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Juzgan a un joven acusado de matar a un adolescente

Maximiliano Campo está señalado por el asesinato de Rodrigo Ponce Barrionuevo, un chico de 16 años.

Por redacción
| 08 de octubre de 2019
Callado. Ayer, en la primera audiencia, "Pachi" Campo no declaró. Pero su defensor no descarta que lo haga. Foto: Martín Gómez.

Ninguno de los testigos ni de los investigadores que declararon este lunes pudo afirmar que Maximiliano Ezequiel Campo haya sido quien le pegó un tiro en la cabeza a su amigo, Rodrigo Alexander Ponce Barrionuevo, de solo 16 años, porque ninguno presenció el crimen, cometido en el barrio José Hernández. Sin embargo, todos reprodujeron la versión que corrió en el barrio aquel día, el 3 de diciembre de 2017: el autor del disparo había sido “Pachi”, como apodan al acusado, a quien empezó a juzgar la Cámara del Crimen 2 de San Luis.

 

“En el barrio y en la misma comisaría decían que ‘Pachi’ le había disparado, que andaban juntos”, declaró este lunes, en la audiencia, Vicente Escudero, un vecino del José Hernández que vive a metros de donde ocurrió el crimen.

 

De hecho, la versión que circuló de inmediato en el barrio, el día del homicidio, decía no solo que Campo y Ponce Barrionuevo andaban juntos, sino que habían sido cómplices en el robo de una moto. Y que el motivo de la agresión, el balazo que “Pachi” le dio al adolescente, habría sido que uno le reclamaba al otro su parte del botín.

 

Escudero recordó ante el tribunal que él se había reunido con unos vecinos a comer pizza y se había acostado a las cuatro y media de la mañana. A esa hora, desde el segundo piso, cuando entraba a su casa, miró hacia la calle y vio a “Pachi” llevar arrastrando una moto oscura. Sería el vehículo robado.

 

El vecino dijo que se acostó y cerca del mediodía lo despertó su sobrina, que gritaba y lloraba.

 

La madre de Escudero, Olga Flores, también declaró ayer y evocó el momento en que descubrieron que habían baleado a un chico a metros de su puerta. Ella y su nieta estaban tomando el desayuno y escucharon un estruendo, a eso de las diez de la mañana. “Tan temprano que empiezan con los cohetes”, le comentó a su nieta. Cuando un juez le mencionó otros artefactos de pirotecnia más ruidosos, ella aclaró que el sonido le había parecido el de un cohete. Rodrigo fue baleado con un arma calibre 22.

 

En seguida Olga escuchó que el vecino del departamento de al lado, Nahuel Benítez, gritaba “llamen una ambulancia, llamen una ambulancia”. Cuando ella le preguntó porqué pedía una ambulancia, el vecino le dijo que habían baleado “Al Guachín”. Ella miró hacia la escalera vio a un chico tirado en el descanso: “Le salía sangre, pero no sé de dónde”, dijo.

 

Su hijo, a quien despertaron los gritos y el llanto de su sobrina, también se asomó. “Salgo y veo a un chico tirado en la escalera, entre el primer y el segundo piso”, relató. A la víctima “se le veía un punto, como si le hubiera entrado un disparo”, explicó señalándose el costado izquierdo de la cabeza. En esa zona, entre la ceja y la oreja, fue baleado el adolescente.

 

“La herida se veía a simple vista”, declaró el oficial principal Rolando Jofré, que en esa época trabajaba en la Comisaría 6ª y fue el instructor del sumario policial por el crimen.

 

Minutos después de que Rodrigo fue baleado, el vecino Escudero vio escapar a toda velocidad a una persona en una moto oscura. Y si bien no le vio la cara porque tenía puesto un casco rojo, le pareció que era Campo, dijo. En efecto, tras el crimen el presunto homicida desapareció del barrio y fue detenido horas más tarde.

 

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