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Armó su casa y escribió su historia alrededor de un naranjo añejo

Hace más de dos décadas, Braulio Colucci construyó una galería y conservó el árbol, que tiene entre 80 y 90 años. Las ramas se asoman por el techo del hogar del barrio Aviador Origone, en Villa Mercedes.

Por redacción
| 29 de mayo de 2020
Postal única. El árbol mide entre 6 y 7 metros, aún da frutos y sobresale en el frente de la casa de calle Italia.

 

A Braulio Francisco Colucci las piernas le pesan y los pasos ya no le resultan tan fáciles como antes. En el frente de su hogar del barrio Aviador Origone, un viejo naranjo también se sostiene de pie pero sin el vigor de otras épocas. El hombre escribió su propia biografía al lado de un árbol que asoma sus ramas por el techo de su casa y que durante décadas dieron frutos jugosos pero que de a poco ha empezado a morir.

 

La historia de cómo "Lito" (así le dicen sus afectos) cuidó al ejemplar a lo largo de 26 años es una muestra de que la naturaleza y el ser humano pueden coexistir sin hacerse daño. "Mi objetivo era que el progreso material no matara a lo natural", sentenció.

 

En 1994, el exdocente recibió un crédito hipotecario para comprar una vivienda. "Esta fue una de las primeras que vi. No estaba en muy buenas condiciones, pero lo que me sedujo fue la planta de naranjas que tenía en el frente", recordó quien fue profesor en la escuela "Industrial" durante casi cuarenta años y se jubiló en 2012.

 

 

“Mi objetivo era que el progreso material no matara a lo natural, sino que pudieran convivir ambos". Braulio Colucci

 

 

Él y su esposa Cledy Raquel Domingo terminaron por adquirir el inmueble que se asienta sobre la calle Italia, entre Arenales y Santa Fe. "La empecé a modificar. Transformé un dormitorio en un living, cerré puertas, abrí ventanas. Y el árbol estaba ahí", contó.

 

En esos proyectos de ampliación apareció la idea de hacer una galería en el jardín delantero de la vivienda, pero después de ahorrar bastante, a Colucci le costó trabajo encontrar un albañil que estuviera dispuesto a construir con su requisito: conservar el ejemplar.

 

"Me decían que estaba loco. Hasta que conseguí un hombre ya jubilado, de apellido Aguilera, quien me dijo que sí. Acordamos el precio y se hizo", rememoró. A él le tocó la otra parte de la obra, que consistió en poner las baldosas del piso y asegurarse de dejarle espacio a las raíces para que absorbieran los nutrientes de la tierra.

 

Desde entonces, la familia puede disfrutar de sentarse a tomar aire o mates bajo el techo de tejas, mientras que el tronco se abre paso hacia el cielo por un pequeño hueco cuadrado.

 

Braulio no tiene datos precisos sobre el ejemplar. Calcula que mide entre seis y siete metros de altura y que tiene una existencia de entre 80 y 90 años, quizás un poco más, según los dichos de los antiguos dueños de la casa.

 

Su producción no siempre fue igual. En algunas temporadas otorgaba muchas naranjas de tamaño pequeño, mientras que otras veces daba pocas pero muy grandes. Las frutas se volvieron parte de la cotidianeidad de los Colucci, quienes las usaban para consumo propio, para hacer dulces o para dárselas a conocidos. El respeto que le tuvieron al árbol aparentemente fue retribuido. Nunca tuvieron inconvenientes con la infraestructura de la casa, ni las hojas se volvieron un dolor de cabeza durante el otoño.

 

"A la mañana cuando me levanto, especialmente ahora que estoy en estado de reposo, me abrazo a la planta y le pido que me dé energías, que me reponga, que me dé fuerzas y salud. Y me siento bien", reveló.

 

 

El hombre compró la casa en 1994, seducido por el frondoso árbol que tiene en el frente.

 

 

Sin embargo, desde hace dos años "Lito" empezó a notar que algo le pasaba al naranjo. Después de algunas fumigaciones y una poda fallida, advirtió ciertas manchas blancas y las ramas dejaron de cargarse de la forma en que lo hacían antes.

 

Por eso, contrató a un fotógrafo para hacer una buena toma de su árbol antes que se seque y pretende hacer un cuadro grande para colgar en su quincho, como recuerdo de un compañero que, a pesar de estar inmóvil, siempre le regaló frutas deliciosas y un perfume a azahar en primavera.

 

Braulio y su esposa también dieron sus frutos: tuvieron tres hijos, quienes hicieron florecer cinco nietos. Ahora, Cledys lucha contra la diabetes, el EPOC y la tiroides, y él trata de sostenerla. "Aún le pido energías para seguir andando porque mi cuerpo ya se está desgastando bastante. Pero es la vida, es mi destino. Quizás nos estemos acercando al momento de partir", dijo el hombre de 69 años.

 

 

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