“Siempre me interesó contar historias que reconocieran a la mujer”
Tanto en el cine como en el teatro y la televisión, la actriz logra adaptarse a cualquier rol que se proponga. Adjudica esa virtud a los años de estudio y preparación que la llevaron a los escenarios y televisores de todo el mundo. Su último trabajo fue una obra por streaming, "Detrás del arcoíris".
S i hubiese una realeza de las telenovelas argentinas, Luisa Kuliok tendría el puesto de reina. Con la protagonización de más de 20 tiras diarias en su haber y otros tantos protagónicos en teatro, la reconocida actriz a nivel mundial se calza la corona de diamantes. Fue la estrella de “La extraña dama”, donde encarnó a una monja con un pasado apasionante. La tira obtuvo picos de 9 millones de televidentes por semana y pasó a la historia de la televisión italiana por ser la novela más vista de todos los tiempos. A partir de ese boom, la actriz sería una invitada más en la cena de los hogares de la Argentina y el mundo en el prime time.
Sus primeros pasos por los escenarios fueron desde muy pequeña, a los 5 años empezó a estudiar actuación y a los 18 ya había obtenido su primer rol protagónico en teatro con “Despertar de primavera”.
La porteña de 67 años, proveniente de una familia sencilla de Villa Devoto, asegura que su éxito recae en sus años de preparación, además del gran incentivo por parte de su madre, una ama de casa que siempre soñó con subirse a las tablas y que le transmitió la pasión por el arte. Ahora, su última aparición en la pantalla digital fue la obra de streaming “Detrás del arcoíris”, que protagonizó con Osvaldo Laport, con quien hizo la telenovela “Cosecharás tu siembra” en 1992. Cuenta la historia de dos exnovios de la infancia, Luis y Mabel, quienes se reencuentran, tras 30 años de separación, en tiempos de pandemia detrás de las pantallas de sus computadoras.
—¿Cuándo comenzaste a actuar?
—Mi mamá me involucró en ese mundo, empecé a estudiar teatro en realidad porque ella amaba todo lo que tenía que ver con lo artístico desde siempre, pero venía de una familia humilde y muy trabajadora y no le fue posible concretarlo. Así que yo, como hija mayor, vine a encarnar su sueño y evidentemente me gustó. Nunca lo sentí como un peso, sino que me dio todas las alas para poder encontrar mi lugar. A partir de ahí siempre quise ser actriz. Luego, cuando terminé la escuela secundaria, sabía que quería estudiar con el gran Agustín Alezzo, quien me dio el honor de hacer el protagónico de “Despertar de primavera”. Más tarde llegó mi primer gran personaje en el cine, cuando actué con Graciela Borges; y después, la televisión.
—¿Cuándo se dio la llegada a la televisión?
—Yo no la busqué, recuerdo que llegaba de la escuela a almorzar y ese rato con mamá era para ver las novelas o los unitarios a la noche. Yo admiraba mucho a quienes hacían las telenovelas porque había una rudeza y exigencia del trabajo actoral. Los admiraba profundamente, no sabía cómo hacían para mantener un personaje de esa manera, nunca me creí capaz y luego, cuando hicimos “Despertar de primavera”, había un productor de Canal 13 llamado "Cacho" Catalán que iba a los teatros a ver jóvenes nuevos que surgían, y me invitó a hacer televisión. Me fue bien.
—¿Qué representó para vos esa exposición?
—Adoré la televisión, la impronta cuando se prendía la lucecita y toda la adrenalina para que una escena salga maravillosa. Para mí significó un redescubrimiento y la posibilidad de llegar a muchos hogares, porque uno cae en sus casas y se produce un vínculo amoroso, como una especie de romance, que en mi caso dura desde que empecé. Yo sigo sintiéndolo y la gente me manifiesta permanentemente ese amor profundísimo a través de la memoria de lo compartido por las novelas.
—¿Qué significa en tu carrera “La extraña dama”?
—Me permitió acceder a otras fronteras, pasarlas y llegar a diversos países y a los lugares más inesperados del mundo. Fue un furor internacional, se daba en lugares como Italia e Israel, salíamos subtitulados en hebreo y la gente que miraba la novela empezaba a estudiar y a aprender nuestro idioma, incluso me llegaban cartas escritas por fans de allá en castellano. La veían nueve millones de personas por semana, fue un furor enloquecedor.
—Las novelas que protagonizaste recorrieron el mundo...
—Nunca lo busqué, sino que me fue sucediendo y creo que me fue bien porque estaba muy formada como actriz, lo que me permitió hacer “Amor gitano”, que era de época; y después hacer “Amo y señor”, que era completamente diferente. Podía hacer “Venganza de mujer”, donde interpreté a una correntina que había nacido en un rancho y que llega a ser lo que fue, y luego llegar a “Más allá del horizonte''. A mí lo que me importó mucho fue siempre contar historias donde el hecho del amor y la pareja no sea lo único de la vida de estas mujeres, sino que siempre había una búsqueda desde lo personal, de identidad y reconocimiento de los derechos de las mujeres. Siempre mostré historias de sufrimiento, lloré mucho en las novelas, pero no se detenían sino que tenían una gran fuerza interior hacia adelante y sobre todo porque creo que eso somos las mujeres, que cuando se nos pretende mostrar solo recalificadas a través de la pareja me parece que no tiene mucho de realidad, la mujeres nos animamos muy fuerte.
—¿Cómo es ser mujer en el ámbito de la actuación?
—Tuve que atravesar sin ninguna duda otros parámetros. Yo celebro los feminismos surgiendo con tanta fuerza porque no es lo mismo tener que pelearla sola que hacerlo todas juntas y juntos, porque los varones deben sumarse y saber que el rol de pares es fundamental. Entonces, en ese sentido, el machismo existía, yo tenía que ser muy fuerte para resistir algunos momentos difíciles, no hablo de abusos, sino que se manifestaba en cosas sutiles, de la predominancia del hombre como algo mejor que la mujer. Eso ha pasado y lo hemos visto, incluso, usar a la mujer como objeto. Yo siempre luché contra eso y tuve la suerte o la oportunidad de que se me haya escuchado. He tenido que ponerme muy dura para ganar ciertas batallas. Creo que ahora se visibilizó todo un poco más pero nos queda mucho camino aún.
—¿Creés que ahora se podría hacer lo de las famosas cachetadas que hacían en “Amo y señor”?
—Hay que seguir haciendo todo, no se trata de hacer una autocensura. Después, si vamos concretamente al tema, esas cachetadas eran un juego como el de Los Tres Chiflados. La novela era una comedia, no un melodrama. No era una mujer sometida, sino que ambos se enfrentaban y dominaban mutuamente. Era una relación de pares donde los dos jugaban un juego de pasión pero ninguno salía lastimado, no había eso. Hoy a la lectura que le quieren hacer yo no la comparto, más bien creo que es al contrario: mi personaje era una mujer empoderada en su época. Se llamaba “Amo y señor” y probablemente eso haya quedado pegado, pero no quiere decir nada.
—Siempre remarcás que haber estudiado te llevó adonde estás ahora
—Es fundamental y cada uno de los lugares, de teatro, televisión y cine, tiene sus propios códigos. Para actuar uno está permanentemente entrenando y nuestro instrumento es el cuerpo. Tenemos que tener la relajación y las condiciones físicas para movernos, poder sentir todas las vibraciones y matices por los que pasa un personaje y hay que estar disponible con la cabeza, el corazón y el cuerpo para que todo sea una unidad y potencia, y que eso llegue a las otras personas.
—¿Cuál fue la dificultad de hacer “Detrás del arcoíris”, tu primera obra virtual?
—Al entrenamiento lo tengo permanentemente respecto a los personajes, pero sí vino esta dificultad de no poder estar juntos, entonces se hizo con protocolos. No estábamos en el mismo ámbito cuando trabajamos con estos personajes, que se escuchan precisamente de forma virtual detrás del arcoíris, como nos ha pasado a todos y todas en el mundo con esta pandemia. Nos encontrarnos detrás de una computadora. Fue una gran exigencia porque aún la televisión nos da la posibilidad de estar todos juntos, trabajamos con las energías y nos miramos a los ojos, en cambio acá fue a través de un dispositivo. Sin embargo eso es lo interesante de la entrega, todas las personas en general usamos los dispositivos para escondernos, ya sea un teléfono o una computadora, y nos engañamos un poquito.
—¿Cómo fue tu experiencia en San Luis?
—Estuve en Potrero de los Funes donde hice el unipersonal “El collar de la paloma”, y en la capital hicimos "Porteña". Además, tengo amigas en Villa Mercedes y a mi hermana en Merlo, adonde voy muy seguido ahora que ella encontró ahí su lugar en el mundo. Es una provincia muy querida y celebro que siempre hagan cosas para beneficiar lo que significa la vinculación con lo artístico. Para mí fue muy importante hacer ahí “Las obreras”, una obra basada en un hecho real que pasó en 1904, en una lavandería de Avellaneda; fue la primera vez que las mujeres se animaban a una huelga y hubo que pagar con sangre ese día, eso lo llevamos a San Luis y fue glorioso. Tengo recuerdos hermosos.


Más Noticias