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Robo mortal: la víctima fue atada con mucha presión

Por redacción
| 16 de octubre de 2016
En silencio, otra vez. Castro no declaró ante el tribunal, el viernes. Foto: Alejandro Lorda.

Miguel Fernando Castro dejó la silla que ocupaba al lado de la defensora oficial, Claudia Ibánez, caminó hasta el asiento destinado a los testigos, y respondió a las preguntas que le hizo el presidente del tribunal que lo juzga por matar a Edelia Bianny Ortiz de Balbo, una comerciante de 79 años, durante un robo. El único de los tres sospechosos que llega a juicio tiene 20 años: nació el 3 de febrero de 1996. Sus padres viven. Contó que hacía changas de albañilería antes de quedar detenido, hace nueve meses. En este tiempo que lleva en la cárcel, retomó los estudios: está en segundo año de la secundaria. “¿Va a declarar?”, lo interrogó el juez Hugo Saá Petrino. Contestó que no.

 


Él, junto a sus cómplices, ató a la anciana con tal fuerza que le dejaron notorias marcas, un indicio de la violencia que  ejercieron, según consideraron los testigos.

 


Al salir, tampoco pronunció palabra cuando, con los ojos punzantes, los familiares lo miraron y le mostraron las fotos de Edelia que apoyaban en su pecho. “¿Viste, viste?”, lo interpeló una nuera de la anciana. “Esto hiciste, esto hiciste”, le reprochó.

 


La audiencia del viernes, la segunda que se celebra, comenzó a las 10:43. Ibáñez y el abogado que representa a la familia de la víctima, Rodolfo Mercau, no se opusieron al desestimiento de dos testimonios y a la oralización de un tercero. Después, declararon el médico Alfredo Samper Battini, una vecina de Edelia que fue testigo de la inspección ocular, el policía de la División Homicidios que instruyó el sumario y los dos hijos de la anciana, Guillermo y Néstor Alfredo Balbo.

 


Samper aclaró que su intervención en el caso consistió en examinar el cuerpo en la escena, es decir, en una de las habitaciones de la casa de la víctima, en Ministro Berrondo 210, del barrio San Cayetano.

 


Refirió que la anciana estaba boca abajo y luego, tras acercarse junto a los abogados y el fiscal para ver las fotos incorporadas al expediente, recordó que tenía una mordaza, ataduras en las muñecas y en los tobillos y un cable en el cuello. También tenía hematomas, producto de los golpes que recibió. 

 


Los pies estaban sujetos con una soga de nylon "común, y también habían usado un cable de teléfono. Las ataduras en las manos le provocaron una falta de irrigación que dejó notables marcas", evocó.

 


Revisó el cadáver a las 2:25 del viernes, y estimó, por la rigidez que tenía, que llevaba entre seis y ocho horas sin vida. Como no pudo establecer la causa de muerte, pues “externamente no se observaba nada que la indicara”, recomendó hacer una autopsia. Después, el forense Jorge Giboín establecería que sufrió un paro cardíaco por la violenta situación vivida.

 


Samper Battini explicó que la asfixia no se produce sólo por la falta de aire, sino que operan tres mecanismos: el muscular, el nervioso y el respiratorio. Todos se dispararon con la presión en el cuello y su combinación terminó provocando el paro.

 


Guillermo es el hijo de Edelia que proporcionó las llaves que permitieron entrar en la casa y hallar a la anciana fallecida. Cuando describió ese momento ante el tribunal, se quebró.

 


La ronda de preguntas que respondió apuntó a saber detalles sobre cómo estaban la anciana y la propiedad aquel día. Contó que en la vivienda había gran desorden –un claro indicio de que los homicidas habían revuelto muebles y cajones en busca de dinero y objetos de valor–, dio detalles de las aberturas de la vivienda, de la seguridad en ellas y de los hábitos y horarios de su madre. Ninguna de las puertas o ventana había sido violentada, lo que da la pauta de que la mujer les abrió a los delincuentes.

 


Todo les indica a los investigadores que “El Miguelón” Castro y su cómplice, cuyo paradero se desconoce, se valieron de una adolescente apodada “La Puki” para poder entrar. Suponen que la chica llamó a la puerta de la despensa, que Edelia le abrió y que, tras ella, entraron Castro y el joven que está prófugo.

 


Guillermo dijo que la anciana vivía sola, se levantaba temprano y, tras replegar una amplia cortina de metal, abría el negocio de ramos generales que tenía al lado de su casa. Solía atenderlo desde las 8, aproximadamente, hasta el mediodía, y después, desde las 17 hasta las 22. Siempre tenía la puerta con llave. A los conocidos, les abría y los dejaba entrar. A quienes no eran clientes habituales, los atendía sin dejarlos pasar.

 


Guillermo enumeró, como también lo haría a su turno su hermano Néstor, las cosas que echaron de menos de la casa después del robo. “Un televisor led de 40 pulgadas; un tensiómetro que usaba porque era hipertensa; una carabina que había sido de mi padre y que tenía la culata destrozada, que no servía; cadenitas; anillos”, detalló. Recordó que también se llevaron "todos los cigarrillos de las mejores marcas y bebidas alcohólicas". 

 


La consideración que hizo Samper Battini de que el hecho fue “demasiado violento” halló coincidencia con la descripción que, a su turno, hizo el instructor de la causa, el oficial principal Hugo Cornejo.

 


El policía de Homicidios dijo que las ataduras habían sido realizadas con mucha presión, tanto la de las muñecas como la de los tobillos, y que no fue tan sencillo cortarlas. “En la mano derecha, si mal no recuerdo, tenía como ocho vueltas. Al sacar la atadura era notoria la marca que había dejado”, aseguró Cornejo.

 


El investigador refirió que cuando llegó a la escena, ya estaban los efectivos de la Comisaría 2ª. Describió cómo estaba la vivienda, en dónde y cómo estaba la anciana. Más tarde, a pedido del fiscal de Cámara 2, Fernando Rodríguez, completaría ese detalle acercándose al estrado para ver las fotografías. Las partes también se arrimaron y aprovecharon para preguntar y repreguntar.

 


Cuando la declaración ya había avanzado, el juez Fernando De Viana manifestó que había un par de cuestiones que no le habían quedado en claro. Las preguntas que hizo apuntaban a saber si, en tanto instructor de la causa, Cornejo había estado a cargo de la inspección ocular en la vivienda de Edelia.

 


El ida y vuelta de interrogantes y respuestas dejó en claro que hubo algunas falencias en cuanto a la preservación inicial de la escena, de las aberturas que los homicidas usaron para entrar y escapar.

 


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