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La zona del "trueque" ya tiene unos 600 puestos

Algunos vendedores lo tienen como segunda actividad. Ya no usan la modalidad de intercambio.

Por redacción
| 05 de agosto de 2019
Imposible estacionar. La gente llega a pie para buscar ropa nueva o usada, repuestos, herramientas y materiales para la casa. Fotos: Marianela Sánchez.

La necesidad tiene cara de hereje reza el dicho que aplica a la realidad económica que vive la Argentina. En San Luis la zona del "trueque" ubicada en avenida Lafinur siempre fue un refugio para aquellos que deseaban intercambiar mercaderías. Ahora solo reciben efectivo. Hoy a lo largo de 600 metros se contabilizan alrededor de 600 puestos que venden ropa nueva y usada para todas las edades, materiales para la casa y el auto, herramientas, alimentos, entre otros. 

 

La feria va desde Junín y llega hasta la avenida España. Por el momento, solo ocupa una sola vereda en la que cualquier espacio disponible sirve para tirar una tela y ofrecer lo que sea a quienes pasan. De cada lado de la senda con una distancia de un metro, los vendedores despliegan la mercadería lo que da un número estimativo de 600 espacios que ofrecen hasta alimentos para comercializar. En su mayoría los visitantes son familias que caminan a un ritmo lento en un espacio que ya quedó chico para la cantidad de gente que concurre. Las miradas siempre están en dirección al suelo donde finalmente podrán encontrar lo que buscan a precios módicos.

 

Silvana Rivarola vende ropa usada. Aseguró que está desde los comienzos de la feria y que pudo experimentar el crecimiento de manteros que llegan a la avenida. "Mi marido tiene un trabajo formal y yo vengo para ayudar a mi hijo con su alquiler o para lo que necesite mi familia. Hay días que vendo hasta 1.500 pesos en mercadería. Otros no tan buenos en los que llego a 800", explicó Rivarola que en promedio trabaja 10 horas de corrido en un puesto improvisado en una tercera hilera que se formó cerca de la avenida España.

 

Para conseguir la ropa se nutre de las ferias americanas a quienes les compra. "Cuando vuelvo a mi ciudad natal (Córdoba) busco prendas que estén en buen estado para revenderlas. También con los otros vendedores intercambiamos mercadería que en algunos casos es para vender y en otros la usamos para la familia", contó la mujer que confesó que estaba vestida 100% por ropa usada de ferias.

 

Rivarola contó que no toda la gente que llega a vender va periódicamente si no que a veces lo usan como una forma de sumar algunos pesos a la economía de una semana. "Hay algunos jóvenes que están en la universidad. Sus padres le pagan un alquiler pero como una forma de adquirir un extra vienen y venden lo que ya no usan", contó.

 

La vendedora explicó que en el mercado del "trueque" reina la solidaridad pero que a veces surgen conflictos por el espacio. "No pasa de un cruce de palabras pero sí hay situaciones en las que por no tener espacios diferenciados a veces buscan lugares que ya están ocupados, lo que genera roces", dijo.

 

Andrés Acosta hace changas con su camioneta y lleva a la avenida Lafinur materiales y repuestos para el hogar. Reconoció que en la actualidad, "hay mucha competencia lo que hace que venda menos. Los feriados y los fines de semana vengo para poder juntar plata. En estos tiempos todo es poco y nada alcanza. La crisis también la notamos en que nos tenemos que cuidar entre nosotros por los robos", explicó.

 

Acosta estaciona la camioneta sobre la avenida que también es útil cuando el cansancio lo vence. "Todo lo que vendo es bien habido. A veces la gente que se muda me regala cosas que ya no necesita y otras las encuentro tiradas en la calle. Dependiendo de lo que sea lo cambio con los puestos vecinos o bajo el precio a mis conocidos", contó como una forma de demostrar que buscan ayudarse entre todos.  

 

Pasando de costado y esquivando niños El Diario encontró a Yessica Sarmiento con su hijo y un bebé en brazos. Aseguró que en ese momento estaba de paseo pero que sabe que allí es posible encontrar  baratijas. "Está todo muy caro. Generalmente encuentro cosas para la casa. Hace un tiempo necesitaba una canilla monocomando que en un comercio sale alrededor de 2.000 pesos. Acá la encontré en 400", contó. Un caso similar fue el de Miguel Rojas que compró un sumidero de bronce en 50 pesos. "Es de un material caro por lo que calculo que nuevo debe costar más de 200 pesos. Yo siempre compro herramientas o repuestos porque son accesibles".

 

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