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Francisco "Pancho" Funes: "El día más difícil de mi vida"

Fue rescatista en el hundimiento del "ARA General Belgrano". Era tripulante del "ARA Bouchard", que también fue torpedeado. Aprendió a tocar la guitarra y hoy es su terapia.

Por Johnny Díaz
| 06 de diciembre de 2020

Uno de los hitos que marcó un antes y un después en la Argentina fue la Guerra de Malvinas en 1982, año en el que las fuerzas nacionales se enfrentaron al poderoso ejército inglés apoyado por otros países.

 

En las gélidas aguas del Atlántico Sur, minutos después de las 16 y fuera de las 200 millas náuticas (área de exclusión), el "ARA General Belgrano" recibió dos arteros y  terribles impactos del submarino nuclear británico HMS Conqueror (S48): murieron 323 de sus 1.093 tripulantes. Un tercer impacto pegó en el "ARA Bouchard" y explotó en el agua. Era el 2 de mayo de 1982.

 

La misión que tenía el "General Belgrano" consistía en apoyar a la flota argentina, cuando fue torpedeado. Un hecho criminal hasta hoy condenable.

 

 

 

El "Belgrano", que tenía 72 bocas de fuego, al no contar con sonar (elemento que se utiliza para ubicar submarinos) era secundado por los destructores "ARA Piedrabuena" y "ARA Bouchard".

 

Francisco "Pancho" Funes, oriundo de Nogolí, integraba la tripulación del "Bouchard". El especialista en explosivos bajo el agua (bombas, minas y torpedos) hoy recuerda una vez más el golpe bajo asestado en el Atlántico Sur. "El 'Conqueror' dispara tres misiles: dos impactan en el 'Belgrano', uno de ellos destruye totalmente la proa, el restante pega en el medio y rápidamente comienza a hundirse. El tercero golpea en nuestro barco, a la altura de los remaches o de las cuadernas (partes que unen el casco de la unidad militar) y las rompe ocasionando un inmenso corte (en la jerga marina, un rumbo); el torpedo cae al agua y explota. El hueco cada vez es más grande, el barco comienza a escorar hasta llegar a los 45 grados. Con un expansor logramos achicar la brecha de chapones de más de 5 centímetros de espesor, colocamos palos, trapos con grasa, cemento con fulminantes y bombas de achique. Todo era útil ante la desesperación".

 

 

 

Agrega que las frías aguas (más de 30 grados bajo cero, olas de hasta cuatro metros y vientos de unos 140 km/h) hacían complicadísimo el rescate. "Imagínese esta situación —amplía—. El 'Bouchard' no podía detener su marcha por sus averías, giraba mientras en botes buscábamos balsas con sobrevivientes y cuando lo lográbamos, el barco estaba haciendo otra maniobra a la distancia para volver. El olor a azufre, sangre quemada y pólvora era insoportable; a ese olor lo llevé por años. Así y todo, rescatamos a más de 60".

 

"Todo era difícil. Recuerdo que a mi lado estaba un soldado quemado y muy malherido, entonces le pido al médico un calmante para apaciguar su dolor, le coloco una inyección al tiempo que me da una estampita para su madre. El soldado murió, nunca supe quién era y a la estampita la tengo guardada".

 

 

 

Pequeños silencios acompañan el fluido diálogo del cabo primero técnico Francisco Funes. "Se dieron varias situaciones humanitarias entre soldados, por ejemplo la de Omar Lacasse, de Villalonga, un experto en explosivos que no sabía nadar pero ayudó a un colega que estaba enyesado: se sacó su salvavidas, se lo puso, lo infló y lo empujó al mar; después él hizo lo propio. Los dos se salvaron. Luego relataría que cuando se sentía desfallecer, y entregado a su suerte, sintió que algo lo empujaba a la superficie: eran marinos que de una balsa lo sostenían cuando su cuerpo pegaba una y otra vez contra el casco del 'Belgrano'. ¿Usted se imagina tal situación en medio de la nada? ¿Un barco hundiéndose, con fuego, desesperados gritos y muerte por todos lados?".

 

"También había un soldado de 15 años (Macedo), estudiante en la escuela de Puerto Belgrano y lo mandaron al 'Bouchard'. Nunca más lo vi ni supe de él".

 

 

 

Señala que muchas de esas balsas no estaban en condiciones de utilizarse, eran inoperantes. "Incluso cuando llegamos a tierra firme se hizo un relevamiento y hasta la del comandante Washington Bárcena estaba inutilizable. Fue terrible saberlo, un bajón muy grande".

 

Comandado por Bárcena, el "Bouchard" tenía una tripulación de 330 hombres. La noche anterior  Bárcena había participado en la Isla de los Estados en la estrategia de combate, con la cual no estaba de acuerdo. "En caso de no poder detectar a los submarinos ni poder atacarlos, teníamos que separarnos para evitar que fuéramos abatidos. Nos adelantó que lo peor que podía pasarnos era que cayéramos al agua y que, si eso ocurría, era la muerte, irremediablemente".

 

 

 

Funes agrega que en el mar todo es diferente. "Uno no ve al enemigo, surge de la nada y lo siente cuando está encima, no es como un combate en tierra firme. Es distinto a todo. Yo había perdido el miedo. No era casado ni tenía novia, combatía por el honor, por mi familia, por San Luis y por mi Patria, soportando temperaturas increíbles, cansado y con hambre. Era terrible. Estuvimos siete días casi sin comer, nos daban un pequeño choripán y una taza de mate cocido, no había tiempo ni alguien que cocinara. Cuando se está en combate no hay tiempo para nada, ni para pensar".

 

Manifiesta que después del hundimiento del "General Belgrano" habían quedado con el ánimo por el piso: nunca habían visto tanta barbarie, tantas personas heridas, muertas, mutiladas. El frío se encargaba del resto, los gritos de dolor eran terribles, insoportables. A eso había que sumarle el estado de los navíos.

 

 

 

El 16 de mayo, el "Bouchard" tendría su desquite: el sonar detecto un sonido muy peculiar. "Enganchamos un submarino (habría sido el Onyx, nunca confirmado hasta hoy) que intentaba desembarcar comando por la más alta elite británica en balsas para inutilizar misiles, aviones y matar a los pilotos en la base Almirante Hermes Quijada de Río Grande. Abortamos magistralmente ese golpe echando por tierra el intento, matando a 64 comandos. Posteriormente nos enteraríamos de que era parte de la Operación Mikado, que había nacido en Escocia y que primariamente contaba con el apoyo de Chile".

 

"El submarino enemigo se recostó detrás del 'Piedrabuena' haciendo imposible el uso de misiles. Lo cañoneamos, pero logró hacerse a la mar".

 

"Otro grupo alcanzó tierra firme y se dispersó, serían unos cuatro o cinco, pero volvieron tras sus pasos con la intención de tomar al 'Bouchard'. Esa noche, con más de 10 grados bajo cero, yo estaba de guardia con mi amigo Carlos 'El Turco' Sager; pudimos repeler el ataque matando a los británicos".

 

 

 

A modo anecdótico, cuenta que el servicio de inteligencia inglés era muy completo y experto, y su teoría se basaba en que sabía que después de 45 días las autoridades navales argentinas les habían dado 10 minutos para bañarse y que en ese interín los ingleses habían intentado el malogrado desembarco. "Pensaron que nos encontrarían relajados, pero no fue así. En ese combate derribaron un helicóptero chileno que rápidamente fue tapado con tierra, pero quedaron las fotos como un documento invalorable".

 

"Regresé a San Luis el 2 de julio de ese año, enojado porque en la base hicieron una formación y me dieron diez días de castigo por andar barbudo y con los borceguíes sin lustrar. Sentí que habían violado mi intimidad; terminé mi contrato, que era por cuatro años, y me volví a mi provincia".

 

"Acá lo primero que hice después de ver a mi familia fue ir a la plaza Pringles y disfrutar ese momento único, inolvidable, tomar sol y ver la gente pasar. Estaba en mi tierra, junto a mis seres queridos, quería disfrutar. Veía todo cambiado, distinto para mí, raro".

 

"Mi padre tenía un Fiat 600, me fui a dar una vuelta y me perdí. Era tanta la descompresión que sentía que me costó mucho volver a la normalidad. Con el tiempo, me atendieron psicólogos y psiquiatras. No fue nada fácil mi recuperación. Y entiendo que a mis colegas les pasó lo mismo".

 

"Pancho" es hijo de Maximiliano Funes, quien falleció a los 86 años (lo atropelló un animal y se le desprendió un marcapasos), y de María Angélica González. Tiene un hermano en Neuquén, Julio. Está casado con Gladys Tissera y tiene tres hijos: Alejandra, Santiago y Ramiro, y un nieto, Yuthiel.

 

"Me costó mucho reinsertarme en la sociedad, nos tienen por locos o por matagente. Hay que negar que sos un excombatiente o veterano de guerra, nunca decirlo, en ningún  ámbito, incluido el laboral. Tenés que tener hasta amigos nuevos porque los que tenías son los que más daño te hacen, a veces involuntariamente, otras no. Ser excombatiente o veterano de guerra es muy duro".

 

"Con los años aprendí a tocar la guitarra, esa es mi verdadera terapia. El amor de mi familia y la música me terminaron salvando".

 

"Pancho" cierra con un recuerdo imborrable: "Mi padre era capataz en la estancia La Escondida, en Nogolí, propiedad de una familia inglesa, los hermanos Colbertt. Ellos llegaban en su avioneta, después me llevaban a volar recorriendo el campo".

 

San Luis perdió a 5 soldados en el "ARA General Belgrano": Mario Funes, oriundo de Nogolí y primo de "Pancho";  Hilario Laciar, de Candelaria; Freites y Aldo Frola, de la ciudad de San Luis, y Godoy de Cortaderas. Héroes que merecen ser reconocidos eternamente.

 

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