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Fuerzan puerta y roban en el barrio Viviendas Productivas

Se llevaron tres notebooks y calzado. Rompieron un aparato que un chico usa como parte de un tratamiento médico.

Por redacción
| 20 de mayo de 2019
Doblada con una barreta. La puerta de la familia Santi-Funes. Foto: Gentileza/Policía de San Luis.

La familia de Celeste Funes y Mauro Santi, del barrio Viviendas Productivas, se amargó el sábado cuando volvió a su casa y encontró la puerta principal, de chapa, doblada como si fuera de papel. Cuando revisó, comprobó que le habían robado tres computadoras, tres pares de zapatillas, perfumes. Eso fue lo primero que echó de menos. Ayer la impotencia se hizo más grande: cuando su hijo fue a buscar los botines para jugar al fútbol, se dio cuenta de que también habían sido parte del botín de los delincuentes.

 

Además, los ladrones abrieron una caja y rompieron el aparato que usa el hijo del matrimonio para inyectarse una hormona, ya que sufre el síndrome de “Prader-Willi”, que le afecta el crecimiento: “Seguro pensaron que adentro había plata”, dice la madre.

 

Celeste cuenta que están afligidos porque una de las tres notebooks que les robaron era de un cliente, que la había llevado ese día para que su marido la reparara. Como establecían las condiciones estipuladas por el gobierno para adjudicar una vivienda en ese barrio, Mauro, técnico en microprocesadores, tiene su negocio de reparación y venta –“Compumetal”– en su domicilio, la casa 1 de la manzana 81.

 

“Como recién la traían, la computadora estaba en la casa, y no en el espacio donde está el taller”, explicó Celeste. Preocupados por restituirle la máquina al propietario, mientras esperan por la posibilidad que la Policía la recupere, han pensado en ofrecer una recompensa por ella: “Es marca Samsung, Core I7, de 15 pulgadas, color metálico”, describió.

 

Además de ese aparato ajeno, les robaron una Sony Vaio de ellos y la que le habían entregado a su hijo en la escuela, la semana pasada.

 

Ante este nuevo hecho, para ellos fue imposible no recordar que hace cinco años, cuando a su hija mayor, que iba a primer año, le dieron la bicicleta en la escuela, el mismo día se la robaron de la cochera, contó Celeste.

 

Este último robo ocurrió entre las cuatro y las seis de la tarde, el lapso que la familia estuvo ausente. Cuando volvieron, además de la puerta doblada por una barreta, encontraron dependencias totalmente revueltas por los ladrones, que seguramente buscaban dinero u otros objetos de valor. “Qué dinero vamos a tener, no tenemos un mango, lo que juntamos lo hemos gastado porque me descubrieron un tumor en la cabeza y me operan el martes (por mañana)”, contó la víctima de la delincuencia. “La verdad, estamos pasando un momento horrible”, se lamentó.

 

La familia pensaba que también le habían robado su mascota, una perra negra llamada “Beily”. Pero después la hallaron, asustada, sepultada bajo una montaña de ropa que los ladrones habían tirado al piso, al vaciar un ropero en busca de valores.

 

Celeste y Mauro llamaron a la Policía, que tardó media hora en ir. “Nos estábamos muriendo de frío porque el herrero llegó a arreglar la puerta y no la podía tocar porque no venían a constatar cómo estaba y a buscar huellas”, dijo la dueña de casa. Salvo la tardanza inicial, “los policías se han portado re bien, hoy fuimos a hacer la denuncia y nos atendieron muy bien”, dijo. La Comisaría 38ª está a seis cuadras de su casa.

 

La impunidad con que actuaron los delincuentes está demostrada en el hecho que la casa está ubicada en el centro del barrio, frente a la plaza y al bulevar, en un punto muy visible. Alguna vez alguien ponderó la ubicación de la vivienda, con la observación de que seguramente “al estar tan expuesta, no nos iban a robar, pero acá en el barrio no se salva nadie”, dice Celeste.

 

 

De la misma zona

 

La mayoría de los vecinos consultados atribuye los robos y ataques vandálicos a algunos grupos de jóvenes, varios de ellos menores, que residen en el vecino barrio 500 Viviendas Norte.

 

Verónica Suárez, vecina de la manzana 77, en el límite con el 500 Viviendas, es discapacitada y cuenta que cuando hay policías en la zona hay tranquilidad, pero cuando no, “pasa de todo”.

 

“Hay muy buenos vecinos de las 500 y de las Productivas, pero hay grupos de muchachones en las esquinas, por los que nos sentimos vigilados todo el día. La Policía sabe bien quiénes son, la mayoría son menores”, comentó a El Diario.

 

“Cruzando la calle de mi casa, en la manzana 81, también rompieron la puerta de una vivienda cuando el dueño salió y le robaron”, contó a este medio otra vecina, residente en la manzana 76. “Yo he sufrido una totalidad aproximada de diez robos, desde que está el barrio”, agregó. En uno, “destrozaron una ventana con una amoladora, y la última vez usaron un gato hidráulico”.

 

Contó que hay grupos de jóvenes que pasan violentando puertas, ventanas, vidrios, puertas, pintan con aerosol, o roban o matan perros. En el vecindario identifican como foco de la delincuencia una casa del 500, que estaría usurpada, donde venderían drogas y ejercerían la prostitución.

 

“Acá en mi manzana rompieron vidrios, a mi hijo le robaron el celular en dos oportunidades, todavía estoy pagando y ya no lo tiene, eso da mucha bronca e impotencia”, dijo una residente de la manzana 86. “Uno se lo robaron a las 8:30 de un domingo, cuando venía de un cumpleaños, y el otro, pasando la avenida Fuerza Aérea, a las 7 de la mañana, cuando iba al colegio”, relató.

 

“Hace dos meses entraron a mi vivienda a las 3 de la mañana, reventaron la puerta del frente y me desvalijaron. Se llevaron televisor, computadoras, microondas, pava, planchas, teléfonos, ropa, carteras, ropa, hasta los perfumes”, dijo otra habitante del Productivas.

 

Los ladrones actuaron pese a que su casa tiene rejas y alarma. “Gracias a mi vecina que salió y se encontró con ellos, no me llevaron todo. Cargaban las cosas en una EcoSport blanca”, relató.

 

“Mantener el proyecto de cada uno ha sido casi imposible no sólo debido a la crisis que atraviesa el país, sino a la inseguridad en el barrio”, dijo Martín, un docente universitario que da clases de apoyo en su casa. “Traslado a los chicos a la casa por temor a atender en el local”, agregó.

 

“Pusieron la comisaría en el barrio 500 Viviendas, con refuerzo de cámaras, y los vecinos aportamos con alarmas comunitarias, pero no es suficiente para impedir que los delincuentes sigan operando”, sostuvo.

 

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