Los enormes incendios forestales en Australia, la Amazonia, California, la cuenca del Congo e Indonesia atrajeron la atención mundial hacia los riesgos de los períodos prolongados de calor y sequía, unos de los efectos del cambio climático. El gran interrogante es si este escenario constituye la nueva normalidad.
Hoy día, la temperatura media global es 1,1 °C más alta que a principios del siglo pasado. En algunas partes del mundo, esta alteración produce condiciones más secas que aumentan la probabilidad e intensidad de incendios forestales y megaincendios.
El riesgo de incendios forestales es mayor como resultado del cambio climático. Los aumentos en la temperatura media global de la superficie (GMST), en relación con los niveles preindustriales, afecta el comportamiento de los incendios forestales, lo que genera riesgos e impactos que aumentan de “moderados” a “muy altos” a medida que sube la temperatura global.
Los megaincendios, definidos como aquellos que cubren más de 40.000 hectáreas (400 kilómetros cuadrados), se aceleran por las altas temperaturas y la sequía. Son extremadamente difíciles de contener y por lo general se mantienen activos mientras haya vegetación disponible a su paso.
En 2019, Brasil, la República Democrática del Congo, la Federación de Rusia y Estados Unidos experimentaron incendios de este tipo, algunos a una escala sin precedentes.
En 2019, Global Forest Watch contó más de 4,5 millones de incendios de más de un kilómetro cuadrado en todo el mundo.
Esto equivale a 2,5 veces más incendios que en 2001. Casi todos los 500 megaincendios más devastadores de la última década (96%) han ocurrido durante períodos de clima inusualmente cálido y/o seco.
En Australia, la temporada de incendios forestales 2019-2020 está en camino a convertirse en una de las peores jamás registradas, y aún faltan 10 semanas para el final del período de fuegos más intensos, que va de diciembre a marzo.
Se estima que más de 10 millones de hectáreas (100.000 kilómetros cuadrados, un área del tamaño de Inglaterra) se han quemado en Australia entre el inicio de la temporada y la segunda semana de enero, dejando atrás víctimas humanas y hogares destruidos.
Según expertos de la Universidad de Sídney, es probable que aproximadamente mil millones de animales hayan muerto directa o indirectamente a causa de los fuegos.
Los incendios, además, están cobrando un alto precio a la economía australiana, con impactos en industrias como la agricultura y el turismo.
Sucesivas olas de calor han afectado a Australia en el verano austral a causa del calentamiento global.
La temperatura máxima promedio en todo el continente fue superior a 40 °C durante 11 días en el mes de diciembre, con lo cual se superó el récord anterior, de siete días, registrado en 2018.
Solo durante cuatro días entre 1910 y 2017 se había alcanzado un promedio superior a los 40 °C, dos días en 1972 y dos en 2013.
Los extremos climáticos conjuntos de la sequía y las olas de calor solo aumentan el riesgo de temporadas de incendios catastróficos recurrentes en Australia.
“Los megaincendios bien pueden convertirse en la nueva normalidad a medida que las temperaturas globales continúen aumentando”, dicen los expertos en cambio climático del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Los países del G20 son responsables del 78% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los gobiernos, las empresas, la industria y los ciudadanos de esas naciones deben establecer objetivos y plazos para la descarbonización.
Resulta ineludible aprovechar el potencial y las oportunidades de un mundo impulsado por energía renovable, tecnologías de eficiencia, sistemas alimentarios inteligentes, y movilidad y edificios cero emisiones. Los desastres catastróficos que ha vivido la humanidad en los últimos años son propios de un planeta con un calentamiento global de 1,1 °C. ¿Cómo será la vida en unas pocas décadas si se llega a un aumento de 1,5 °C?
Los recientes incendios forestales permiten visualizar las catástrofes humanitarias, ecológicas y económicas propias de un clima cambiante, y constituyen un presagio, no solo para Australia sino para el resto del mundo. La nueva normalidad puede ser dramática.


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