente desapareció y a cambio se acrecentó la oferta de machos con 350/380 kilos. En este punto cabe recordar que hace poco más de 10 años, cuando el feedlot no estaba tan desarrollado, en los corrales del Mercado de Liniers eran muy buscados los terneros de 180/220 kilos y que animales con 320 ya eran considerados novillitos medianos. Destacamos esto porque el discutido peso de faena terminó dando buenos resultados y ayudando al agregado de kilos por cabeza faenada.
La producción de carne puede crecer en el corto plazo si sube el peso con el que los animales llegan a las plantas procesadoras. Si los casi 4 millones de terneros/as que se faenan por año se terminaran con 50 kilos más la producción de carne aumentaría en 110/120 mil toneladas res con hueso. Es decir, se incorporaría a la oferta del consumo casi la mitad de lo que se produce en un mes. Otras 80/90 mil toneladas de carne las aportaría el cambio de categorías si los tres millones de novillitos que se faenaron en 2015 con kilajes promedio de 370/380 kilos se enviasen a los frigoríficos con 420/430 kilos. Esas mejoras compensarían la caída en la oferta de carne que se espera a causa de la mayor retención de vientres, aspecto que se intensificó en la segunda parte de 2015.
La posibilidad de que ese crecimiento se produzca dependerá de varios aspectos. Entre ellos hay que mencionar la positiva evolución de las exportaciones (que incentivaría el engorde de animales más pesados), las certezas de una economía estable y en crecimiento, pero sobre todas las cosas la relación entre las principales variables del negocio: precio de la invernada, costo del alimento y del kilo producido y precio del gordo.
Según los nutricionistas, la relación entre el gordo y el maíz se achicó notablemente aunque sigue siendo positiva. Dependiendo del valor de compra del maíz y tomando como referencia un promedio del ternero en torno a los $28/30, la relación es de 12/14 kilos de carne por kilo de maíz. Por otro lado, se mantiene ancha la brecha entre el gordo y la invernada, que supera el 15/18% que toleran los sistemas de engorde intensivo. Esta ecuación obliga al agregado de kilos y al estiramiento del proceso de engorde para comenzar a obtener un resultado positivo en el margen bruto de la actividad en los corrales.
Los otros ejes del crecimiento ganadero pasan por la cría. El analista Andrés Halle, de www.econoagro.com, considera que los índices de procreo pueden mejorar notablemente y que también debería mejorar la producción por la mayor retención de vientres.
Lograr 15 millones de terneros con las vacas que tiene el rodeo actualmente implica un incremento del destete al 68% del total. Halle considera que ese crecimiento depende fundamentalmente de estas variables:
-Manejo: el mejoramiento del manejo es en muchas ocasiones una consecuencia del uso de los conocimientos disponibles. De acuerdo al tipo de tecnología que se aplique, ésta puede requerir muy baja o nula inversión.
-Sanidad: cualquier plan sanitario es barato si se consideran las consecuencias de no utilizarlo. Es necesario que exista por parte del Estado una metodología que garantice la difusión y el apoyo que requiere el productor para poner en práctica las medidas sanitarias que se crean convenientes.
-Alimentación: es la tercera pata en la que se sustentan los resultados productivos de la cría, además de los dos ítems mencionados anteriormente. Si previamente no se tiene un buen manejo y un efectivo plan sanitario, no es económicamente rentable que se generen gastos en alimentación. El analista considera que lo primero a lograr en el mediano plazo es que las vacas existentes “produzcan la mayor cantidad de terneros posibles. En el corto plazo se debería aplicar medidas que estimulen un aumento del peso de faena”.
Un aspecto fundamental para potenciar la producción de la cría es mejorar la base forrajera, lo que no significa necesariamente recuperar áreas destinadas en los últimos años a la agricultura sino mejorar la calidad de los pastos en las zonas donde actualmente hay vacas con cría.
Según un estudio del consultor Fernando Canosa, si se apuntala la producción de pasto y mejora el manejo es factible ir a un escenario en el cual la ganadería ocupe cerca de 6,5 millones de hectáreas y en el que crezca significativamente el stock de madres pero también la producción de terneros para alcanzar un destete del 75% y una significativa evolución en la producción de carnes. Para Canosa es posible llegar a las 5,1 millones de toneladas de carne res con hueso. En ese escenario, que en su estudio no es el de máxima productividad, el número de vientres, de terneros y la faena aumentarían entre 75 y 80%.
El trabajo de Canosa concluye que es posible a corto plazo (año 2020) trazarse un objetivo de 5 millones de toneladas de carne de producción y un ingreso de divisas por exportaciones del orden de los 12.500 millones de dólares. “La mejora de los índices reproductivos y el incremento de la producción de forrajes son las dos bases de sustentación del crecimiento productivo. La mejora de la base forrajera es la de mayor impacto a largo plazo para la producción de carne, que sumada al mayor consumo de maíz permitirían pensar que el techo de producción de carne está lejos para alcanzarse a nivel país”, indica el especialista, quien agregó que “el desafío es exportar el 70%, que los argentinos sigamos comiendo la misma cantidad, 60 kg/hab./año, y a menor precio a través del mayor valor que paga el mercado internacional por los cortes más caros”.
Canosa finaliza su análisis sosteniendo que la producción de carne puede aumentar independientemente del proceso de agriculturización y que para ellos es necesario un horizonte de previsibilidad que le dé certezas a los productores de que pueden hacer inversiones de largo plazo para alcanzar esos altos niveles de productividad.


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