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La mujer que puso su casa para que se desarrolle el folclore

Era la dueña de La Casa del Viento, por donde pasaron Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez y muchos otros.

Por redacción
| 22 de diciembre de 2019
Orgullo. "Pocha" con la "Negra" Sosa. Foto: Marianela Sánchez.

En julio pasado, “Pocha” Contreras dio la que, tal vez, fue su última entrevista periodística. Para un especial sobre los 10 años de la muerte de Mercedes Sosa que se publicó en la revista “Cooltura” de El Diario de la República, la mujer dijo estar cansada, desganada. Y que si aceptaba volver a hablar con un periodista sobre La Casa del Viento, una mítica vivienda donde se congregó lo mejor del folclore nacional, era para mantener viva la memoria de su esposo, Roberto Ledezma. “Nada de esto me pertenece, es todo de él”, decía, humilde, mientras repasaba con su vista lo que la rodeaba.

 

La charla fue amena y distendida, con “Pocha”, quien se mostraba dispuesta a contar y a mostrar el inmenso tesoro que guarda en su casa de la avenida Perón, antes de llegar a 9 de julio. Lo que no dijo allí, o no lo conversó con sus allegados en los meses posteriores, quedará para siempre enterrado en los silencios de la muerte. Ayer, la mujer dejó de estar cansada para descansar en paz.

 

“Pocha” (en aquella ocasión pidió que no se publicara su nombre real ni su edad) fue una mujer que, con el simple hecho de acompañar a su marido, impulsó el folclore de modo decisivo. Cada vez que La Casa del Viento, bautizada así nada más y nada menos que por Armando Tejada Gómez, recibía a alguien con una guitarra en mano —sea consagrado o un simple serenatero que llegaba de su trajín madrugador—, Contreras se desvivía porque la atención fuera la mejor.

 

Sin tocar un solo acorde de guitarra, sin cantar ni uno de los versos de las canciones, el aporte de “Pocha” fue decisivo para la vida folclórica de la provincia. A veces fue encargada de hacer los asados, de servir la mesa o de escuchar a quien tomara la voz. La dueña de la casa tenía el destino definitivo de acrecentar el mito de la vivienda. Es por eso que en los últimos años, impulsada por sus cuatro hijos, había decidido abrirse y extender la historia de un lugar insignia en la ciudad.

 

De no ser por un cartel de madera que está en la entrada de la cochera, La Casa del Viento sería una vivienda más de la tranquila zona que merodea el San Luis Shopping Center. Pero adentrarse allí era introducirse en la historia fina del folclore. “Pocha” fue amiga de Mercedes Sosa, escuchó con fervor a Tejada Gómez, supo cocinar para “El Chango” Farías Gomez y albergó a casi todos los folcloristas de la provincia. Eso no quiere decir que no haya tenido sus gustos musicales bien definidos: así como apreciaba a unos, había otros que directamente no soportaba, como Víctor Heredia. “Yo no sé cómo te puede gustar tanto”, le repetía a su hija cada vez que hablaban del tema.

 

Puede que detrás de eso haya un condimento ideológico, que demuestra a la vez la tolerancia que tuvo “Pocha” en su vida y el orden de prioridades que estableció para sí. Una de las tantas veces que Mercedes Sosa fue a su casa, unos representantes de los partidos de izquierda de la provincia se comunicaron con ella para pedirle permiso de asistir a la vivienda para conocer a la tucumana. Ella —que nunca compartió esas ideas— les dijo que sí, que fueran, pero que llevaran algo para tomar, una condición que no le puso a ninguno de sus invitados.

 

Eran los difíciles tiempos de la dictadura y cualquier reunión de personas con ideas consideradas inconvenientes por los gobernantes de entonces era un foco concreto de peligro. “A nosotros los militares nunca nos molestaron”, recordó Contreras, consciente que, en cualquier caso, lo que importaba era el arte y la música.

 

Jubilada como preceptora de un colegio privado, la mujer tenía un sinfín de anécdotas en donde invirtió la escala jerárquica. Siempre se puso del lado de los chicos, aún cuando cubrir algunas travesuras le podría haber costado muy caro. Es por eso que cualquiera que haya pasado por las aulas que ordenó, la recuerda con sumo cariño.

 

Las anécdotas que deja, los recuerdos que acumuló durante años, las fotos que decoran las paredes de su casa son más poderosos que una fuerza incontenible e inevitable como la de la muerte. Tendrán que ser sus hijos ahora quienes tomen esa tarea de divulgación de lo que se acumula entre las paredes musicales de La Casa del Viento. Lo tendrán que hacer por ellos, por “Pocha”, por Roberto y por las nuevas generaciones de folcloristas de la provincia.

 

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