El cantante de “Todos Tus Muertos” Fidel Nadal reconoció en la entrevista a ETC, que con su estilo apuntaba a varios géneros musicales pero no a una tribu específica. El mensaje no fue recibido pero los años (más de 20) le dieron la razón al combo reggae/punk cuando se vieron gorros rastafaris junto a camperas de cuero que convivieron en el mismo recinto.
En una agradable noche -y tras esquivar la gran construcción que se da frente al Boliche Don Miranda- los fanáticos aparecían de distintas latitudes, un grupo de Mecha Town se combinaba en el pogo con el resto de los foráneos, porque llegaron de distintas localidades sanluiseñas. Y de distintas edades, en un emotivo viaje retro a uno de los mejores repertorios de los 90 alternativos argentinos.
Por la puerta lateral del Boliche se armó un tumulto pero para nada agresivo, es que el bajista Félix Gutiérrez entraba al recinto (señalado como el inspirador de la reunión), ésa fue la alarma que avisó que por ahí entrarían los músicos, cuando hizo lo propio el cantante Pablito Molina todos se dieron cuenta de que Fidel iba a hacer lo mismo. Custodiado pero sin divismos, Nadal entró al salón ante la algarabía general, chocaba manos y saludaba pero sin detener la marcha hasta el camarín.
A dúo rompieron la monotonía de los líderes individuales y sumaron estilo, agitando a los presentes, como una continuación de su ecléctica performance, y eso demostraron la noche del sábado en Mercedes, con “Torquemada” del disco Dale Aborigen de 1994.
El resto de la lista fue el sueño de los seguidores de los “Muertos”, entre ellas “Tu alma mía”, “No te la vas a acabar”, “Todo lo daría”, y por supuesto, gritos, canto y salto festivo en “Gente que no”.
En una seguidilla bien punk, cortitas pero explosivas -además de conocidas- las mechaban con cortinas de publicidades comerciales, o melodías célebres, como la de “Guantanamera”.
Al ser alto, Fidel con su turbante casi tocaba el techo, pobre Pablito que es tan petiso, pero en venganza se la pasó entre saltos y acaparaba bafles. Inquieto y temerario, Molina saltaba de los amplificadores y hacía equilibrio en las estructuras de las vallas, y ante tanta euforia perdió su gorra tejida pero no le importó, dejó que sus dreadlocks volaran en libertad, con cabeceos desaforados y gritos eufóricos, y cuando quedaba cantando solo, Fidel se sentaba a tocar percusión.
Varios grabaron ese momento; en la barra se escuchó “¡ésto es histórico, loco!”, de uno a otro que miraba de costado, no estaba errado en su concepto, muchos eran post 40, con la década del 90 en el alma, y por un rato, saltaron como si tuvieran 20, con algunas peladas pero con varias rastas y crestas como modelos capilares.
La guitarra de Ricardo Sanguinetti sonó precisa, a su lado estaba Damián Asunto, un baterista que no perdió el pulso junto a un bajista que lo llevó por el camino correcto, sin perder el ritmo. Detrás suyo estaba Germán Álvarez en teclados.
“¿Una más?” preguntó Fidel, y reforzó el pedido con aliados: “a ver los que quieren que siga?” y aullaron contentos con “Turbulentas tinieblas”, de los primeros temas, para cerrar el histórico debut mercedino con “Andáte” y “Mate”.
Un flaco al costado del escenario le tiró su remera, Fidel la besó y la devolvió. Pero fue por más: se la lanzó a Pablito: que se la puso. El fan se agarraba la cabeza. Al recuperarla, la mostró a un amigo y se fue. Milagro cumplido.
“¿Una más?” insistió el cantante y llegó la explosión final con los versos numéricos de “13” ¿qué te parece?
Una banda que sonó poderosa con letras que remiten a una nostalgia recordada por todos los que esa noche tuvieron la oportunidad de hacerlo realidad en vivo, con su grupo favorito.
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