31°SAN LUIS - Jueves 28 de Marzo de 2024

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"Descubrí que había cosas de la Iglesia con las que no estaba de acuerdo"

Afirmó que su modo de llevar el ministerio y su pensamiento no encajaban en San Luis y eso lo desgastó.

Por Romina Oddone
| 04 de diciembre de 2019
Por ahora, padre Alan. Hasta el 2 de febrero dará misa en San Roque. Foto: El Diario.

 

Luego de tres años de un trabajo muy arduo de introspección, y 20 al servicio de la Iglesia, el padre Alan Sosa Tello (37) decidió que ya era momento de abrir un nuevo camino en su vida y pedir la dispensa sacerdotal ministerial, en criollo, dejar de ser sacerdote y convertirse en laico. Hasta el 2 de febrero continuará dando misa, como siempre, en la Parroquia San Roque, luego emprenderá nuevos rumbos que aún no sabe bien adónde lo llevarán, quizás a Mendoza o se quede en su San Luis natal, cerca de todos sus afectos. 

 

—¿Qué te llevó a dejar el sacerdocio?
—Mi discernimiento fue muy largo y pensado, para poder responder con honestidad y con coherencia a lo que yo sentía en el sopesar de este trabajo interior. Fue un trabajo de mucho tiempo, me acompañaron personas que fueron grandiosas. Creo que mi misión como sacerdote fue ayudar a que las personas encuentren realmente la auténtica libertad interior. Es la libertad que nos hace hijos de Dios, todo lo otro es una estructura, aggiornamientos, ritualismo e ideologías que terminan esclavizando. Lograr hacer un paréntesis y encontrar el auténtico "yo" personal en cada uno de nosotros, quiénes somos, hacia dónde vamos y para qué estamos, nos soluciona y nos hace vivir en paz. Y eso es lo que yo percibí al momento de hacer este discernimiento hace 3 años.
 
—¿Hace tres años que lo venís pensando? 
—Sí, tres años pensando y mucho más de terapia. Soy del ámbito de la psicología social, tengo esa profesión y también soy licenciado en Educación. Soy del "palo" de la psicología existencialista que es la logoterapia. Dentro de nuestro ambiente siempre se ve con reojo otro tipo de expresión, sobre todo la piscoanalítica, y me animé. Por eso digo que rompí con muchas estructuras en mi vida. Hice una terapia psicoanalítica, que realmente fue sanadora e integradora. Porque otra cosa que también perdemos de vista, sobre todo cuando entramos en el ámbito espiritual, es que somos un todo y el todo no es solamente el que reza, un espíritu, sino también un cuerpo, un pensamiento, una psiquis, un entorno, sanaciones y en vista de eso, cuando sentí que tenía mucho ruido, que había perdido la alegría, que eso es lo que más me dolía, me hice ayudar por un acompañante espiritual, que fue monseñor Ojeda. Para mí siempre fue muy padre, siempre me guardó mucho aprecio y decidí que él fuera quien me acompañe. Fue con mucha calma, fue mi proceso, sin apurarme, muy profundo. Después me dejé acompañar por los amigos, soy re "amiguero" y dentro de mis amistades, que son mis mayores tesoros, tengo gente de que piensa de diferentes formas y amigos que no profesan la fe, pero eso no significa, por supuesto, que no podamos hablar. Me enseñaron a tratar a las personas como personas, sin ninguna estructura, ni pensamiento, ni ideología, ni religión que nos separe. 

 

—¿Qué cosas te hicieron tomar la decisión?
—El ruido que empezó hace 3 años. Creo que, como manotazo de ahogado, uno intenta primero identificar el problema personal con situaciones externas. Yo sentía que el modo de llevar el ministerio, o mi pensamiento, no encajaba en San Luis y me fue desgastando, me hacía plantear si era o no mi lugar en el mundo. Entonces pensé en irme a otra diócesis, pero me di cuenta de que tengo una forma de ser que por ahí es poco entendida y no es el lugar para tenerla. Hablo con soltura, porque la vida de discernimiento me fue iluminando grandemente en esta situación. Me di cuenta que nada es permanente, solo Dios. También descubrí que me sentía como sapo de otro pozo. Me gusta, trabajo con entusiasmo, soy muy libre, muy auténtico y quizás hasta me reconozco como pecado de juventud. Me fui de boca muchas veces, porque es lógico que se mande quien hace, quizás debería haber dicho o hecho otra cosa, pero todo me movilizaba a querer hacer el bien para el otro. Soy muy libre y dentro de la estructura eclesial esa libertad es más bien subordinada, es lo que también me hacía ruido. Fui descubriendo que hay cosas con las que no estoy de acuerdo, que son ordenanzas jurídicas, simplemente no es el mandato de Jesús. Y yo adhiero, respeto y obedezco, porque prometí hacerlo. No soy un subversivo, sé que son las reglas del juego. Pero mi originalidad se fue sintiendo cada vez más ahogada en una estructura que es lícita y debe ser así, no opino lo contrario, pero no es para mí. Y, en consecuencia, todo esto me llevaba a no ser feliz, entonces evidentemente toda esta cuestión fue decayendo. No era solamente lo externo que se solucionaba con un cambio de lugar, sino que era vocacional, era cuestionarme el llamado de Dios que yo sentí cuando tenía 16 años y animarme a entender que no era un fracaso, que podía haber un cambio, que no todo es permanente, que hay grises y que no soy un pecador por eso. Leí algunos comentarios de algunas personas que no saben lo que es la libertad interior, porque es mucho más infantil y fácil que otros decidan por tu vida a ser responsable de tus propios actos. Me costó muchísimo construir cómo será el Alan afuera. Pensar qué le digo a mi familia, llevaba el peso de mucha gente a la que acompaño, el qué dirán, fue una deconstrucción y liberación increíble. Un día lo decidí, llamé al obispo y ahí me saqué 7 mil kilos de encima. Dios nos quiere felices y si uno lo hace bien, con coherencia y sinceridad con uno mismo y no lleva una doble vida, no hay cuestionamientos. Los más cercanos saben por qué me voy, los demás que digan lo que quieran, esa es mi verdad.

 

—¿Intentaste cambiar desde dentro algunas cosas?
—Añoro una Iglesia con otra expresión. Lo añoro desde la sociología, hay estructuras que tienen que vivir un aggiornamiento a los tiempos. No un cambio profundo, dogmático, de las verdades que son inalienables. Pero nunca nos tenemos que olvidar que somos próximos, por más que el otro no profese mi fe, hay que tener grandeza de pensamiento, conversar, entender que en muchas expresiones, no solo religiosas, hay verdad, amor y honestidad, son trascendentales y creo que proceden de Dios. No hay que tener ni miedo, ni añorar tiempos pasados, eso ya no existe, no podemos vivir hablando de temas a generaciones que ya no existen, con palabras que la gente actual no entiende, eso es pecado, eso no lo quiere Dios y lo ofende.

 

—¿Sentís que fuiste de alguna manera una molestia para el Obispado?
—Sería una linda pregunta a los que de alguna manera sé que disienten conmigo y si molesto no me afecta, porque nunca vamos a contentar a todos. Sí me llegaron rumores, pero ninguno tuvo la valentía o el coraje de venir a hablarme y que expresemos nuestros auténticos pensamientos, que puedan ellos también escuchar por qué me muevo cómo lo hago. Al menos no lo recibí de fuentes directas, sí de comentarios, chusmerío, pero creo que las personas que se mueven así tienen una pobreza espiritual profunda, rozan la hipocresía que tanto criticó Jesús.

 

—¿Qué te producen todas las acusaciones que se hicieron a miembros de la Iglesia por abuso y pedofilia? 
—Decepción al punto tal de decir que hay que tener coraje hoy en día para dar la cara como cura en una sociedad donde hay casos evidentes, dolorosos y nefastos. No importa el número, sino la gravedad y ciertamente es un crimen. Hay mucha rigurosidad con base en los procesos y a los descubrimientos y por eso creo también que salieron a la luz. Yo en esto quiero, en pos de la verdad, dar a entender a la comunidad que si salieron es porque la Iglesia lo puso al servicio del orden civil. Creo que es terriblemente nefasto. Cuando estuve en Chile formándome, ya veía ese dolor, la gente que ve un cura y lo odia, que no hace distinción. No hay apelativos para estas personas enfermas, nefastas que se manejan en una estructura manipuladora, buscan el poder, apariencias, son hipócritas, pueden estar con la mejor sotana, llevar la mejor liturgia y enseñar el mejor dogma y detrás llevar esta vida subterránea. Si bien es verdad, no es en la Iglesia en el único lugar que pasa, es doloroso que usen su poder porque enseñan algo moralmente y se abusan de eso y el castigo tiene que ser más grave que cualquier otra persona. 

 

—Y después del 2 de febrero ¿qué vas a hacer?
—Estoy en otro discernimiento, pero esto tiene que ser de una semana, no lo puedo alargar 3 años. Tengo una propuesta de trabajo en Mendoza, pero también tengo oportunidades en San Luis, que son más acorde a mi profesión, a mi servicio. Al principio consideraba que me tenía que ir de acá para poner en perspectiva las cosas, porque me tengo que encontrar con Alan y deconstruir el Padre, que agradezco a Dios que haya sido y no lo rechazo, es parte de mi vida. Pero creo que es la voz de Dios, porque estoy muy atento a cómo me habla, la respuesta que tuvieron las comunidades, cómo se manejaron los medios de comunicación y gente que ni me conoce, entiendo que quizás era un prejuicio mío creer que me iba a hacer mal si seguía viviendo acá, pero en este momento cambia mucho la situación. Ahora la sociedad puntana me demostró que es diferente y que tranquilamente puedo caminar por las calles y que todos vean que soy Alan con otra vida, así que lo estoy viendo. En Mendoza me ofrecieron gerenciar la empresa. No donde quisiera poner mi fuerza laboral, quiero hacer trabajo social humano, porque me sale por los poros. Puedo trabajar 24 horas y cobrar 4 nada más. Me llena. Esa es mi primera vocación, servir.

 

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