Durante los últimos años, el bullying, se ha instalado en nuestro país, como una temática de relevancia a nivel nacional.
Los casos, difundidos por los medios de comunicación, han generado alarma y preocupación en aumento. Además es un tema socialmente conocido y muchas veces sobredimensionado, por ello es muy importante definirlo, desde el campo de la Psicología.
¿Qué es el bullyng?
El concepto refiere al acoso escolar y a toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se produce entre pares, de forma reiterada y a lo largo del tiempo. En edades comprendidas entre 12 y 15 años, generalmente, aunque se puede dar en otras edades.
Este fenómeno, se caracteriza por un conjunto de comportamientos intencionados, ejecutados desde una posición de poder y encaminados a desvalorizar, producir daño psíquico, destruir la autoestima y reducir la confianza personal.
La palabra “bullying” procede del inglés “bull”, que significa “toro” y que se utiliza para hacer referencia a las personas que tratan de manera hostil a otras y el término se emplea en particular para indicar las agresiones que se producen en el medio escolar.
La situación de bullying, se da cuando un estudiante es hostigado o victimizado al estar expuesto de manera repetitiva a acciones negativas por parte de uno o más estudiantes.
El comportamiento hostigador puede definirse como comportamiento negativo, repetitivo e intencional (desagradable o hiriente) de una o más personas dirigido contra un sujeto que tiene dificultad para defenderse.
Indudablemente, los medios de comunicación han jugado un rol primordial en la difusión de casos de bullying, al punto tal que si dos chicos se pelean en la escuela de manera ocasional, los padres “denuncian” a los directivos un caso de bullying.
Por lo tanto es importante considerar que cuando dos alumnos de edad y fuerza (física o psicológica) similares, se pelean, no se considera bullying.
El fenómeno se describe a partir de las siguientes características:
Comportamiento agresivo o querer “hacer daño” de manera intencional.
Llevado a término de forma repetitiva, sostenida a lo largo del tiempo e incluso se extiende fuera del horario escolar. Es una especie de tortura, metódica y sistemática del agresor hacia la víctima.
Es una relación interpersonal que se caracteriza por un desequilibrio de poder o fuerza, en donde se establece una asimetría, revelando un abuso de poder.
El alumno agredido tiene dificultad para defenderse, por sí mismo.
Es necesario aclarar que los profesionales que trabajan con este fenómeno han definido los perfiles psicosociales de las partes:
El hostigador o victimario.
Es alguien que necesita tener el dominio sobre otro para sentirse poderoso y así ser reconocido socialmente.
Carece de habilidades sociales y no muestra capacidad de empatía.
Es alguien que suele tener problemas de violencia en su propio hogar.
No tiene capacidad de autocrítica y manipula a su antojo las situaciones, para conseguir lo que desea.
El hostigado o víctima
Es alguien con características de sumisión.
Tiene baja autoestima y además se lo nota inseguro.
Presenta dificultad para defenderse por sí mismo.
Se trata de una persona muy apegada a su familia y con pobre autonomía.
Suele presentar algún tipo de diferencia con el resto de sus compañeros de clase en lo que se refiere a raza, religión, características físicas o emocionales.
En las situaciones de bullying: el agresor molesta a su víctima de distintas maneras, ante el silencio o la complicidad del resto de los compañeros. Que se convierten en observadores/espectadores, constituyendo la tercera parte involucrada.
Es habitual que el conflicto empiece con burlas que se vuelven sistemáticas. El hostigador se vale para ello de insultos, acusaciones, amenazas, críticas destructivas, gritos, manipulaciones, silencios, indiferencias, desprecios y que pueden derivar en golpes o agresiones físicas. El acosador logra la intimidación del otro chico, que lo percibe como más fuerte y se siente indefenso y vulnerable.
El sujeto maltratado queda expuesto física y emocionalmente ante el sujeto acosador y el resto de los compañeros. Poco a poco, el niño acosado comienza a expresar diversas manifestaciones ante la situación, puede sentir temor de asistir a la escuela, se lo puede notar retraído, nervioso, triste ante sus compañeros, puede presentar síntomas físicos tales como descomposturas reiteradas, dolores de estómago o cefaleas, pueden observarse cambios repentinos de humor y verse afectado su rendimiento escolar, entre otros. Ante estos indicadores los papás deben prestar mucha atención e intervenir a tiempo.
Cabe destacar, que últimamente, se ha agregado una nueva dimensión a este fenómeno, conocida como bullying electrónico o ciberbullying, en que la victimización ocurre mediante la utilización de medios de comunicación, tales como Internet o teléfonos celulares. Provoca una mayor inseguridad a la víctima, ya que no existen lugares seguros donde pueda estar a salvo, por lo tanto, vive bajo un riesgo constante de hostilidad.
Debido al medio por el que se realiza la agresión, ésta puede ser observada por una gran cantidad de espectadores, un número indefinido de veces, lo que hace que el daño potencial de la agresión permanezca en el tiempo, ampliando los efectos esperados como consecuencia de la misma. Existe un gran número de víctimas que nunca conocerán a sus agresores debido al anonimato que caracteriza este tipo de actuaciones.
Consecuencias de bullyng
El bullying constituye una violencia, que conlleva a daños psicológicos que pueden arrastrarse a lo largo de la vida.
En las víctimas: su padecimiento lleva a la despersonalización, deterioro de la autoestima, ansiedad, depresión, fobia escolar, intentos de suicidio, repercusiones negativas en el desarrollo de la personalidad, la socialización y la salud mental en general.
En los hostigadores: las conductas de acoso pueden hacerse crónicas y convertirse en una manera ilegítima de alcanzar sus objetivos, con el consiguiente riesgo de derivación hacia conductas delictivas, incluyendo violencia doméstica y de género, o en casos graves desarrollar un trastorno antisocial.
En los espectadores: éstos corren el riesgo de insensibilizarse ante las agresiones cotidianas y de no reaccionar a las situaciones de injusticia en su entorno, afectando el desarrollo de su personalidad.
¿Qué podemos hacer?
El bullying se ha convertido en una de las principales preocupaciones que nos afectan como padres y docentes y es un motivo de consulta en los consultorios de los psicólogos.
Por lo tanto, es importante que prestemos atención ante cualquier cambio de comportamiento que manifiesten nuestros hijos o nuestros alumnos.
La responsabilidad pasa por aprender a observar e intervenir a tiempo.
Cuando los docentes conocen y tienen vínculos positivos con sus alumnos, ciertas situaciones no pueden pasar desapercibidas. Por ejemplo si un niño empieza a verse triste, con inasistencias reiteradas a la escuela, o al más tímido le faltan los útiles o la merienda frecuentemente, o viene de los recreos con los ojos llenos de lágrimas…
La manera más frecuente en que aparecen situaciones de bullying es la burla, la descalificación, el maltrato verbal. Ante lo cual se sugiere que el docente observe cualquier cuestión en donde se vulnere a algún alumno, que de una u otra forma sale a la luz, en algún momento.
Los docentes necesitan agudizar la observación dentro del aula, tratando de poner la mirada en cada alumno. De esa forma se pueden detectar en forma temprana ciertos conflictos.
Además es necesario que se aborde de manera sistemática y no dejar pasar jamás situaciones negativas, sin intervenir.
Los adultos tenemos que volver a ser personas confiables para los chicos, tanto los papás como los docentes.
Lo primordial es desarrollar una actitud de alerta y prevención, en el ámbito escolar, partiendo de la construcción de los Acuerdos de Convivencia Institucionales, un trabajo que requiere acordar tanto las normas escolares como las sanciones, ante su incumplimiento. Se hace necesario educar en valores a nuestros chicos y generar espacios de reflexión grupal para comunicarse, resolver conflictos y promover el desarrollo de habilidades sociales y de la inteligencia emocional, en los ámbitos educativos.
Herramientas para trabajar con los chicos para enfrentar la intimidación y el maltrato entre pares
Una vez detectada la situación se debe trabajar de manera intensa en la escuela: con el hostigador, la víctima y los espectadores para afrontar esta problemática.
Que no desaparece si no hacemos un trabajo sistemático y en el que tienen que estar todos comprometidos, docentes, directivos y padres.
Los chicos deben saber que tienen derecho a su integridad personal y que nadie puede abusar de ellos ni física, ni psicológica, ni sexualmente.
Deben conocer qué actitudes y conductas no tienen que permitir en sus relaciones, tanto con los iguales como con las personas adultas.
Es importante propiciarles espacios de diálogo y reflexión de las dinámicas y relaciones grupales de manera sistemática y brindarles herramientas para afrontar conductas incómodas, así como las presiones del grupo.
Además generarles confianza y apoyo para que puedan romper la “ley del silencio”.
Es importante que tengan claro que sus relaciones deben ser igualitarias no de prepotencia ni de dominio-sumisión.
Concientizarlos de que tienen que informar y dar a conocer siempre a un adulto, aquellas situaciones de abuso físico, psicológico que les sucedan a ellos o a alguno de sus compañeros y pueden acudir a los padres o a los docentes.
Además en la escuela es necesario promover relaciones interpersonales cordiales, positivas y mutuamente satisfactorias entre alumnos. Por lo tanto el trabajo en grupo, la expresión de emociones, las charlas con profesionales especializados, los espacios de tutorías, son valiosos aportes para lograrlas.
Es importante brindarles la oportunidad de que puedan analizarse como espectadores y fomentar en ellos una actitud de apertura, comunicación y empatía.
Concluir que no es bueno posicionarse del lado del hostigador y ayudar a que la víctima se lo cuente a sus padres o personas cercanas, incluso ofrecerse a acompañarlo a comunicar su situación a algún adulto significativo.
En aquellos casos que la institución se sienta sobrepasada por la situación, es bueno recurrir a la ayuda de profesionales que puedan orientarlos y ofrecer apoyo para lograr superar la conflictiva.


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