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Una puntana se ofreció para recibir la vacuna de Moderna

Fue seleccionada entre 10 mil personas. Afirma que ahora es inmune a la COVID-19 y que siente mucha seguridad. 

Por Ayelen Anzulovich
| 20 de diciembre de 2020
Claudia, sonriente, muestra cómo se colocó la primera vacuna contra el coronavirus, en Pensilvania.

La puntana por elección Claudia Melendez de Ardiles, de 53 años, nació en Buenos Aires pero pasó toda su infancia y adolescencia en la localidad de Concarán. Hace casi treinta que vive en Pittsburgh, una ciudad ubicada al oeste de Pensilvania (Estados Unidos). En julio de este año se enteró que el laboratorio norteamericano Moderna, uno de los que produce la vacuna contra la COVID-19 y que en ese entonces estaba en la Fase 3, buscaba voluntarios para realizar una prueba. Ella participó y contó cómo fue atravesar el proceso.

 

Como casi todos los años, en el mes de julio preparó las valijas para venir al cumpleaños número 90 de su mamá Marqueza Albornoz, pero por la pandemia debió cancelar su viaje. “Estaba bastante afligida por no ir, y más por lo lejos que parecía que estaban los científicos de encontrar la cura del coronavirus”, dijo Claudia, quien resaltó que en ese entonces vio en las noticias que Moderna buscaba personas de todas las edades, pero especialmente de las minorías de EE.UU., como afroamericanos y latinos.

 

Resaltó que el laboratorio en Fase 1 comprobó la seguridad de la vacuna, en la segunda vieron los efectos secundarios que podía llegar a causar y en la tercera evaluaron la eficacia. “Me anoté en una base de datos en la universidad de mi ciudad para la segunda. De 10 mil quedamos 250 en mi área”, comentó la puntana (En todo Estados Unidos fueron 25.000 voluntarios). Un tiempo después de presentarse le dijeron que le harían una entrevista médica telefónica para conocer su estado de salud, luego le pidieron hablar con su especialista de cabecera.

 

El 5 de septiembre fue la fecha en la que recibió la primera dosis. Antes de su colocación le hicieron un test de coronavirus y le sacaron sangre. “Me hicieron descargar una aplicación en el teléfono para reportar algunos de los 17 posibles síntomas que podía tener”, dijo Claudia, quien señaló que cinco horas después de la inyección sufrió dolor de cabeza, diferente a los que tenía normalmente. Esa noche se fue a dormir, sintió escalofríos y nunca tuvo fiebre. “A la mañana siguiente estaba cansada. El médico me dijo que la reacción que le producía a mi cuerpo era leve”, comentó.

 

Semanalmente, y para saber que todo iba bien, un médico se comunicaba con ella. Al mes siguiente le pusieron la segunda dosis. Allí le volvieron a extraer sangre para analizar si había generado los anticuerpos. “Seguí con el mismo procedimiento y las manifestaciones fueron similares a las anteriores. Estuve un poco congestionada. Al otro día ya estaba perfecta”, destacó. Otro que se sumó a la prueba fue su esposo, Pablo Ardiles, quien sufrió reacciones más intensas.

 

“En ambas ocasiones la fiebre le llegó a rozar los 40 grados. Estaba cansado, sin ánimo y sin hambre, pero a los dos días ya estaba como nuevo y rozagante. Somos inmunes a la COVID-19. La sensación de seguridad es impagable”, manifestó y acentuó que de igual manera no dejan de lado las medidas de higiene como lo son el uso del barbijo, alcohol en gel y respetar el distanciamiento.

 

Un poco de su historia

 

Claudia se recibió de psicóloga en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). En 1992 comenzó a trabajar en la orquesta sinfónica de la escuela “Jean Piaget”. Un año después conoció a Pablo, su marido, un violinista tucumano. “Decidimos empezar nuestra vida juntos en Norteamérica, en donde él ya había estudiado. Nos mudamos a Pensilvania”, dijo. Entonces ella tenía 25 años.

 

Ambos tenían una beca en la universidad. Claudia hizo una maestría en psicología y él se dedicó a perfeccionarse en la música. “La beca era para estudio y a Pablo le daban unos pesos extras, pero para generar más ingresos yo cuidaba a la hija de una familia amiga y él tocaba el violín en iglesias, casamientos y fiestas”, contó. Señaló que adoptaron dos hijos: Santiago, quien hoy tiene 18 años, y Gabriela de 15. “Estados Unidos nos recibió muy bien”, concluyó.

 

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