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Comenzó a fabricar tapabocas a pedido y montó un negocio

Por la pandemia, Ayelén Barroso tuvo que cerrar su escuela de oficios y se había quedado sin ingresos.

Por redacción
| 29 de abril de 2020
Reinvención exigida. Ayelén Barroso debió dejar de dar clases de costura por la cuarentena. Ahora hace barbijos. Foto: Marianela Sánchez.

Para Ayelén Barroso reinventarse fue una exigencia por necesidad y urgencia. Lejos de haber deseado el cierre, por el advenimiento de la pandemia, de la escuela familiar de oficios que inauguró hace poco más de seis meses, la joven diseñadora debió ingeniárselas para subsistir y lo logró. A partir de la fabricación de tapabocas a pedido de familiares, conocidos y hasta de instituciones de salud pública, generó un emprendimiento que en la actualidad representa un ingreso económico en plena emergencia sanitaria.

 

“Es exclusivamente para solventar gastos, todos los días producimos tandas de quinientos barbijos y nos lleva prácticamente todo el día. Son furor porque los piden con estampas de diferentes diseños, hay muchísima demanda”, dijo Barroso con sorpresa y entusiasmo. Las mascarillas que hasta marzo eran una indumentaria casi exclusiva para el personal sanitario, en la actualidad representan un medio para ganar dinero y mantener los gastos de “Workshop San Luis”, la escuela que tiene junto a su padre, Walter Barroso, especialista en refrigeración.

 

“Con otros profesores de distintos oficios decidimos juntarnos para dar talleres en un solo espacio físico. Así fue que en septiembre del año pasado alquilamos un local sobre la calle Mitre para dar cursos de costura, refrigeración, estética y uñas esculpidas. Pero con la llegada del coronavirus y el aislamiento social tuvimos que cerrar”.

 

“Como los gastos continuaban corriendo y nosotros sin trabajar, empezamos a dar clases a distancia con tutoriales. Sin embargo, como muchos oficios son prácticos, hubo alumnos que desistieron porque no les era cómodo y otros, además, se quedaron sin trabajo y sin la posibilidad de continuar con el pago de las cuotas mensuales”, explicó la diseñadora de 29 años. Ella en poco tiempo aprendió a confeccionar barbijos con diferentes y atractivas estampas.

 

Más allá del rédito económico que le genera su nueva actividad laboral, en la que vuelca sus conocimientos, otra de las sorpresas que se llevó la joven fue que su trabajo llamó la atención del Centro Oncológico que funciona en  Puente Blanco, sobre la Avenida del Fundador, en la ex Residencia Oficial de gobernadores. La institución sanitaria le encargó una tanda de mascarillas que realizó con gusto.

 

“Me contactaron en los primeros días de la cuarentena y me   preguntaron si podía hacerles barbijos para el personal y también para la gente que se atiende en la clínica. Con eso y cuando ya se nos hizo insostenible el mantenimiento de la escuela de oficios, se nos ocurrió que por la buena repercusión que tuvieron los tapabocas quizás era buena idea comenzar a venderlos. Desde ahí no paramos. Hasta utilizamos las telas que teníamos para que practicaran los alumnos porque no conseguimos el material”, indicó Ayelén, quien consiguió extender su negocio tras asociarse con una especialista en moda, que amplió el nicho de potenciales compradores.

 

Para la chica, confeccionar barbijos de calidad y de “alta costura” no fue el único aprendizaje nuevo, sino que ingresó además al mundillo audiovisual al comenzar a producir y editar tutoriales para la escuela de oficios que dirige, una tarea que también replicaron los demás profesores.

 

“Junto con las clases a distancia, los videos fueron un gran desafío porque, al ser tareas prácticas, tuvimos que ser muy didácticos en los tutoriales que les enviamos por mail a los alumnos”, sostuvo.

 

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