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Pide que el ex intendente de Renca, que lo baleó en el cuello sea juzgado

Claudio Peralta está procesado por haber intentado matar a Marcelo Musladino en enero de 2016. El damnificado asegura que todo está paralizado en la justicia de Concarán.

Por redacción
| 09 de mayo de 2018
Musladino junto a su esposa Cristina. Contó que tiene problemas de visión y de audición por el disparo. Foto: Martín Gómez

Hay días en los que las personas comprueban que la frontera entre la vida y la muerte es verdaderamente lábil, y que todo puede cambiar de un segundo a otro. Para el mecánico Marcelo Musladino, fue el 29 de enero de 2016, en Renca. Ese día, su madre moría, en lo que era un desenlace esperado, dado que estaba muy enferma. Como necesitaba dinero para sepultarla, Musladino fue a pedirle diez mil pesos a su ex jefe, el entonces intendente de esa localidad, Claudio Daniel Peralta. Era parte del dinero que le debía por algunos trabajos, le aseguró ayer Musladino a El Diario. Discutieron y Peralta le disparó desde adentro de su auto. La bala le atravesó la garganta y, a su paso, rompió la tráquea, perforó el esófago, destruyó arterias y venas y le rozó una vértebra, afectándole el sistema nervioso central. Hoy pide que Peralta, que está procesado y fue excarcelado, sea juzgado lo antes posible. “Tiene protección, por eso cree que tiene impunidad. Le pido a la Justicia que deje de amparar a un delincuente”, exigió el damnificado, de 55 años.  
Musladino viajó ayer a San Luis con su esposa, María Cristina Rivas, por un trámite personal. Pero aprovechó la oportunidad para dialogar con los medios sobre el estado en el que está la investigación. “La causa está en la Justicia de Concarán –refirió el hombre–. La Cámara del Crimen de allá tiene que fijar la fecha para el juicio. Hacemos este reclamo porque los días pasan, pero no se mueve nada. Cuando no se excusa uno, se excusa otro”. Además de las actuaciones en la faz Penal, hay otras que tramitan en el fuero Laboral, acotó Cristina. 
A partir de que recuperó la libertad, Peralta retomó su vida normal, en tanto ellos debieron adaptarse a todos los cambios que generó el hecho de que él, como jefe y principal sostén de la familia, ha quedado con importantes secuelas, explicó Musladino. Para empezar, la familia decidió mudarse a Tilisarao, porque no se sentía cómoda ni segura en Renca. 
“Perdí el cincuenta por ciento de la visión en el ojo derecho. Escucho muy poco con el oído del mismo lado. Tengo permanentemente dormida la mano derecha, y sufro calambres en ella. Aunque volví a trabajar nueve meses después del hecho, lo hago con mucho esfuerzo. Mis movimientos son lentos. Siempre tengo que buscar a alguien que me ayude. No puedo hacer mucha fuerza”, contó, con una perceptible dificultad en la respiración. 
“En días como éstos –ayer había llovizna y mucha humedad– me falta el aire. Estoy permanentemente con corticoides para poder respirar. Tengo que cuidarme del frío. Como todavía tengo la bala alojada, cuando se mueve el músculo, me molesta. Por eso se producen los calambres, según me explicó el médico”, continuó.  
 

 

 

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