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Barreras que la ciencia derriba

Por redacción
| 06 de diciembre de 2018

El mundo está tan intensamente transitado por las noticias que reflejan instantes; que muchos sucesos trascendentes, destinados a ocupar un lugar relevante en la historia; “apenas” son mencionados por una realidad que sólo vive de la imagen y la percepción.

 

La ciencia derriba barreras y sorprende con avances que obligan a redefinir lo que la especie humana puede alcanzar: el primer bebé del mundo concebido por una mujer estéril gracias a un útero trasplantado de una donante fallecida, nació en Brasil hace un año, indicó la revista científica The Lancet.

 

Siete meses después del nacimiento, el bebé (una niña), se encontraba bien, pesaba 7,2 kilos y seguía siendo amamantada por su madre, igualmente en buen estado de salud, según el Hospital Universitario de Sao Paulo, que realizó el trasplante en 2016.

 

Es la primera vez, después de una decena de tentativas fracasadas en Estados Unidos, República Checa y Turquía, que un trasplante de útero a partir de una donante fallecida permite llevar a cabo un nacimiento. También es una primicia para un nacimiento mediante un trasplante de útero en América Latina.

 

Desde la primera donación de un útero a partir de una mujer con vida, en 2013 en Suecia, se llevaron a cabo 39 trasplantes, de los cuales 11 permitieron dar a luz a la paciente. “El recurso de donantes fallecidos podría ampliar considerablemente el acceso a este tratamiento” por parte de las “mujeres que sufren una esterilidad de origen uterino”, declaró el doctor Dani Ejzenberg, que dirigió la experiencia en el Hospital Universitario de Sao Paulo, citado por “The Lancet”.

 

Un 3 de diciembre de 1967, más de medio siglo atrás, otra noticia conmovía el ámbito de la ciencia aplicada a la salud, cuando el médico sudafricano Christiaan Barnard, realizó el primer trasplante de un corazón humano del que se tiene constancia.

 

Aquella cirugía de enorme complejidad realizada por un equipo de veinte médicos, durante más de nueve horas, le cedió un lugar en la historia (además de a Barnard), a Louis Washkansky, el receptor del corazón. Y también (en menor medida), a una joven oficinista de 25 años, llamada Dénise Darvall, que había muerto en un accidente.

 

Washkansky solo sobrevivió dieciocho días al trasplante, pero el procedimiento fue considerado un éxito absoluto, ya que el impulso vital del órgano, era estimulado únicamente por el cuerpo del paciente. Tiempo después, el mismo equipo prolongaría la vida del siguiente trasplantado de corazón, en un año y medio. Desde entonces, y en todo el mundo, se volvió una práctica habitual para casos específicos, y ha salvado la vida de miles de personas. Solo con aquel hito médico puede compararse este nacimiento de un bebé, desarrollado en un útero trasplantado.

 

Hasta ahora, “el único embarazo acontecido después de un trasplante de útero retirado post mortem fue en 2011 en Turquía” y resultó en un aborto espontáneo, según el doctor Srdjan Saso, del departamento obstétrico del Imperial College de Londres.

 

Esta exitosa experiencia presenta “varias ventajas respecto a un útero de una donante viva: el número potencial de donantes es mayor, es más barato y evita los riesgos para la donante viva”.

 

Para el profesor Andrew Shennan, obstetra del Kings College de Londres, la operación “abre la vía a la donación post mortem, como es el caso para otros órganos”, lo que “permitiría a las mujeres que no pueden concebir un bebé debido a un útero defectuoso llevar a cabo un embarazo” sin “depender de donantes vivas” ni “recurrir a la adopción o a una madre de alquiler”.

 

La operación se llevó a cabo en setiembre de 2016. La madre que recibió el útero tenía 32 años y nació sin este órgano (síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser). Antes del trasplante, se sometió a una fecundación in vitro (FIV).

 

El órgano procedía de una mujer de 45 años fallecida de un derrame cerebral y donante de varios órganos (corazón, hígado, riñones), de factor Rh 0 positivo. La operación duró un total de diez horas y media.

 

Una nueva barrera derribada por la ciencia. La fascinante evolución del conocimiento.

 

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