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Dos amigos se unieron en un criadero que mira hacia arriba

En menos de un año, Pablo Rimondi y Gustavo Degan ya tienen una producción estable de capones con las que abastecen a carnicerías. Buscan sumar más genética para dar el salto.

Por Juan Luna
| 25 de marzo de 2018
Un flaco entre gorditos. Pablo Rimondi, sonriente y orgulloso, entre algunos capones que descansan bajo la sombra de la arboleda.

"¿Qué sabrá el chancho de aviones, si nunca miró para arriba?". Pablo Rimondi y Gustavo Degan son dos amigos que lograron tirar abajo esa frase popular y ahora sus cerdos son capaces de elevar la mirada. Es que desde el diciembre de 2016, cuando decidieron unir sus fuerzas para poner en funcionamiento un criadero semiintensivo, no han hecho otra cosa que fijar su vista hacia al frente y buscar dar un salto en genética, infraestructura, tecnología y mercados.

 

En el campo “Las Overas”, ubicado unos quince kilómetros al norte de Villa Mercedes, los socios combinaron sus conocimientos, pasiones y sus experiencias previas y levantaron un emprendimiento porcino que en apenas quince meses ya tiene una producción estabilizada de capones con las que abastecen a seis carnicerías de la ciudad. Pero van por más. La "culpa" no es de los chanchos, sino de ellos que no están dispuestos a bajar los brazos.

 

El criadero es también la concreción de un viejo anhelo que ambos tenían, pero que habían abordado por caminos separados.

 

Pablo lleva el campo en la sangre. Nació y se crió en esa misma porción de tierra donde hoy trabaja y pasa la mayor parte de sus días. Nunca se despegó del negocio agropecuario y pasó por varios rubros, entre los que se mantienen la ganadería vacuna a pequeña escala, en un ciclo completo que va desde la cría hasta el engorde a corral de algunas categorías, y el alquiler de tierras para la producción de cultivos agrícolas.

 

Los cerdos siempre estuvieron en su radar. “Siempre tuve un poco de animales y algunas instalaciones, pero como trabajaba solo se me complicaba mucho”, reconoció el mercedino de 39 años y buenos modales.

 

Gustavo, en cambio, nació en Las Acequias, un pequeño poblado de la provincia de Córdoba que está muy arraigado a la producción porcina. Su padre fue peón de una estancia que tenía un criadero incluido y de allí sacó sus primeros aprendizajes en la cría de chanchos. "Me quedó en las raíces el gusto por el campo", expresó el hombre de 36 años que hace más de dos décadas se instaló definitivamente en suelo villamercedino.

 

Hace un año y tres meses, los dos coincidieron en la idea que venían pergeñando pero que nunca habían podido concretar: trabajar juntos. “Éramos amigos de la infancia, siempre nos juntábamos para salir. Después, las responsabilidades hicieron que no nos viéramos tanto. Pero nos reencontramos y ahí empezamos con el proyecto de hacer un emprendimiento con los cerdos. Yo tenía un poco de chanchos y los galpones, él tenía otro poco y los materiales para la gestación. Cada uno puso lo suyo, y los fuimos armando. Ahora tratamos de progresar de a poco”, relató Rimondi.

 

"Somos productores muy pequeños.  Pero le ponemos garra y mucho sacrificio. Estamos registrados en Senasa, tratamos de llevar todo con prolijidad y hacer las cosas bien", completó Degan.

 

Y es que ninguno de los dos se dedica exclusivamente al nuevo proyecto. Pablo tiene sus otras actividades en el campo y Gustavo trabaja en una empresa logística que le insume la mayor parte de su tiempo. "Pero nos gusta, somos jóvenes todavía y podemos encarar esto. Es mucho trabajo y todo muy costoso. Los animales comen de lunes a lunes, no hay invierno ni verano que te salven, pero tratamos de crecer y poder comercializar más carne en Villa Mercedes y la zona", dijo el segundo. "Por ahora es un hobbie pero tenemos expectativas de que podamos tener una dedicación completa", agregó el socio.

 

Y a pesar de que el proyecto tiene muy pocos meses de vida, hay varias señales que indican que van por buen camino

 

El primer paso que dieron fue encontrar la raza que más se adapte a sus pretensiones. Luego de probar y utilizar diferentes chanchas y padrillos, lograron encontrar el fenotipo ideal para su proyecto: un animal de buenos cuartos traseros, que produzca mucha carne en poco tiempo que sea magra y con poca grasa.

 

Es que el producto que sacan al mercado es la media res de un capón, hembra o macho, de entre 90 y 110 kilos. El animal es trasladado directo al matadero y luego entregado en las carnicerías con todas las certificaciones sanitarias y sin intermediarios. "Eso nos da un poco más de rentabilidad y le da un poco de margen al carnicero también. Hasta el momento vendemos a seis carnicerías pero la idea es ampliar esa capacidad", anticipó Pablo.

 

Si bien suelen vender algún lechón de manera esporádica, la decisión fue especializarse en un animal más pesado. "El lechón tiene una demanda muy concentrada y muy puntual en las épocas de fiestas. Desde enero hasta abril cuesta muchísimo venderlos. En cambio el capón tiene un mercado más estable durante todo el año", argumentó.

 

 

Un sistema aceitado

 

En la producción, las escalas no son excusas. Rimondi y Degan lo saben y por eso ya delinearon un sistema de crianza bien aceitado que, más allá de la cantidad de cerdos que tengan, siempre respete las buenas prácticas y la sanidad como requisito indispensable.

 

Así, el criadero está instalado en un sector del campo donde predominan los caldenes, los algarrobos y otros árboles típicos de la zona. Buscaron aprovechar esa vegetación para que los cerdos dispongan del reparo de la sombra que les alivia el calor del verano.

 

Separadas en lotes alambrados, cada categoría está bien identificada por edad y peso, como una estrategia para facilitar el manejo del plantel que puede llegar a tener unos quinientos chanchos en total.

 

Hasta el momento, disponen de unas cuarenta chanchas madres que son las encargadas de dar a luz a las crías, luego de los servicios estacionados que realizan con tres padrillos con dos hembras cada uno. "La gestación por ahora la hacemos en un potrero que está bajo muchos árboles. Eso ayuda mucho, porque es una raza blanca que sufre mucho con el  sol", explicó el mercedino.

 

Para asegurarse que haya buenos índices de preñez, no retienen a las hembras que repitan celo más de una vez, es decir a aquéllas a las que les cueste quedar encinta. De ahí en más, el cálculo con el que estima el tiempo de parición es usa una fórmula conocida como "la regla del tres": tres meses, tres semanas y tres días. En definitiva, son unos 112 días durante los que la hembra tiene que estar mejor cuidada que nunca para dar a luz.

 

Por eso, construyeron una sala de maternidad en la que buscan proteger a las madres de los fríos y calores intensos que hay en la región. Es un galpón que contiene seis parideras fijas, donde las chanchas preñadas son inmovilizadas para que puedan parir sin problemas y, a su vez, que las crías puedan amamantarse sin correr riesgo de ser aplastadas.

 

Allí también regulan la cantidad de comida y bebida que les dan a diario, y evitan que la hembra y sus crías pisen sus propios excrementos y suciedades, como sucedería en un corral normal.

 

 

Tienen cerca de cuarenta chanchas madres, pero quieren ampliar sus instalaciones para tener más capacidad de producción y aumentar la venta. 

Cada chancha puede tener hasta dos pariciones y media por año. Por eso, buscan asegurar que haya seis hembras den a luz en cada mes, "porque ésa es la cantidad que podemos hacer por el espacio que hay en las parideras. Son animales que comen mucho, a razón de tres kilos por cabeza diaria, y hay veces que tenemos hasta 500 animales entre madres y capones, y se complica bastante", resaltó con prudencia Degan.

 

A su vez, cada chancha puede engendran entre 11 y 18 crías por cada parto. Pero uno de los objetivos de los criadores es mejorar el porcentaje de las que llegan en buen estado hasta el destete. "De los que nacen, suelen llegar unos siete lechones nada más, por diferentes causas. Pero la idea es mejorar la genética y aumentar ese número", anticipó Rimondi. Y agregó: "Por eso también tenemos las categorías destetadas en jaula, porque le sacás la leche materna y corren más riesgos de enfermarse o lastimarse. Siempre hay que tratar de tener todo desinfectado y todo limpio para no tener problemas, porque la muerte de un lechón es pérdida de plata que a la larga impacta mucho en el negocio".

 

Pueden pasar entre cinco meses y medio y seis meses desde que una cría nace hasta que alcanza los cien kilos, el peso necesario para ir a la faena. "Para nosotros ése es el kilaje ideal para el gancho de las carnicerías, porque es lo que la gente busca, una carne que sea magra y no tenga grasa, más allá de que hoy por hoy la genética ha avanzado tanto que las razas que se usan ya no producen casi nada de grasa", aclaró.

 

En ese lapso, se preocupan por darles las comodidades y requerimientos nutricionales necesarios a todas las categorías. No comen otra cosa que no sea la dieta que arman a base de maíz, como principal insumo, expeller de soja y los núcleos vitamínicos que correspondan a cada categoría porcina.

 

Así, la alimentación es una de las claves con las que intentan diferenciarse de otros emprendimientos similares que mantienen vivo ese mito de que los cerdos son animales poco higiénicos. "El chancho es sucio porque les dan de comer sucio. Hay gente que les tira verduras que sobraron de la verdulería o basura, pero con esa mentalidad no van a progresar nunca. Nosotros nos preocupamos porque todo esté limpio, que los comederos y bebederos estén siempre a la sombra y que la carne que salga de acá sea de muy buen calidad", dijo.

 

Desparatizantes, sangrados contra aujeszky y brucelosis, certificaciones veterinarias y todos los recaudos contra la triquinosis, son parte del paquete de acciones que toman para evitar cualquier problema sanitario, algo que reconocen que es fundamental para el prestigio del criadero.

 

"El consumo de carne porcina ha crecido mucho de la mano de la sanidad. Por ahí se escucha que hay focos de triquinosis, y eso nos complica a los pequeños productores. Porque la gente tiene medio y decaen las compras. Siempre luchamos por tener mejores condiciones sanitarias, mejores instalaciones y más comodidades para los animales", aseguró el cordobés.

 

Otro de los grandes estímulos que los productores encontraron para poner en marcha su propio criadero, fue justamente el gran aumento que ha tenido el consumo de carne porcina en Argentina. Si bien los cortes vacunos siguen y seguirán liderando los rankings y las preferencias de la mayoría de los paladares, el pollo y el cerdo han logrado ganar terreno y convertirse en alternativas más que aceptables.

 

"Se nota que ha incrementado mucho, porque no somos nosotros los únicos que vendemos carne en Villa Mercedes. Hay muchos abasteros y colegas que tienen muchos chanchos y venden bien. Es una carne más económica que se puede utilizar en todas las comidas. Y no es muy pesada. Antes siempre estaba la creencia de que el cerdo era una bomba, pero la genética ha ayudado a hacerla cada vez más sana", analizó el dueño del campo.

 

Hasta el momento, la producción semanal que tiene el criadero es de unos doce capones que reparten entre sus clientes habituales. Por lo que por mes, sacan a la venta entre 40 y 50 animales, aunque siempre pueden sumar algún descarte.

 


Todo "a pulmón"

 

A pesar de que el incremento de algunos de sus insumos básicos, sobre todo el maíz, obligan a sacar cuentas, apuestan a la calidad de su producción y a las recomendaciones de boca en boca entre los carniceros, para seguir creciendo.

 

Y en eso, incorporar más genética es uno de los más grandes anhelos de los dos socios. "Queremos comprar madres a algún criadero o cabaña importante, para conseguir las chanchas que están usando los establecimientos  más grandes que hay en la provincia", dijo Pablo

 

Otro de los objetivos a corto plazo es mejorar aún más las instalaciones para brindar más bienestar a los animales y trabajar con más comodidad. Proyectan ampliar la sala de maternidad para tener capacidad para más chanchas madres, construir un galpón para la gestación y otro para contener mejor a las crías que salen del destete.

 

Sin embargo, no se apuran a dar ningún paso. Todo lo que han conseguido hasta el momento, es el producto del sudor de sus frentes y de sus inversiones. "Todo lo que hemos hecho es a pulmón. No recibimos ningún subsidio ni apoyo aún, toda la plata salió de nuestros bolsillos. Y gracias a Dios podemos progresar un poco, invertir para mejorar la calidad de vida de los chanchos y trabajar un poco más cómodos nosotros", dijo Rimondi.

 

"Es muy sacrificado. Yo salgo de mi trabajo a las seis de la tarde, y de ahí nos internamos a trabajar en el campo. Pero es una satisfacción muy grande lograr lo que uno busca", agregó Degan. "Es un orgullo de poder ir a la carnicería, y ver una media res de cerdo, que la criaste y hoy la podés ofrecer a un consumidor y lo más lindo que diga que es buena la carne", cerró el socio.

 

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