Nicolino Locche, el intocable
Fue campeón mundial en 1968. Se coronó en Japón. Perdió su título en 1972 y nunca más tuvo una nueva oportunidad. Su presencia llenaba el Luna Park. Peleaba de galera, guante y bastón. Anécdotas de un boxeador que nació y murió en Mendoza.
Chico Novarro cantaba un tango que había compuesto y que decía: "Total esta noche, minga de yirar, si hoy pelea Locche en el Luna Park". Era tan bueno el espectáculo boxístico que a Nicolino Felipe Locche se le adjudicaba que no sólo convocaba a hombres sino que había hecho méritos de atraer a la audiencia femenina que gozaba y aplaudía al “Gran Nicolino”, como ya comenzaba a conocérselo.
El mendocino fue uno de los más grandes boxeadores que tuvo la Argentina. Lo conocían como “El Intocable” o “Mandrake”. Había nacido el 2 de setiembre de 1939 en un pueblo llamado Campo de los Andes, (¿o Bella Vista?) departamento de Tunuyán.
El periodista Julio Ernesto Vila señalaba que una noche, saliendo del Luna Park, un aficionado le dijo a Félix Daniel Frascara: “Ese boxeador no le pega a nadie y eso no le resulta favorable”. El periodista le respondió: “Si Locche no pega, acaba de inventar otro deporte más difícil aún, el arte de no pegar sin dejarse pegar”.
Nicolino rompía todas las reglas ortodoxas del boxeo académico. Se apoyaba en las sogas y cruzaba los guantes en forma de equis, él no podía pegar, pero tampoco le podían pegar. Era imposible que de esa manera respondiera pegando de contragolpe por tener los puños al revés.
Era diestro, medía un poco más de 1,68 y combatía en dos categorías: ligero y súper ligero. Fue campeón del mundo el 12 de diciembre de 1968 cuando en Tokio, Japón, puso en ridículo nada más y nada menos que al ídolo local, Paul Takeshi Fuji.
Adrián Dottori, uno de sus mejores amigos y con quien compartió cientos de anécdotas, en diálogo con TN.com.ar. dijo: “El concepto principal del boxeo es el arte de la defensa, pero nadie lo vivió como él. Nico no pegaba porque era vago. Cronometraba los tres minutos del round porque quería sentarse”, dijo. La nostalgia de Dottori se percibe en la voz, que se desgasta a la hora de hablar de los momentos más emotivos del "Intocable".
Recuerda que en aquel viaje a Tokio, había unos pocos argentinos que acompañaron al boxeador. En los días previos a la pelea con Fuji, a todos les dijo lo mismo: “Dame una Coca Cola y un cigarrillo. Nada más, es lo único que necesito en el día”. “Faltaban cinco minutos para la pelea y Nicolino Locche se había quedado dormido. En el vestuario, Tito Lectoure y Paco Bermúdez lo miraban sin poder creerlo. Estaba a punto de jugarse el título del mundo y roncaba”, contaba Dottori.
No se podía creer, y cuando fueron pasando los años, el cantante Gustavo Cordera, ex líder de "La Bersuit" escribió recordando al boxeador; “Aprendí a esquivar” y su letra dice: “Me siento campeón/ Como Locche en Japón/ Justo antes del knock out. Trabajaste el corazón/ Me diste un gancho de amor/ Y me hice duro otra vez".
El gran campeón siempre estuvo en boca de todos porque tenía para repartir, su arrolladora personalidad y su imagen de hombre bueno así lo ameritaba y para todos era igual, pasaran los años y su vida se irá inmortalizando con su historia. Defendió su título seis veces: ante Manuel Jack Hernández, Carlos Hernández, João Henrique, Adolph Pruitt, Antonio Cervantes y Domingo Barrera Corpas, pero el 10 de marzo de 1972 fue a Panamá a exponer su título mundial y perdió por puntos frente a Alfonzo “Pepermint” Frazer. Nunca más tuvo la posibilidad de pelear por una corona mundial, pero su carrera continuó con doce combates de los cuales perdió uno. Se midió con Gerardo Ferrat, Rey Mercado Pedro Adigue, Benny Huertas, Javier Ayala, Omar Zarza, Jimmy Heair, Obdulio Rogelio Zarza, Emiliano Villa, Lorenzo Trujillo y Ricardo Molina Ortiz, Con el único que perdió fue con Antonio Cervantes Reyes, “Kit Pambelé” en la Maestranza César Girón de Maracay, Venezuela por el título mundial versión AMB (Asociación Mundial de Boxeo).
Treinta y cinco años después, fue incorporado al Salón Internacional de la Fama del Boxeo junto al peso pesado George Foreman y el jamaiquino Mike McCallum. Fue uno de los mejores boxeadores argentinos junto a Carlos Monzón, Pascual Pérez y Víctor Emilio Galíndez. También fue considerado como el boxeador dueño de las mejores habilidades defensivas de todos los tiempos junto a legendario Young Griffo.
Nicolino Locche se caracterizó por una excelente defensa la cual le valió su apodo, sus inesperados y efectivos ataques que hacía luego de pegar unos pequeños pasos chaplinescos sumaron para que la popular lo inmortalizara. El boxeador se calzaba guantes blancos, galera y bastón para dar su show. Era el sexto hijo de una familia de italianos y Nicolino fue por primera vez a un gimnasio a los 8 años, acompañado por Luis Lorenzo, un amigo de la familia que lo llevó al Julio Mocoroa, de don Paco Bermúdez. Con él en el rincón hizo casi toda su carrera. El gran maestro “El Hacedor de Campeones” había inventado una máquina de esquive y viveza criolla, tan común en estas latitudes.
Supo distinguirse del resto de los boxeadores de su época porque ponía todo lo que hay que poner y un poco más. A su estilo de boxeador estrella, le incluía actuaciones casi teatrales, como sacadas de una película; guiños a los reporteros gráficos ubicados al borde del ring, cambiaba algunas palabras como “sácame ahora” o “este tipo vino con todo” o les guiñaba un ojo como para hacer saber que “estaba bien”, además de muchos diálogos con los que ocupaban las primeras filas del ring side principalmente donde había bellas mujeres, sonrisas, miradas cómplices por doquier cuando estaba recostado sobre el encordado, su lugar favorito eran una constante. Y de repente como que despertaba de un letargo, salía en un violento ataque con ambas manos. Nicolino hacía su show que era muy festejado.
En la década del ¡60 el boxeo argentino vivía una época dorada. Horacio Acavallo, Oscar Natalio “Ringo” Bonavena y Carlos Monzón, eran dueños de las mejores carteleras, pero ver a Nicolino era una verdadera fiesta, casi como en la década del '30 cuando peleaba Justo Suárez, “El Torito de Mataderos”.
“Las radios eran verdaderas generadoras de ídolos, y hacían maravillas en la imaginación del amante del boxeo. A eso se sumaba el glamour del mítico Luna Park que los sábados por la noche, siempre estaba repleto”. Decía el periodista Cherquis Bialo. “Como también las pizzerías de Corrientes y Callao porque esa noche en 'El Luna' peleaba Nicolino Locche”.
Su primera pelea fue a los 16 años. Debutó como profesional el 11 de diciembre de 1958, noqueando en dos rounds al sanjuanino Luis García. El 12 de mayo de 1961, venció a Julio Catalini y obtuvo el título Cuyano ligero. El 4 de noviembre le ganó al cordobés Jaime Ginés y se coronó campeón argentino de los livianos ante un Luna Park repleto. En 1962 le ganó en Buenos Aires al brasileño Sebastiao do Nacimiento y se ciñó la corona sudamericana de la categoría. En 1968 se consagró campeón mundial AMB.
Se retiró el 7 de agosto de 1976 frente al chileno Ricardo Molina Ortiz. Hizo 136 combates, de los cuales ganó 117 (14 por nocaut). Perdió cinco (frente a Jorge Barloa, el sanluiseño e inolvidable Ernesto Miranda, -otro grande del boxeo mundial- Carlos Aro, Julio Palavicino y Simón Ríos), una por nocaut y otra por decisión.
Casi retirado de la actividad, algo que haya tenía planeado, visitó San Luis de la mano del promotor de boxeo Eduardo “Cachito” Randazzo y se alojó en el hotel Regidor. No venía a pelear ni a dar exhibiciones, quería montar un espectáculo al mejor estilo de Las Vegas en Sociedad con Randazzo, donde se sirviera una cena y se exhibiera la famosa pelea frente a Fuyi donde el mendocino se había coronado campeón mundial.
Locche no pasaba por uno de sus mejores momentos económicos. El espectáculo se hizo en Española, Nicolino y compañía aprovecharon para comprar cintos y zapatos de cuero en una zapatería que estaba frente al hotel; Calzados Alteza. El 7 de agosto de 1976 fue su último combate profesional. Se realizó en el hotel Llao Llao de Bariloche. Esa noche Nicolino ganó por puntos a Ricardo Molina Ortiz.
Julio Ernesto Vilas, en su revista “20 campeones y una leyenda”, Cherquis Bialo, Javier Occhiuzzi y Sergio Faría, coincidían que era muy difícil que en el mundo hubiera otro boxeador con la perfección técnica-defensiva de Locche, pero eso no le alcanzaba, rompía los moldes tradicionales, enloquecía a multitudes por ser distinto en el oficio más antiguo del mundo para el hombre: pelear.
Todos escribieron historias y vivencias del gran Nicolino, el boxeador ídolo de los argentinos que brilló con luz propia en el mundo del duro deporte de los puños. La llama de su vida había comenzado a apagarse lentamente producto de una enfermedad que lo tenía contra las cuerdas y donde él –justamente él- no pudo esquivar un golpe de nocaut. Murió el miércoles 7 de septiembre de 2005 en Las Heras, Mendoza, a causa de un paro cardíaco.


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