Se recupera una mujer golpeada por su esposo y por su suegra

Algo en la forma de hablar de Silvana Verónica Galván le llamó la atención a la nieta de la anciana a la que cuida a diario. No podía, por momentos, entender lo que le decía del otro lado del teléfono. Era como si cada palabra que la mujer pronunciaba le doliera hasta los huesos. Y eso le pareció extraño. Supo que algo malo le pasaba y no anduvo con rodeos. 

—¿Estás mal, necesitás ir al hospital?—le preguntó.
—Sí…—respondió Silvana.
—¿Y por qué no vas?—le sugirió la otra mujer. 
—Porque no me dejan…—dijo.

Con esa última frase, confirmó la primera idea que se le representó en la cabeza apenas empezó a hablar con la cuidadora de su abuela. Silvana no podía salir de su casa porque su marido se lo impedía. Minutos después, cuando los policías de la Comisaría 18ª fueron hasta lo del matrimonio, en el barrio Las Flores, comprendieron por qué se le dificultaba hablar con claridad. Tenía el rostro inflamado a causa de las trompadas. El cuerpo marcado a patadas. Y la nariz no paraba de sangrarle, mientras crecía por la hinchazón. Walter Carrizo, su pareja, y Rosa Carrizo, su suegra, la habían dejado así. La atacaron frente a los ojos de tres de los cuatro hijos que tiene la pareja, de 5, 7 y 10 años. 

Los efectivos llegaron de inmediato porque en cuanto la conocida de Silvana cortó esa llamada se puso en contacto con Marcela Spengler, la directora del Hospital de Justo Daract, donde tiene oficinas la Secretaría de la Mujer #Niunamenos. “Marcela, por favor, ayudala”, le rogó. Y, sin dejar correr un minuto, la directora del centro médico llamó por teléfono al jefe de la comisaría, subcomisario Walter Ortiz. 

“Me dijo que en Colón 282 había una señora que había sido agredida por el marido y que no podía salir del domicilio”, contó Ortiz. Cuando los policías llegaron a la casa, Silvana estaba con sus hijos, los tres que viven con ella. Carrizo se marchó apenas se dio cuenta de que ella había pedido ayuda. 
 

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