13°SAN LUIS - Jueves 25 de Abril de 2024

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El día después de mañana

Pensadores y analistas puntanos de la cultura, la medicina, el arte y el deporte cuentan cómo imaginan el planeta tras el hecho más trascendente, imprevisible e invisible de lo que va del siglo.

Por Miguel Garro
| 21 de abril de 2020
Foto: Nicolás Varvara.

Si hay algo que en estos días parece claro para el futuro de la humanidad es que el coronavirus dejará un mundo diferente, como sucedió con los grandes acontecimientos de la historia. Cuando el 11 de setiembre de 2001 las torres gemelas se derrumbaron ante la acción terrorista de dos aviones y con los ojos del planeta como testigos, la sensación inmediata fue la misma, pero por entonces los hechos eran más concretos.

 

Muchos analistas de la situación actual, entre los que se encuentra el presidente de la Nación, Alberto Fernández, señalaron que el enfrentamiento ante un “enemigo invisible” es una de las condiciones que agravan la pelea. En la gran mayoría de los hechos que marcaron una era el punto a vencer fue mucho más real, más allá de las otras dificultades que ofrecía.

 

 

 

 

El optimismo que evidencian algunos de los pensadores empuja acreer que la población mundial no solo saldrá fortalecida de la pandemia, sino que además hará que los seres humanos como individuos sean mejores. Lo que parece innegable es que en adelante los cambios serán tan evidentes y tan variados que abrazarán la manera de relacionarse, de divertirse, de trabajar; en definitiva, de vivir.

 

Para el psiquiatra Agustín Clavería, un cordobés de 46 años que hace 16 vive en San Luis y es profesor en la carrera de Psicología de la UNSL, la tecnología ocupará un lugar central en el desarrollo próximo. “Para bien o para mal, las relacionas humanas estarán atadas a eso”, dijo el profesional, quien proyectó que plataformas como Netflix y Spotify para el entretenimiento y WhatsApp para las comunicaciones tendrán un rol clave.

 

El miedo al que está sometido buena parte del planeta es comprensible, según cree Clavería, quien ocupa su labor médica tanto en la faz pública como en la privada. Para él la gran cantidad de información que recibe el ciudadano común sobre la pandemia hace que se active de inmediato uno de los dos instintos básicos que tiene el cerebro: el de la supervivencia, donde está el registro de las amenazas, y el de la procreación.

 

 En su visión futura, el psiquiatra proyecta que habrá en adelante muchos casos de estrés postraumático y de agorafobia que tratar en la población mundial. “Ya estamos viendo que hay mucha gente con miedo de salir a la calle. Eso es una demostración de que nos va a costar mucho recuperar la sociabilidad”, sostuvo el médico. Por su trabajo, María del Sol Uría está en contacto con la parte artística, de inclusión social y solidaria de la comunidad. Es directora de la Casa del Poeta, responsable de coordinar el plan social del Gobierno y de trabajar con los merenderos, todo en Merlo. “El día después de la pandemia nos afectará en la medida del impacto que nos deje tanto colectiva como individualmente: si hay  muertes en nuestro territorio, si pudimos vencer o atenuar a este enemigo”, sostuvo la artista.

 

También relacionada al mundo de la meditación y del yoga, Uría imagina un mundo futuro en donde los códigos de distancia y espacio personal de un metro estén definitivamente establecidos. Más allá del límite de mi cuerpo, el espacio se extiende un metro más y nadie lo invade. Eso en mí ha generado un impacto enorme”, relató a la vez que dijo que por sus trabajos está en constante contacto con la gente. El primer hábito que cambió en ese punto en la vida de la funcionaria fue el modo de saludar, “con la mirada, pero desde el alma, llevando una mano al corazón o ambas al pecho”, refirió.

 

 

 

 

El impacto directo del coronavirus fue, lógicamente, en la salud de la población y en sus ciencias cercanas, como la Medicina. La primera gran duda que surgió fue si el sistema mundial estaba preparado para semejante aluvión. Marcelo Riera, exministro de Salud de la provincia y profesor universitario, tiene una respuesta clara: “Por supuesto que no”.

 

Pero para el médico, que fue columnista en los inicios de esta revista, lo peor es que la COVID-19 atacó a un mundo que tampoco estaba listo para dar una réplica rápida a su accionar en ningún ámbito. “Las otras esferas estuvieron sin reacción ante la pandemia y, peor, la subestimaron, algo fue nunca puede hacerse ante lo desconocido”.

 

El costado positivo de Riera está en las enseñanzas que dejará la enfermedad. “A partir de eso sabremos que no hay sistema sanitario que esté preparado para algo similar; que las crisis ya no tienen una sola arista sino varias, como esta que abarcó lo social, lo cultural, lo económico y lo político; y que los seres humanos vamos a tener que comenzar a utilizar lo que tenemos a mano para salvarnos”.

 

Con la advertencia de que “el virus llegó para quedarse” y que la población mundial tendrá que aprender a convivir con la enfermedad como vive con la diarrea, con la gripe, con la neumonía, con el zika y con el dengue, el médico avizora que el replanteo medicinal debe ser convivir con las enfermedades nuevas y con aquellas que desaparecieron y se prevé que regresarán: “No entender eso es no entender el mundo”, advirtió.

 

Otra arista futura que halla el médico es el cambio en el sistema de salud, al que intuye más descentralizado y en una suerte de mixtura entre lo público y lo privado. Las declaraciones del exministro para esta nota fueron hechas unos días antes de que el Gobierno empiece a evaluar la utilización de camas del sector privado para los enfermos.

 

Como en muchos casos, la cuestión es el financiamiento. “Seguramente va a haber una suerte de low cost en la que tendrán que intervenir bancos digitales. En realidad, la capacidad de resolver un problema de salud lo tiene la población, pero va en torno a las cuestiones económicas; entonces el desafío es hacer un modelo barato, participativo, ajustable y no supeditado al mercado sino al servicio, que hoy quedó en tela de juicio”.

 

Finanzas globales

 

Gabriel Marco es un escritor nacido en San Luis que hace varios años reside en Córdoba, donde da divertidas charlas sobre sus escritores favoritos, como Jorge Luis Borges. Para él, el mundo después del coronavirus es una pregunta abierta y, a la vez, una oportunidad de cambio. “Están quienes auguran el fin del capitalismo tal como lo conocemos pero yo soy bastante escéptico en este sentido y creo hay algo de voluntarismo y de buenas intenciones en estas expresiones”.

 

El autor recuerda que el capitalismo resistió a todas las pestes y continúa con su escepticismo. “El coronavirus no hará lo que deben hacer los hombres y a menos que haya una toma de conciencia global y luchas efectivas en este sentido, los poderosos no resignarán los privilegios que este sistema les permite”.

 

Al respecto, el psiquiatra Clavería dice que la mayor preocupación a futuro no debería ser el virus sino las consecuencias económicas y sociales que propagará. Y proyecta un mundo de negocios en el que aquellos que no se adapten a las nuevas tecnologías desaparecerán sin dejar rastros. “Ya se ve que los comerciantes que no vendan por internet tendrán pocas chances de sobrevivir”, afirma el psiquiatra.

 

Para Marco, la desinformación es otro de los factores que influye en la creencia errada. “Las masas y la clase trabajadora internacional se encuentra adoctrinada por los medios de comunicación hegemónicos y por los sistemas educativos desde hace décadas, según parece. El dogma ideológico neoliberal ha calado muy hondo en el subconsciente de la gente que piensa que este mundo es el mejor de los mundos posibles”.

 

 

 

 

Pero como todos, el autor también deja algún lugar a la esperanza. “Hay muchos hechos recientes que alimentan la posibilidad de algún cambio, pero la realidad demuestra que las modificaciones estructurales son mínimas y a veces nulas. Se precisa un cambio de conciencia global y de una lucha internacional coordinada de la clase trabajadora y de la opinión pública que aseste un golpe efectivo a los centros de poder”.

 

La cuestión de la comunicación aparece como otro punto decisivo para definir el mundo futuro. La desinformación de la que habla Marco puede coincidir en algún punto con la exagerada cantidad de noticias que se consumió por la pandemia que señaló Clavería, quien aclaró que en la cuarentena las comunicaciones más usadas fueron con una computadora y no entre seres humanos, aunque en momentos de crisis la interrelación fuera válida. “Hubo gente que hizo videollamadas con parientes cercanos que vivían en otros países con quienes hace meses no hablaban”.

 

Posiblemente, resume el psiquiatra, hacia eso se dirijan los nuevos tiempos y, otra vez, vislumbró que serán los millennials quienes mejor se adapten, con las dificultades que tendrían los mayores de 40 para vivir en ese mundo.

 

En medio de esas posturas, se cuela la posición médica de Riera, para quien el desafío en su área será aprender a comunicar. “El sistema de salud informa muy mal, es por eso que tenemos que tejer alianzas con personas que nos ayuden”, sostiene y pone a modo de ejemplo que el lavado de manos tiene un día específico declarado por la Organización Panamericana de la Salud, pero la pandemia desnudó el hecho de que hay gente que no solo no se lavaba las manos, sino que quienes lo hacen ni siquiera sabían cómo hacerlo correctamente.

 

“Otra de las cosas que van a cambiar tras el coronavirus es la forma de investigar que tenemos los médicos. Antes, esperábamos la publicación de los estudios para ver cómo encarábamos la cura; esta pandemia nos obligó a producir evidencia a medida que transcurre, a tomar decisiones mientras avanza la enfermedad”, agregó Riera.

 

¿El show va a continuar?

 

Es claro que la industria del entretenimiento será una de las más afectadas en el mundo pos COVID-19. En cualquier etapa de la progresión, el público tendrá una renovada visión de la diversión y, por ende, de los vínculos sociales. “Va a costar que la gente vaya a lugares donde haya personas a las que no conoce; por eso, los bares tendrán que reformular su concepto de negocios”, afirma Clavería.

 

José Alfredo Miranda es el creador de la productora Berrakera, organizadora de festivales, fiestas y recitales que recibieron a mucha gente en el último año. Es también uno de los gestores culturales más jóvenes, sino el que más, de la provincia. Esa jovialidad le permite tener una visión más bien optimista del porvenir que le hace imaginar un mundo mucho más empático y responsable.

 

“Creo que el mundo ha reflexionado sobre la necesidad de dejar de pensar tanto en las modas para empezar a hacer lo que a uno realmente le gusta”, señala el joven, quien prepara nuevos planes de emergencia para seguir adelante con su productora.

 

 En un extremo más masivo de eso que se llama entretenimiento está la industria cinematográfica. “Como el 99 por ciento de la producción de nuestro negocio está en Estados Unidos, uno de los países más afectados por la pandemia, parece claro que hay mucho por reformular”, informa Mercedes Condorí, la gerente de Cinemacenter San Luis y desde noviembre encargada de Relaciones Humanas de la empresa a nivel nacional.

 

 

 

 

Para ella, el corto plazo indica la pérdida de las vacaciones de invierno (cree que los cines pueden estar abiertos entonces, pero no trabajarán con todas las entradas vendidas, como un método de prevención); y el largo, posiblemente,  agujero de contenidos que se vislumbrará dentro de dos años aproximadamente debido a que por estos días todos los rodajes del mundo están frenados.

 

El levantamiento de “Minions 3”, el estreno que se asomaba como el gran tanque del año, es todo un mensaje que la industria lanzó al mundo y que había tenido un guiño anticipatorio cuando decidieron posponer “Trolls”, otra animación ATP, prevista inicialmente para Semana Santa.

 

Condorí y Miranda coinciden en que la creación de conciencia es uno de los valores que las industrias del entretenimiento deberían empezar a registrar en su libreta de anotaciones pospandemia. “De todos modos es difícil si se tiene en cuenta que la mayoría de la gente descubrió gracias al coronavirus que se lavaba mal las manos”, resume Mercedes, quien recuerda que cuando la gripe aviar sorprendió al mundo hace una década, en los cines puntanos hubo personas que no aceptaron las recomendaciones de sentarse butaca de por medio.

 

Como es el mundo entero el que quedó atrapado por la maraña virósica, no hay sector del universo ajeno a la propagación. De allí la posibilidad concreta de que el planeta se encamine, complicado y aturdido, hacia una nueva era. Muchos ciudadanos empezaron a tomar real dimensión de la gravedad de la situación cuando empezaron a suspenderse los acontecimientos deportivos que, más allá del entretenimiento, sugieren un negocio formidable.

 

La suspensión de la NBA, de los Grand Slam de tenis y de la Champions League en plena competición retumbaron con fiereza en el espectador medio. “Cuando esos deportes vuelvan, algo que va a ocurrir muy lentamente, va ser sin espectadores, al menos por un tiempo”, percibe José Pepe” Franzi, histórico base de GEPU y actual DT del primer equipo de básquet.

 

Estudioso del deporte (aprovechó la cuarentena para seguir ligado al básquet a través de videos),  Franzi es de los que anotan en el costado positivo de la lista. “La humanidad tiene que sacar provecho de estas experiencias, si no será tiempo perdido”, dice y utiliza una metáfora deportiva para analizar lo que se viene: “Es tiempo de parar la pelota y que la gente empiece a reflexionar sobre si le interesa o no su salud o que el mundo siga andando a pesar de todo”.

 

Uría sostiene que la crisis plantea el desafío de ordenar las salidas. “El hecho de preguntarnos cómo nos adaptaremos a lo nuevo es algo maravilloso, pero tendremos que aceptar las reglas. Es muy fácil seguir normas que nos satisfacen, pero ya vemos que cuando la autoridad nos pide algo que no nos gusta, ahí nomás queremos cambiar la realidad y el alto de los Comechingones”, desliza con su característico sentido del humor.

 

Palabras finales

 

En la mezcla de mujer de negocio, madre de familia y vendedora de magia que con los cines es Condorí, una de sus frases se acomoda a la perfección al nuevo ideario mundial. La ejecutiva dice que el mundo después del coronavirus no se podrá fraccionar ni segmentar porque la pandemia es algo que involucra a todos. “Las soluciones también”.

 

En la misma vereda, Miranda cree que las nuevas ideas que surgirán en el mundo le darán vida a todos los ámbitos, con base en una realidad irrefutable: “Ahora estamos todos en las mismas condiciones. Tanto en España, como en Argentina, como en China vamos a arrancar de cero una vez que pase todo, más o menos al mismo tiempo. Eso puede generar nuevas alternativas y, fundamentalmente, va a hacer que sean muchas las voces que convivan a la vez”. Una forma específica de aprovechar la globalización.

 

Más entrometido en los temas médicos, el pensamiento de Riera conecta algunos hilos con el del productor. Para el profesional, es indispensable que los gobiernos hagan estrategias entre regiones, países y continentes para apaciguar las crisis de salud. “El mundo tiene que comprender de una vez que lo que le pasa al de al lado me puede pasar a mí. A partir de ahora, cercanía puede ser lejanía”.

 

Con la misma letalidad que resquebrajó el sistema de salud, el virus –según el galeno- vino a quebrar el sistema político en cualquiera de sus expresiones. “La fractura en torno a la confianza es total, el descontento de la masa empresarial es fuerte y si no hay una fuerte autocrítica por parte del sector político, la idea del salvarse solo seguirá prevaleciendo”.

 

Si Riera engloba a todo el arco dirigencial en ese futuro, Marco tiene un señalamiento más hacia la derecha, con Donald Trump, Jair Bolsonaro, Andrés Manuel López Obrador y Sebastián Piñeira  como responsables de decisiones desacertadas, al menos en el inicio de la pandemia. “Más allá de las características novelescas, distópicas, y de las teorías conspirativas (que son bastante plausibles por otra parte) podemos tomar esta crisis como una oportunidad para aprender y cambiar, o no aprovecharla y todo habrá sido una pérdida de tiempo y vidas”.

 

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