14°SAN LUIS - Jueves 25 de Abril de 2024

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“En nuestra sociedad las emociones tienen mala prensa”

La especialista en educación emocional explicó a Cooltura la ventaja de saber implementar la inteligencia emocional en la vida diaria y la importancia de tratarlo en escuelas, empresas y en la familia.

Por redacción
| 13 de julio de 2020

Adela Sáenz Cavia es especialista en educación emocional, una disciplina de la que se conoce poco, pero que, sin embargo, está muy presente en nuestra vida diaria. Aprender a reconocer las emociones y saber cómo manejarlas nos lleva a lograr mejores resultados tanto en una familia, en un trabajo o en dinámicas grupales, aseguró la profesional, también periodista del diario La Nación y directora de Red Communia.

 

En una charla con Cooltura, Sáenz Cavia explicó de qué se trata la disciplina que hoy incluyen en la currícula de las escuelas y cada vez en más empresas; y por qué es fundamental saber gestionar las emociones, un proceso largo y permanente que se realiza a lo largo de toda la vida.

 

 

—¿De qué se trata la inteligencia emocional?

 

—Lo que nos pasa en esta sociedad es que las emociones tienen un poco mala prensa. Entonces los que trabajamos en educación emocional sabemos que esto tiene que ver con recuperar el valor que tienen las emociones y aprender a gestionarlas, y partimos de la idea de que todas las personas tenemos emociones, todos somos emocionales. Aprender a reconocer las emociones que sentimos, relacionar esa emoción, el autoconocimiento, saber qué cosas me enojan o me hacen descarrilar, qué personas, qué situaciones, estar atentos a este universo emocional es parte de la inteligencia emocional. ¿Cómo hago para ponerle nombre? Somos binarios, dividimos todo entre el bien y el mal y así nos perdemos una cantidad de matices que tienen que ver con lo que sentimos. Hay seis emociones básicas más o menos identificadas, que son las que podemos ver en la película “Intensamente”. Pero en verdad, hay más de 300 emociones descritas en el idioma español.

 

 

—Estuviste dando una charla virtual en San Luis y hacés conferencias sobre estos temas. ¿Cuáles son los principales contenidos y qué es lo que más te consultan?

 

—En San Luis particularmente hablamos más desde los líderes, porque cualquier persona que tenga un rol de conducción tiene una responsabilidad mayor en ayudar a sus equipos a aprender estas cosas y a conducir emocionalmente. Lo mismo sucede con una mamá o un papá con sus hijos, nosotros a las emociones las aprendimos por modelaje, de chiquitos, viendo a tu familia, a tu entorno, sobre cómo responden frente a determinadas situaciones. Cada vez más escuelas dentro de las grillas están teniendo horas dedicadas a la educación emocional.

 

 

—¿En tu carrera sentiste ciertos prejuicios por parte de la sociedad al enfocarte en las emociones?

 

—Yo lo comparo con el tema de los gimnasios. Hace veinte años no había la cantidad de actividades físicas que hay hoy. Las personas nos fuimos dando cuenta que nos hace bien. Lo mismo está pasando con esto. Nosotros lo llamamos gimnasio emocional. El concepto emocional empezó en los años 70, hace poco, y muchos menos años hace desde que se empezó a estudiar científicamente. Hay mucha evidencia científica, información, cursos. Hay gente que la promueve más activamente. Más que prejuicio me pasó de encontrarme con mucho desconocimiento. Al ir a las empresas me miraban raro. Ahora todas están pensando en tener programas para trabajar con sus empleados sobre esto. Las emociones tienen un poco mala prensa, pero si no tuviéramos emociones no podríamos hacer nada, es el botón para la acción, lo que nos moviliza. No hubiéramos sobrevivido como especie sin emociones.

 

 

—¿Cuáles son los primeros pasos a la hora de reconocer y gestionar emociones?

 

—Es necesario parar, reflexionar y tomar el mejor curso de acción. La gestión emocional es la alianza de la emoción instintiva con lo cognitivo. No es tan fácil. Hay que leer las señales del cuerpo. Por ejemplo, sentís que te estás bajoneando, llamás a una amiga, o salís a hacer una actividad que te guste. Es fundamental darnos tiempo para sentir las emociones. Reconocer, aceptar lo que estamos sintiendo. Es difícil que uno pueda gestionar una emoción si ni siquiera acepta que la tiene. Cuando uno trata de controlar la emoción lo que sucede es que la niega. En la medida en que empezamos a validar esto que sentimos empezamos a sacarlas afuera de una manera más ordenada. La emoción te la puede disparar cosas que ni siquiera te pasan a vos. El intercambio con otro es importante, cuando hablamos nos damos cuenta que la otra persona está pasando por algo parecido. Uno se siente mejor al compartir lo que sentimos, por eso trabajamos mucho desde lo comunitario, esa idea se alivia.

 

 

—En los primeros años de la infancia los niños deben aprender las emociones, cómo reconocerlas y manejarlas. ¿Sucede lo mismo con los adultos a lo largo de toda la vida?

 

—La definición de educación emocional es un proceso continuo y prolongado. Es un proceso de toda la vida. Toda la vida podés aprender sobre vos mismo y sobre tus emociones. Los chicos chiquitos son mucho más espontáneos, hay que aprovechar eso para validar las emociones. Cada uno tiene su micromundo y sus duelos son diferentes. La emocionalidad con los adultos es un poco volver a tu historia, a tu infancia.

 

 

—¿Hay algunas pautas para llegar a manejarlas de manera óptima?

 

—Lo que nosotros llamamos la autonomía emocional, no estar esperando que las buenas noticias vengan de afuera. Lo que buscamos con la autonomía emocional es que seamos nosotros los generadores de cosas positivas, hacer lo que nos gusta, lo que no dé placer. Encontrar los momentos y descubrir lo que nos genera emociones positivas. Hacer cosas que están asociadas con generar bienestar, estar en calma, hacer actividad física. Las emociones y el cuerpo están muy relacionadas: emociones, pensamiento y cuerpo. Esas tres partes son fundamentales que estén jugando juntas. Tenemos la concepción de que o sos emocional o sos racional, como si fuera contradictorio, pero todos tenemos las dos cosas.

 

 

—¿Cómo influyó en la gestión de las emociones el contexto de pandemia?

 

—El coronavirus si hay algo que nos trajo es la posibilidad de hablar de lo que sentimos. Es un tema medio tabú. Hablamos poco de lo que sentimos. La cuarentena, por tantos días de encierro, dificultad económica, etc, nos ha mostrado vulnerables y está bien porque somos vulnerables. Es importante reconocer a veces que no podemos más, que estamos angustiados, que tenemos miedo frente a lo que está pasando. Esto abre las puertas a generar emociones más positivas.

 

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