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Puntano panamericano: la intimidad familiar de Alfredo Villegas

Entre mates, anécdotas y risas, El Diario de la República te cuenta la trastienda del oro panamericano que logró "Puli", junto a Pablo Fusto, en pelota de cuero frontón 36 metros.

Por Ángel Altavilla
| 20 de agosto de 2019
Al calor del hogar. Alfredo y Guillermina en el rincón favorito de la casa: juntos frente al televisor, para distraerse de tanta rutina deportiva. Fotos: Ángel Altavilla.

A pocos días de su regreso al país, el pelotari puntano Alfredo “Puli” Villegas no estuvo tranquilo hasta que llegó al hogar y se reencontró con su familia. Villegas y Pablo Fusto lograron el oro panamericano al superar en la final a los cubanos Armando Chappi y Frendy Fernández por 2-0 (15-6 y 15-11). La dupla argentina, que no perdió ningún set a lo largo del certamen, logró el triunfo en paleta, modalidad pelota de cuero frontón 36 metros.

 

En retrospectiva, Alfredo empezó a jugar a los 6 años cuando sus padres, Estela Vega y Eduardo, lo llevaron a la cancha.

 

Incluidos sus abuelos y sus hermanos Gabriel, Juan, Jorge y Matías, todos jugaron pelota paleta. Y aún en la actualidad lo siguen haciendo, pero de manera más tranquila.

 

“Fuimos criados en el trinquete”, aseguró Villegas, que viaja permanentemente al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), donde entrena de miércoles a domingo, y juega partidos de exhibición y de competencia. Lunes y martes retorna a sus pagos.

 

“Gracias a Dios, con esfuerzos, sacrificios y con lo que aportó mi familia, logré mucho”, contó Alfredo, al comando de una sesión de mates endulzados con miel que no respetaban la ronda, salteaban a uno y volvían a dar la vuelta, entre magdalenas y tostadas que devoraron su hermano Matías, su padre Eduardo y su esposa Guillermina.

 

Hace una década que “Puli” conoce a Guillermina Pellegrini, de 29 años, cuando él fue al Mundial Sub 22 (en el que obtuvo la medalla de bronce), y son padres de Emilia (de 7 años), Máximo (6) y el pequeño Salvador (2). “Se hace difícil no estar cerca, estamos comunicados por las redes sociales pero no es lo mismo”, aclaró Guille, mientras el pequeño Salvi corría arrastrando una paleta de papá.

 

Fanático del cine, Alfredo bautizó a su primer hijo con un nombre de película: es fan de Máximo Décimo Meridio, el personaje de Russel Crowe en “Gladiador”.

 

Salvi entra a las clases del profe Matías en el trinquete “y se enoja si lo sacamos”, bromean sus padres. A los dos años se pone a la par de los chiquitos de 5. “Lo lleva en la sangre”, aseguró su madre. Mientras, a Máximo no le gusta la paleta y a Emilia, al salir de la escuela, hay que llevarla a jugar. “Estoy chocho pero quiero esperar a que sean más grandes”, dijo emocionado el abuelo Eduardo, con experiencia en la materia. Fue el entrenador de sus hijos y continúa en esa faceta educativa en el Trinquete.

 

En 2014 la familia viajó a Buenos Aires para acompañar a "Puli", pero no fue fácil la transición. “Estaba sola con mis hijos y en Buenos Aires a la gente del interior no le dan lugar; no tenía amigas, entonces decidí volver”, recordó con pesar y a la vez con felicidad. “Acá, en San Luis está mi familia”, remarca Guillermina.

 

“Antes lloraba y sufría por él, lo extrañaba, pero me hicieron parte de una familia y dejé de preguntarme si valía la pena hacer tantos sacrificios estando separados”, contó Guillermina. “Gana campeonatos y no puedo pedirle que deje de jugar, sería cortarle las alas y ahora está en pleno vuelo”, explicó ella, con un brillo especial en los ojos.

 

“En el Trinquete encontré mi descarga, una vía de escape que me cambio la vida”, dijo Guille, que hace un año juega pelota paleta.

 

Guillermina es el sostén dentro y fuera de la casa, ordena la vida de todos y lleva la suya con mucha entereza y actitud: ella terminó en el colegio San Marino, y Alfredo en el Instituto de Estudios a Distancia (IES), pero en 2017.

 

Con la fortaleza de su esposa, Alfredo tiene un techo sobre su cabeza, la alegría de una familia constituida y un título colgado en la pared que no tiene nada que ver con los méritos deportivos.

 

Fue todo lo contrario, fue por su devoción al deporte que “Puli” dejó el secundario y varios años después Guille lo incentivó a finiquitar esa etapa. “Para el deporte es muy pasional, tenía que exigirle que estudiara”, dijo ella solemne, y volvieron las risas al recordar cómo Alfredo se sentaba a la mesa con sus hijos a hacer la tarea.

 

“Lo único que aprobaba era educación física”, contó con gracia Matías y su hermano lo confirmó: “Me costaba demasiado, solo quería jugar”, dijo “Puli”, quien dejó el colegio a los 16 años, en octavo grado, en la Comercio Nº 5, cerca de la cancha de Estudiantes. Otro dato deportivo es la filiación futbolera, todos son hinchas del “Verde” en San Luis, y de River Plate.

 

Los deportistas consagrados logran prestigio, premios, fama, dinero, respeto, pero la estabilidad personal no la tendrían sin el apoyo de la familia alrededor, y al menor descuido una carrera profesional podría temblar como un castillo de naipes o desvanecerse en el aire tan rápido como un estornudo.

 

No hay nada como sentirse contenido por la familia y los amigos, para trascender en cada proyecto.

 

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