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Producción biodinámica: cuando entra a jugar el espíritu

Cristian Oliveira y su pareja Maite se basan en el calendario astronómico para dirigir sus cosechas a buen puerto. Creen que con la teoría no alcanza; hay que poner el corazón.

Por Magdalena Strongoli
| 16 de febrero de 2020
Cristian y Maite. La conversación con la Revista, fluida, se dio en el comedor de la casa.

Las formas de producción que retrotraen al principio de los tiempos son, a esta altura, una tendencia muy utilizada por amplias capas de la sociedad. Y se podría decir de ambos lados del mostrador, ya que están los que producen con técnicas que parecían olvidadas y también hay un mercado ávido por contar con materias primas que no contengan los 'lastres' de la modernidad, esos que colaboran con una mayor producción, pero que ponen en juego la salud y la confianza de los consumidores.

 

Cristian Oliveira y su compañera Maite viven desde hace 20 años en Leandro N. Alem,  en el paraje Los Corrales, a unas pocas cuadras de la plaza principal del pintoresco pueblo enclavado sobre la ruta 146, entre San Francisco del Monte de Oro y Quines, donde la ruta pasa a ser la 20 y se pierde rumbo a Villa Dolores.

 

Allí tienen 14 hectáreas que les dan alimentos para el autoabastecimiento y, además, les agregan valor para venderlos en la Feria de Pequeños y Medianos Productores que organiza el Ministerio de Producción. La modalidad que ellos utilizan está regida por la biodinámica, que es una de las formas de hacer agricultura orgánica más difundida en los últimos tiempos.

 

Ahora bien, ¿qué es la biodinámica aplicada a la agricultura? Cristian lo explica con naturalidad: "Se trabaja con las fuerzas más que con las sustancias. y se utiliza el calendario astronómico, que es el elemento en el que nos basamos para nuestras actividades agrícolas. Se hacen los preparados acordes a cada fecha y se aplican a la tierra o sobre nuestra producción. También esperamos el momento adecuado para la cosecha, como hacían nuestros antepasados, dependiendo de la posición de la luna, el sol y las estrellas".    

 

Cristian y Maite son los papás de Almendra y Lino. Los cuatro habitan en una cálida casa con paredes de piedra que sostienen el arte que la familia despliega como otra de sus actividades diarias. Tienen cerca de 200 colmenas que son su principal sustento económico, ya que con la producción de las abejas hacen derivados como miel, jarabe de propóleo, velas, arrope y la histórica bebida conocida como hidromiel. Todo con métodos naturales.

 

 

Respeto. Los Oliveira no tocan la flora nativa, como el algarrobo que puebla el monte.

 

 

El tránsito por el campo muestra una flora desprolija, que tiene relación con la conservación del ambiente natural y la búsqueda constante de la polinización como una forma autóctona de mejorar los rindes. En las primeras parcelas asoma una plantación de alfalfa que alimenta a un pequeño rodeo de menos de 10 vacas. Maite cuenta que los terneros, cuando alcanzan su peso ideal, son carneados y ese alimento es conservado para 'tirar' durante el año. Además, cada día ordeñan metódicamente las vacas. "Esa es la leche que consumimos. Además hago manteca y quesos a granel, que también refrigeramos para poder comer varios meses después", describe la mujer, quien vino con su pareja desde Quilmes, una ciudad ubicada en la zona sur del populoso Gran Buenos Aires, para instalarse en la paz del paisaje serrano.

 

Una pequeña huerta con tomates,  pimientos y algunas flores le aportan color al hogar. Mientras Maite se ocupa de esas tareas, Cristian es el encargado de las labores vinculadas con las colmenas. "Como nuestro fuerte son las abejas, respetamos la formación de los montes, que es lo que nos ayuda con la producción de miel. El lucillo es un arbusto que crece en forma natural y que en la floración es el mejor alimento para nuestras abejas", aseguró el pequeño productor, que a su lado tenía unas cuantas colmenas desparramadas bajo la sombra de un árbol.

 

"El algarrobo es una nativa muy delicada, que desde hace varios años ya no tenemos porque las condiciones del clima tienen que ser muy particulares", agregó Maite.

 

Los frutales no podían faltar en el campo. Almendras, duraznos, ciruelas y damascos. "La fruta, como todo lo que nos da nuestra tierra, primero lo consumimos nosotros. Lo que sobra lo procesamos y lo hacemos dulce para vender. Lo que sirve para consumir como fruta en fresco lo conservamos para el resto del año", contó la mujer.

 

 

De la teoría a la realidad

 

La biodinámica para los Oliveira es una perfecta conjunción entre el uso de los recursos disponibles que da la naturaleza y la conexión de quien realiza esas labores a un nivel espiritual. Si bien ellos usan un calendario para saber cuáles son los días más propicios para realizar las labores de campo, aseguran que vivir en armonía con la naturaleza les da un ritmo natural que les permite prescindir de esa bibliografía. "Después de un tiempo en este estilo de vida uno comienza a naturalizar los ritmos del universo", reconoció Maite.

 

Por definición, la biodinámica es una parte de la fisiología que estudia la actividad o la energía de los procesos biológicos de los seres vivos. La técnicas que utilizan quienes practican esa modalidad están basadas en la teoría de Rudolf Steiner, un croata considerado como el creador de la agricultura biodinámica. La diferencia que existe con otras formas ecológicas de producción es que utiliza preparados con vegetales y minerales como aditivos en el compost. Otra característica de la biodinámica es que el calendario que usan está regido por los movimientos de los planetas.

 

"En el sistema que utilizamos es importante generar un ecosistema propio en el que no ingresen agentes externos a la finca. Esa es la forma en la que es posible conseguir todos los elementos necesarios para una producción sustentable basada en los principios de la biodinámica", cuenta Cristian, convencido del sistema que aplica.

 

Al hablar de las inundaciones que azotaron a Alem, y en general al noroeste de San Luis hace casi cuatro años, recordó que la crecida les llevó varias de sus colmenas, las que en parte recuperó gracias a la ayuda de la actual gestión del gobierno provincial.

 

 

Colmenas. La producción de miel y derivados es su principal fuente de ingresos.

 

 

"Entendemos que las pérdidas que hemos sufrido en 2015 son un componente fundamental de nuestra concepción de vida. Si la naturaleza nos quitó gran parte de las colmenas que teníamos fue por una buena razón. Muchas veces crecer en volumen productivo implica desarrollar nuevas estrategias que pueden ser contraproducentes para nuestro ecosistema actual", comentó Oliveira, quien es apicultor desde muy joven.   

 

Para explicar un poco más la forma de entender la vida que tienen contaron que la biodinámica es bastante común y que en las grandes fincas en las que producen uvas para vinos también utilizan el sistema pero, según su parecer, no lo hacen de la manera adecuada. "La forma de producción requiere estar conectados con los ciclos de la naturaleza. Son los dueños, los mismos productores, quienes deben ejercer esa práctica. Pasa que en los viñedos quienes trabajan son empleados, lo que hace muy difícil que lleven adelante la parte espiritual que conlleva la biodinámica", describe Cristian.

 

 

Un cambio de vida

 

Ella tenía 16 años y él 18 cuando se conocieron en un boliche y, desde ese momento, supieron que querían hacer algo diferente de sus vidas, pero siempre juntos. A su adolescencia y juventud las transitaron en una época en la cual las cosas eran bastante diferentes a las que les toca vivir a sus hijos en la actualidad. El miedo era moneda corriente y la libertad, una barrera muy finita.

 

"Vivíamos una realidad que nos oprimía. La eterna búsqueda de salirnos de esa prisión fue la que nos llevó a pensar en una soberanía alimentaria, en no depender de nadie para poder sobrevivir. Somos de Quilmes, plena ciudad, asfalto, edificios, colectivos; por lo que no conocíamos nada de la vida en el campo. Mi mamá fue quien me sugirió hacer una tecnicatura en apicultura y así comencé con esta hermosa profesión. Maite siempre me siguió y el primer lugar adonde fuimos a trabajar fue a Bragado, en la zona rural bonaerense, con unas colmenas que conseguimos", recordó el hombre.

 

Maite aseguró que lo que sentían esos dos jóvenes hace casi 30 años atrás era que "la ciudad nos tenía limitados y, a pesar que habíamos nacido allí, nos sentíamos foráneos. En ese primer campo que nos prestaron aprendimos cómo hacer huertas y la manera en la que se crían los animales de producción. Así fue que un veterinario nos regaló una vaquita que iban a sacrificar. Ese fue nuestro primer contacto con los vacunos", contó y añadió que ese fue el momento en el que empezaron a ordeñar y a conocer cómo hacer productos derivados de la leche.

 

 

La organización como base de todo

 

Nunca dejan de aprender técnicas relacionadas con la supervivencia y la soberanía alimentaria, pero ahora consideran que ya es tiempo de salir, de abrirse a la comunidad. Esa tarea comenzó fuertemente en 2015, luego de las inundaciones de aquel fatídico 1º de marzo. En la actualidad quieren armar una asociación vecinal para conocer las necesidades de quienes los rodean y, a la vez, compartir sus conocimientos en biodinámica y en producción en general. "De manera comunitaria hemos comprado dos destiladoras. Nosotros tenemos las aromáticas para producir aceites esenciales y comercializarlos. Además, queremos producir alimentos entre varios para que la gente de la zona no tenga que salir a comprar afuera. Y pretendemos que lo que tengan que comprar sea a un precio módico", se entusiasman a dúo.

 

Los Oliveira agregaron que uno de los proyectos más concretos que tienen es producir harina de trigo y de centeno integral. Pero, sobre todas las cosas, la aspiración máxima es vivir en paz, en contacto con la naturaleza, sin ataduras, liberados de las presiones cotidianas. Con un estilo 'muy puntano', lejos de aquellos años en los que sentían la opresión de la gran ciudad.

 

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