"Desconfío de la ficción autobiográfica"
El escritor presenta su primera novela "A lo lejos", escrita en inglés.
—¿Cuáles fueron tus lecturas para reponer el contexto geográfico e histórico de "A lo lejos", tu nueva novela?
—Una dieta robusta de literatura del Siglo XIX. Pero es, en general, la literatura que más me gusta, así que fue muy natural pasarme varios años confinado a ese período. Uno de los aspectos más maravillosos del proceso de la escritura fue descubrir una serie de textos de la literatura norteamericana que han sido un poco olvidados. Hay una tradición muy rica de crónicas de viajes que, para mí, fue un hallazgo feliz. También trabajé con diarios personales de la época y otros documentos, como guías de minería y manuales médicos.
—El desplazamiento en búsqueda de un objetivo y su aventura es un tópico en la literatura, ¿tuviste referentes clásicos, algún escritor argentino?
—La picaresca, por ejemplo, fue una gran influencia en el libro. "A lo lejos" es un relato episódico, organizado por la sucesión lineal de diferentes retablos. También encontré cierta inspiración en algunas novelas de iniciación o de aprendizaje, aunque a diferencia de esa tradición, mi personaje no termina incorporándose a la sociedad como un buen señor burgués. Y debería mencionar las "Crónicas de Indias" y su mirada violenta y delirante de América. Y la gran influencia argentina es, desde luego, Borges.
—¿Cuánto de tu infancia en Suecia y de tu estancia en Nueva York hay en el protagonista?
—Desconfío un poco de la ficción que se presenta como abiertamente autobiográfica y confesional. Siempre me ha parecido un tanto sospechosa esa pretensión de inmediatez. Pero sin dudas hay elementos de mi historia personal en el libro, aunque de modo cifrado. La experiencia de ser extranjero y circular entre diferentes lenguas es central en mi vida. Y el libro definitivamente es el resultado de la triangulación entre Suecia, Argentina y Estados Unidos. Pero más que por las anécdotas de mi vida, la novela está inspirada por mis lecturas.
—¿Qué acerca y qué distancia la violencia que narrás en mediados de Siglo XIX con la violencia actual en EE.UU. y en otros países?
—La violencia ocupa un lugar central en el libro. Si bien era algo que me interesaba explorar, también confieso que fue el elemento que casi me hizo desistir de este proyecto. La literatura y el cine norteamericano tienen una larga tradición de representar la violencia como algo sensual y glamoroso. Esta mirada frívola siempre me ha irritado. Y resulta doblemente objetable dada la situación tremenda con la proliferación de armas en este país. El protagonista de la novela se ve forzado a cometer un acto de violencia devastador. Pero esto lo destruye y lo transforma en una suerte de exiliado moral: no soporta la mirada de los demás.


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