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Sólo apto para los mejores jinetes

Por redacción
| 14 de mayo de 2017
Las destrezas gauchas fueron el epicentro de los festejos por los 111 años de Fraga. | Foto: -José Sombra

Mucha alpargata, bombacha de gaucho y boina fue lo que se pudo ver en la jineteada que se hizo en Fraga como cierre de la celebración por los 111 años del pueblo. La convocatoria fue impresionante. Toda la familia se reunió para celebrar la más tradicional de las fiestas de campo y vivir en primera fila la adrenalina que genera cada monta.

 


A primera hora de la mañana, la jornada arrancó con la pialada con terneros, que se hace como un juego pero que representa la tarea que los gauchos hacen a diario. Como no podía ser de otra manera, hubo comidas típicas y se produjo el encuentro de la cultura del hombre de campo con las familias urbanas. El asador fue Juan Arias, conocido en la zona como el as de la parrilla, que trajo la representativa carne con cuero que a los puntanos tanto les gusta. En pleno otoño, el día se prestaba para estar al aire libre. Con el sol que quemaba desde la mañana temprano, comenzó el movimiento en la pista. Primero estuvieron los representantes de la Comuna, que agradecieron a todos por ser parte de los festejos. Antes de comenzar  la doma se entregaron los premios de la pialada, que se lo dieron al mejor enlazador, quien logró voltear a los animales que no tenían más de 150 kilos. El premio mayor se lo llevaron los Pibes de Fraga. El segundo puesto fue para la Estancia Caraguatá y el tercero, para Los Estribos. Todos recibieron una recompensa en efectivo que plasmaron en  fotos ante la felicidad de las familias.

 


Mientras tanto el público comenzaba a llegar y buscaba los mejores lugares. Familias enteras que incluían abuelos, suegros, hijos y muchos pequeños que se disponían con mobiliario para el aire libre a pasar todo el domingo en el predio.  Sombrillas, sillas y mates no faltaban para hacer la previa de lo que iba a ser el número central, que ya en ese momento había congregado a 60 montadores y más de 20 tropillas de todo San Luis y de provincias vecinas.

 


La seguridad es una parte importante de la fiesta, por eso en la pista hay capataces de campo que, de alguna manera, cumplen la función de asistir a los jinetes y evitar caídas y trastornos. “Controlamos que los caballos estén listos para salir y sus montadores en condiciones. Además nos fijamos cómo están los palos de salida para que no haya accidentes. Luego, a continuación del revoleo del rebenque, damos la orden de salida para que arranque la doma”, contó para los que no conocen, Armando Lucero, el más experimentado de los capataces.

 


Antes de comenzar la doma, alrededor de las 15, los capataces de campo junto a sus colaboradores en la pista desfilaron con su caballería dando la vuelta al predio como una forma de dar la bienvenida al encuentro, que para todos es una fiesta. Hombres erguidos y de buen porte son los asistentes de los valientes montadores que tienen como misión soportar los embates de los caballos chúcaros. Al terminar el tiempo, si el jinete ha resistido, es el mismo presidente de la asociación Raíces Gauchas, Juan Gil, el que lo retira de la pista.

 


“Estamos muy agradecidos por la cantidad de gente que vino. Colmó nuestras expectativas. Además recibimos muchos vendedores que se acercaron para apoyar el encuentro criollo”, contó el presidente. Y agregó que antes del comienzo de la jineteada se hicieron los habituales controles de alcoholemia para la protección de quienes montan. “Los controles se hacen para la primera monta. En caso de que hagan otras, se vuelve a hacer. La tarea es importante porque si un jinete sufre un accidente y tiene alcohol en sangre, la mutual automáticamente le quita la cobertura”, dijo el presidente Gil, quien entiende la importancia de cuidar que nada opaque la fiesta familiar que representa la jineteada para todo el interior de San Luis. 

 


La organización sin fines de lucro tiene su propio encuentro, que se hace una vez por año. Ahora será el cuarto año que Raíces Gauchas hará la Fiesta del Jinete. “Lo organizamos aquí mismo, en Fraga. Generalmente el encuentro era en setiembre pero éste año nos ha salido una clasificación en Villa del Carmen, por lo que calculamos que la pasaremos para octubre”, contó Gil, quien está atento a todos los detalles.

 


El animador por excelencia en esta clase de festividades es el conocido Rulo Gil. Él es el encargo de arengar la fiesta, lo que hace que suba la adrenalina de los espectadores. “Hoy cerramos un fin de semana de festejos por el aniversario de la tierra de paisanos. El viernes se hizo un desfile gaucho y el sábado estuvimos acompañados por el Grupo Pasión y su líder, Luis Soloa. La intendente nos cedió este espacio municipal para que realicemos lo que es una verdadera fiesta del campo”, contó el otro Gil.

 


 “Para las pialadas de terneros llegaron 30 equipos de campos de los alrededores de la localidad. Todos ellos tienen experiencia en la actividad, que se usa para marcar a los animales pero que en estas fiestas se replica como tradición”, aseguró el animador, quien conoce las prácticas que se hacen desde hace siglos y que representan el patrimonio cultural de la Argentina.

 


Las agrupaciones gauchas, que en su mayoría están conformadas por hombres que crían animales, tiene como premisa reivindicar las costumbres que para muchos están perdidas o en desuso. Revalorizar las tareas del hombre de campo y transmitirlas a las nuevas generaciones.

 


Así es que muchos de los jóvenes jinetes que participaron empezaron con la afición, ya sea porque tenían padre domador o por la influencia de algún allegado que los inició en el desafío de amansar caballos en la pista. Un caso testigo es del jinete Rodrigo Díaz, quien en el último Festival de Jesús María salió cuarto en su categoría. “De niño viví en el campo. Sin saber demasiado comencé de a poco a subirme a los caballos. Mis amigos lo hacían y era nuestro motivo de reunión. Así fue que me inicié, con tan sólo 16 años, en la doma”, dijo el jinete mercedino, que ya hace más de 20 años gira por el país.

 


“Mi padre no montaba, pero sí amansaba caballos. De ahí heredé el amor por estos animales. Ahora yo le trasladé mi pasión a mi hijo de 21 años, que hoy estará en la pista conmigo. Él empezó como yo, a los 16, tiene espíritu y nunca sintió miedo”,  dijo orgulloso de su descendencia, que no se animó a hablar con la revista El Campo.

 


Esta vez había 40 mil pesos en premios, que se reparten entre los tres primeros puestos. Las ganancias que de ahí se sacan no les permiten vivir, por eso es que la mayoría de los que montan tienen otras actividades con relación a su gusto por la domada y los encuentros tradicionales. “Para mantenerme realizo tareas rurales como encargado de hacienda y ahora también soy camionero”, aseguró Díaz.

 


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