15°SAN LUIS - Sabado 18 de Mayo de 2024

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El viejo río que va

Por redacción
| 03 de marzo de 2016
Ayala en su anterior visita a San Luis, en diciembre del 2012. Foto: archivo.

Como uno de los máximos representantes de la música del Litoral, Ramón Ayala es un ser misterioso del que no se sabe su edad y ni siquiera utiliza su nombre real. Pero es reconocido por su arte, ya que  vive “varias vidas en cada uno de mis oficios”, según dijo el cantautor, escritor y poeta, que conoce los paisajes merlinos y que nunca tocó en la provincia.

 


—¿Qué recuerda de su paso por San Luis?

 


—Estuve muy de paso en el programa de radio de Alberto Rodríguez Saá. Me alegra que él una el arte con los rigores del manejo de una provincia.

 


—Es fuerte eso

 


—Creo que es lo que deberían tener todos los gobernadores, estar cerca del arte para endulzarse un poco y hacerse más maleables, más humanos también.

 


—Eso genera un balance

 


—Sí, un equilibrio en el interior que es fundamental... Ojalá fuera cierto pero ¿qué le vas a ser? Es lo que hay, como dicen.

 


—¿Por qué actúa vestido de gaucho?

 


—Porque me siento así, soy un tipo argentinísimo, quiero a la Argentina con toda mi alma, estuve por África y Europa y no encontré un país tan bello. Será porque amo éste, que tiene cuatro climas simultáneos, con paisajes de montañas, mar, selvas, de hielos continentales. No falta nada acá.

 


—Usted es como un embajador artístico.

 


—Lo que falta a este país es argentinos con la conciencia de querer a su propia tierra y salir de la nebulosa, de amar a su tierra y recrearla, mostrarla como hacen los norteamericanos con su rocanrol y su jazz, como hacen los mexicanos y los brasileños. Pero nosotros no, mostramos el rostro de otro país, que no conocemos, con un idioma que no podemos hablar. Es muy triste todo eso.

 


—Una paradoja.

 


—No: es una "para-joda".

 


—Es tío de Walas, el cantante de 'Massacre' ¿escuchó a la banda?

 


—No la escuché nunca. No estoy cerca del rock, no tengo nada que ver con el rock, apenas me da el tiempo para ocuparme de la Argentina, que ya demasiado me sobrepasa y me desborda. Y de los oficios. Soy pintor, poeta, cantante  que toca una guitarra de 10 cuerdas, son varias vidas. Pero soy un tipo misterioso, nadie me da la edad que tengo, que es indescifrable porque se ha perdido en el pozo de los tiempos.

 


—¿Y su sobrino no le dio un disco?

 


—No, porque estamos en lunas tan distintas, el rocanrol a mí me resbala, no tengo nada que ver ni quiero… y los que dicen que hay rock nacional… nunca en mi vida me enteré que el rock, la música norteamericana, era argentina. Es una barbaridad, un atentado contra su propia patria, endilgarle a la Argentina un ritmo extranjero en un idioma que no saben hablar, ni lo que dicen. Entonces, todo este cúmulo de trabajos y músicas que han hecho los padres de la música argentina, Atahualpa Yupanqui incluido, no sirve para nada.

 


—Pero hay artistas que mantienen un legado.

 


—Es que debería ser un patrimonio del pueblo, de los tipos inteligentes, no de los que andan ciegos ante las maravillas, son ciegos impermeables a toda la magia de la vida y pasan y mueren sin saber que han vivido. El que sabe que ha vivido es el que se da cuenta que está vivo, que mira, sueña, grita, llora y puede sentirse palpitando ante el paisaje, Dios y la naturaleza, pero aquél que no lo hace es un muerto que camina. Por suerte veo a la juventud en mis shows.

 


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