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Concarán: leve castigo por golpear a un hombre y amputarle un brazo

Uno consiguió que le suspendieran el juicio. El otro no pudo. Pero en el debate oral le aplicaron una pena en suspenso. La Cámara Penal de Concarán no pudo cambiar la calificación establecida por el fiscal de instrucción.

Por redacción
| 09 de diciembre de 2017
Los jueces. Sosa, Piguillem y Saá Zarandón. La víctima les contó cómo sufre desde hace casi 4 años.

La terapia psicológica y el apoyo incondicional de su pareja lo han ayudado mucho, pero a los jueces de la Cámara Penal de Concarán les dijo que la angustia por perder su brazo izquierdo está siempre latente. En los asados que comparte con sus amigos, por ejemplo, donde se avergüenza de tener que pedir que alguien le corte la carne. También porque quedó impedido para la mayoría de las tareas del mundo laboral y tiene que subsistir con una pensión por discapacidad, lo que hizo que se quebrara ante el tribunal. Además de tristeza, Fredy Ochoa seguramente sintió bronca al saber que Diego Pereyra, el joven que le dio la brutal golpiza que derivó en la amputación, fue condenado sólo a tres años de prisión en suspenso y que el otro agresor ni siquiera llegó a juicio.
Ochoa, que actualmente tiene 40 años, fue atacado por Pereyra y Silvio Villalba, la madrugada del 10 de febrero de 2014, frente a la comisaría de Concarán. 
La víctima y un sobrino habían estado bebiendo en el bar del Club Atlético, como los agresores, que según declaró comenzaron a provocarlo desde temprano.
Dos años antes, el hombre había protagonizado una pelea con Pereyra en otro bar y desde entonces la relación entre ambos era tensa. Esa noche, luego de que el dueño del bar les pidiera que se retiraran, Ochoa decidió ir a denunciar a “La Perra”, como apodan a Pereyra, pero este último y Villalba lo siguieron en un Ford Escort y le dieron una paliza antes de que pudiera entrar a la seccional.
Dos policías de la Comisaría 22ª de Concarán escucharon corridas y gritos y, al asomarse por una ventana, vieron a Pereyra golpeando a Ochoa con un palo. Al salir, los agresores se fugaron en el Ford rojo, aunque fueron capturados a cuatro cuadras, cuando habían descartado el palo y seguramente también el cortaplumas que portaba Villalba, a quien apodan “Tina”.
La víctima había quedado tendida en la vereda, con un “traumatismo de cráneo con herida cortante, traumatismo de codo izquierdo con herida, desgarro muscular y fractura expuesta”, según informó el personal de guardia del Hospital de Concarán, que lo derivó de inmediato al Hospital San Luis, de la capital provincial.
Allí descubrieron que Ochoa también tenía un corte profundo, de unos 20 centímetros, que le había dañado arterias importantes, por lo que dos días después debieron operarlo. Para su pesar, sufrió una gangrena que motivó una amputación a la altura del codo.
Mientras, los atacantes, que habían quedado detenidos, declararon que quien los había provocado era Ochoa, que amenazaba con “abrirlos” con un cuchillo que, se comprobó, nunca tuvo. Villalba dijo que Pereyra pateó y golpeó a su rival con un palo y que él le pidió varias veces que se detuviera. Incluso dijo que tiró la madera al patio de una vecina para que no pudiera usarla de vuelta.
En cambio, “La Perra” admitió haberle dado golpes de puño al hombre, pero negó haber usado el palo, que estuvo secuestrado pero se extravió en la Oficina de Secuestros Judiciales antes del debate oral.

 

Un error de calificación
La Policía que labró el sumario caratuló el hecho como “Lesiones graves”, pero el 13 de febrero de 2014 la jueza Penal de Concarán, Patricia Besso, mutó la calificación y procesó a los acusados por “lesiones gravísimas”.
“Tina” y “La Perra” fueron a parar al penal de la capital, pero no mucho tiempo, porque algunas semanas después les otorgaron la libertad bajo fianza, por una suma de seis mil pesos.
Una fuente judicial que trabajó en el caso dijo que fue “extremadamente raro” lo que sucedió después. Antes de clausurar las actuaciones, Besso volvió a cambiar la calificación a lesiones graves, que tiene una escala de pena menor, y, al momento de formular la acusación, el fiscal de instrucción Carlos Leloutre la mantuvo.
“Tenía la posibilidad de apelar el cambio de calificación y después de acusar por la calificación originaria, pero no lo hizo. Pidió tres años de prisión por lesiones graves, en calidad de coautores”, detalló la fuente.
Ese cambio de calificación le permitió a la defensa de los imputados solicitar la suspensión del juicio a prueba, para no llegar al debate oral. Villalba ofreció un resarcimiento económico de mil pesos y realizar tareas comunitarias que no especificó. Pereyra le ofreció dos mil pesos a la víctima y hacer trabajos en la Escuela de Comercio de Concarán.
Por supuesto que al ser consultado, Ochoa dijo no estar de acuerdo, pero a pesar de ello “Tina” accedió al beneficio y actualmente vive en Bahía Blanca. Su compañero no tuvo esa suerte, porque ya había accedido a una suspensión de juicio a prueba por una causa de hurto, y la ley permite volver a acceder al beneficio recién ocho años después de otorgado la primera vez.

 

Una vida triste
El debate tuvo siete audiencias y se dilató un mes y medio porque los abogados de Pereyra “citaron una y otra vez a testigos que no podían ser hallados y que finalmente terminaron siendo ineficaces”, confió un funcionario judicial. 
La intención de Néstor Brogliere y Bernardo Ramón Estrada era probar con testigos que hubo una ruptura del nexo causal: que la amputación fue producto de una gangrena con la que su cliente no tuvo nada que ver.
En cierta medida, ese último punto era cierto, porque según los testigos quien lo cortó con un cortaplumas y le provocó un serio daño arterial fue Villalba. “La suspensión del juicio a prueba (de “Tina”) estuvo mal concedida porque se trató de un delito de lesiones gravísimas. Además, el beneficio fue gestionado por el juez de Sentencia, Guillermo Ferrari, pero no hay antecedentes del trámite en el sistema judicial, o sea que no sabemos cómo se hizo”.
Y eso no es todo. “No sabemos por qué se mudó a Bahía Blanca cuando tiene la obligación de fijar residencia. Fue algo muy raro, nos llamó mucho la atención. Los dos debieran haber llegado a juicio y cumplir una condena de prisión efectiva por lesiones gravísimas, solo que el tribunal no podía cambiar la calificación en perjuicio del imputado”, explicó la fuente.
El miércoles, al momento de los alegatos, el fiscal de Cámara, Néstor Zudaire, aseveró que Pereyra “sabía lo que hacía al momento de encaminar sus acciones” y pidió una condena a cuatro años de cárcel para él, como coautor de lesiones graves.
A su turno, según versa el informe del Centro de Información Judicial, Brogliere y Estrada rechazaron el planteo del fiscal “por no ser acorde a las circunstancias de la causa y ajustada al derecho vigente”. Dijeron que en el caso hay “más luces que sombras” y apuntaron directamente al extravío del palo utilizado por el acusado, diciendo que “si no hay cuerpo del delito, no puede haber sentencia condenatoria, y menos sentencia de encierro”, citó Estrada.
Bogliere aseguró que “no existe ninguna constancia de que Perey-ra le haya propinado golpes con un palo a Ochoa”, ni que su defendido sea responsable de la lesión que posteriormente ocasionara que perdiera el brazo.
La víctima, que les había dicho a los jueces que lleva una vida sumamente triste, finalmente no obtuvo la justicia que buscaba.

 

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