Carlos Costa: "No nos debe sorprender este tipo de sismos"

Cuando un sismo con epicentro en el límite con Mendoza de seis grados Richter sacudió este martes la provincia de San Luis, el doctor en geología Carlos Costa se encontraba reunido en Neuquén con el director del Inpres, Alejandro Giulano, analizando la sismicidad de la región del yacimiento petrolífero Vaca Muerta. Su trabajo, enfocado en las deformaciones recientes de las fallas geológicas en la región sudamericana, no es exactamente de medición de los sismos recientes, sino más bien de las evidencias o “cicatrices” que dejan grandes sismos a lo largo del tiempo. De todas maneras, su experiencia y trabajo le sirvió para explicar a El Diario, en resumidas cuentas, que los fenómenos de este tipo no son ajenos en la provincia y que, de hecho, la geografía característica de la región fue con base en ellos.

-Fue muy sorprendente para la sociedad puntana lo que ocurrió el martes. ¿Qué causas hay detrás de que se haya dado un sismo de tal magnitud?
-Es sorprendente entre comillas. Lo es si uno considera el proceso en el muy corto plazo, pero la región de San Luis no está exenta de sufrir este tipo de fenómenos. Hace unos 80 años, en 1936, hubo un sismo mayor que este que afectó de manera importante a toda la región de San Francisco, San Martín y Las Chacras. Y dos años antes, en el '34, un terremoto dañó severamente la localidad de Sampacho, en el sur de Córdoba.
No son procesos o eventos que nos deben sorprender, lo que sucede es que tienen una recurrencia, un período de retorno mayor que el que generalmente observamos en Mendoza y San Juan. En geología, nosotros investigamos en un intervalo de tiempo mucho más amplio, en el lapso de millones de años. Podemos determinar perfectamente que este tipo de procesos han afectado a la región de San Luis en el pasado prehistórico. Son fenómenos que pueden ocurrir, para los cuales hay que estar preparados y hay que lograr un delgado equilibrio para no dramatizarlo o ignorarlo.

-¿Por qué fue tan intenso?
-Por un lado, fue un sismo bastante superficial de más o menos entre 10 y 14 kilómetros de profundidad según los datos y, cuanto más superficial es, más se va a sentir. Y hay veces que los sismos tienen también una directividad en la energía que liberan. Hay una energía elástica que no se disipa de manera homogénea, sino que tiene una directividad particular.
Por ejemplo, cuando se tira una piedra en un estanque, uno ve que se producen ondas concéntricas en todas las direcciones. Muchos sismos que se producen sobre un plano o superficie de falla, dependiendo del movimiento, del tipo de material, se dirigen con mayor intensidad más hacia un sentido que otro. No sabemos si ese fue el caso porque no tenemos ese tipo de estudios, pero es una posibilidad.
A su vez, este sismo tiene la particularidad de que, pese a haber sido bastante superficial, se sintió en una zona muy grande como Buenos Aires, Rosario y la región pampeana. Eso es raro, generalmente los que se sienten en una zona más grande son los sismos más profundos.
También llama un poco la atención las sucesivas réplicas que ha tenido; generalmente sismos de esta magnitud se aquietan mucho más rápido. Acá todavía se están midiendo numerosas réplicas en la región, lo que en principio indica que había varias estructuras ahí con capacidad de generar un movimiento. 

-¿Se dio por alguna falla geológica puntual?
-Es mucho más difícil de establecer la localización del epicentro, el lugar donde ocurrió y la profundidad, porque la red sísmica que tenemos en la región no es de mucha precisión por las pocas estaciones que posee. Sabemos que sería la zona de depresión del río de Desaguadero, que coincide con un lineamiento geológico que ha sido de relevancia en el pasado.
Sabemos que hay innumerables fallas potenciales dentro de la corteza terrestre, que sin dudas están acumulando energía elástica y que cada tanto la liberan de manera brusca en forma de sismo. Toda la región tiene una tasa de formación menor que la precordillerana de Mendoza y San Juan. 
Y, en este proceso de formación de sismos, sabemos también que tiene que ver con el encuentro de la placa sudamericana y la placa del Océano Pacífico. Este encuentro hace que la placa del Pacífico se hunda bajo nuestro y, por lo tanto, el paragolpe de ese choque vendría a ser la costa del océano. Por eso vemos con mucha mayor asiduidad todo el tema de terremotos más frecuentes y más grandes en la región de Chile, que es donde se libera buena parte de esta energía. 
Otra parte de esta energía se transmite como si fuera un fuelle gigante al interior de nuestro continente. Buena parte de esa energía se concentra en el borde andino, que sería en nuestra latitud el monte mendocino, sanjuanino y otra parte de la energía de la deformación se distribuye en el resto del continente. 
La región de San Luis está un poco en ese límite, después de los Andes, donde se acumula también energía sísmica. Obviamente esa carga hasta que las rocas lleguen a un límite de resistencia a la ruptura toma más tiempo. Pero es como si estuviéramos cargando un resorte con mucha más fuerza o menos fuerza. En un momento eso termina ocurriendo también.
El encuentro entre las dos placas ocurre a una velocidad de 8 a 6 centímetros por año, eso equivale al crecimiento de una uña, o sea nada, a escala continental. Lo que pasa es que la acumulación de esos esfuerzos en varios miles, millones de años, da resultado que cada tanto el interior de las rocas tiene que reacomodarse.

-Con el panorama que me describe, ¿puede que San Luis comience a sentir con mayor periodicidad fenómenos de este tipo?
-No lo sabemos con certeza porque, la verdad, las fallas no se comportan de manera puntual o prolija. Hay algunos sectores donde la repetición de los grandes sismos es periódica, otros donde a lo mejor hay ciclos de agrupamiento de sismos y otros sectores absolutamente aleatorios, por lo que es muy difícil establecer un patrón.
Lo que sí hay que recalcar, y es importante que la gente tome conciencia, es que es muy difícil predecir la localización en el espacio y tiempo de un futuro sismo. Entonces, todas las acciones deben estar dirigidas a la prevención: construir bajo las normas sismoresistentes, educar a la población, sobre todo a las escuelas, acerca de que estas cosas puedan pasar y qué conductas hay que adoptar en tal caso. 
Esto implica hacer un desarrollo territorial planificado. Hay construcciones como hospitales, plantas generadoras de energía y potabilizadoras de agua que tienen que estar ubicadas en sectores considerados más seguros, en función de la localización de la falla y en función de las características del terreno, del suelo fundamentalmente.

-¿Hay zonas de mayor actividad sísmica en la provincia? ¿Suele ser en el límite con Mendoza? 
-En cuanto a la distribución de sismos actuales, es difícil decirlo. No hay un agrupamiento particular en los últimos cien años. Pero si pensamos en los últimos 2 millones de años, queda muy claro porque el relieve de las Sierras de Comechingones fue generado por fallas que la marginan y que van levantando un tipo de roca respecto a otro, con la ocurrencia de sismos. 
Lo que nosotros vemos con la sismicidad actual es la foto, si ves la película, si ves este proceso en un tiempo mucho mayor, entonces sabemos que todos los procesos sísmicos estuvieron asociados hacía el oeste de la sierra de Comechingones y el oeste de las sierras de San Luis.