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Dolor en época de pandemia: el drama de no poder decir adiós

María Eugenia Videla perdió a su madre; Fernando Quiroga, a su padre. Por la cuarentena, ninguno pudo llegar a tiempo para despedirse. 

Por Ayelen Anzulovich
| 23 de agosto de 2020
Recuerdo. Una de las tantas fotos que guarda con cariño Fernando Quiroga, de Villa Mercedes, quien perdió a su papá durante el distanciamiento. Foto: gentileza.

Sin duda el protagonista de este año es el coronavirus, pero detrás de esta pandemia hay miles de historias de familias que perdieron a un ser querido y no pudieron despedirse. Este es el caso de María Eugenia Videla y Fernando Quiroga, quienes le contaron a El Diario cómo fue atravesar ese doloroso momento. 

 

María Eugenia tiene 36 años y hace más de 20 que vino a estudiar a San Luis. Hoy es licenciada en Psicología, está casada y tiene dos hijos, Paloma y Alejo, de 13 y 12 años. Desde el 9 de agosto realiza la cuarentena en el hotel Sierras de Juana Koslay, ya que a fines de junio viajó a Mendoza de urgencia porque Ana Videla, su mamá, estaba delicada de salud. Sin dudas nunca imaginó lo difícil que sería llegar a destino.

 

Con la voz entrecortada comentó que su madre empezó a sentirse mal y la internaron. Le hicieron una tomografía, en la cual le salió una mancha, por lo que los médicos le recomendaron realizarse una endoscopía. Los especialistas, para prevenir un posible contagio de COVID-19, decidieron que volviera a su hogar. “Una de mis hermanas la acompañó, porque ella ya no podía hacer nada. Su salud empeoró, ya que tenía muchos vómitos y no retenía los alimentos”, dijo la hija. Y destacó que ella desde acá trataba de agilizar el papeleo con Pami e investigaba qué trámites debía hacer para salir de San Luis.

 

Inicialmente se contactó con el Comité de Crisis por medio de una página en la que se gestionan los ingresos y egresos. “Me preguntaron cuál era el motivo por el que yo quería viajar a Mendoza y les presenté los estudios de mi mamá. La única razón que ellos contemplan para autorizar es que sea un caso de fuerza mayor”, destacó la psicóloga. Después de una semana llegó la confirmación que tanto esperaba, el 23 de julio preparó las valijas y partió rumbo a la provincia vecina con la ilusión de ver a Ana.

 

En todo el país hay estrictos protocolos para salir e ingresar a los territorios provinciales.

Como tenía dudas sobre cómo era el procedimiento, se comunicó con la Comisaría 51ª de Desaguadero. Le informaron que había tres encapsulamientos por día para acompañar a los vehículos hasta el puesto limítrofe de Mendoza, uno a las 8, otro a las 15 y el último a las 20. “Decidí viajar de manera particular. Se juntaron cinco autos y empezamos el recorrido. En cada una de las jurisdicciones cambiaba el personal policial”, recordó la puntana por elección, quien por momentos intentaba no quebrar en llanto.

 

Sabía que al llegar a la tierra del sol y del buen vino tendría que hacer la cuarentena, por lo que pidió realizarla en el domicilio de su madre, ya que con el paso de los días su salud se deterioraba. “Los médicos me dijeron que era cuestión de días. Presenté los mismos documentos que en San Luis. Sabía de casos en los que los dejaron”, expresó María Eugenia.

 

El 23 del mes pasado finalmente se enteró que iría a un hotel. Ese mismo día su madre fue nuevamente internada y dos días después murió. “El 25 a las nueve de la mañana me autorizaron a hacer el aislamiento en su casa y ella ya había muerto”, se lamentó.

 

Angustiada por todo lo vivido, contó que sintió un abandono de persona. “En los cuatro días nunca me tomaron la temperatura. Me golpeaban la puerta y dejaban la comida en el piso. Salía y nadie estaba para controlar. Hasta me llamaron del Ministerio de Salud para preguntarme por qué quería ingresar a la provincia. Todo era un chiste”, señaló y recordó que al salir de donde estaba alojada se fue directo al Departamento Rivadavia, donde velaban a su mamá.

 

“Por suerte era feriado y extendieron un poquito el horario. Estuve media hora antes de que se la llevaran. La despedí como pude”, dijo entre lágrimas Eugenia, quien resaltó que la parte más dura fue volver a la casa familiar y encontrarse sola.

 

Desde hace 13 días cumple con su cuarentena en el hotel Sierras. Sola en su habitación precisó que es muy duro atravesar un duelo en aislamiento, pero que gracias a la tecnología se mantiene en contacto con sus hijos y su esposo. “Es lo que me mantiene sana mentalmente. De un día para el otro mi vida se suspendió. No hay trabajo, no elijo qué comer y nadie te habla”, resaltó la psicóloga, quien se armó una rutina de gimnasia y camina una hora por día alrededor de la habitación.

 

 

Otra historia de pesar

 

Fernando Quiroga es de Villa Mercedes, pero actualmente trabaja en una empresa de construcción de San Luis en Pergamino, Buenos Aires. Comentó que antes de la pandemia un fin de semana por medio regresaba a visitar a su familia.

 

Adiós a Ana. María Eugenia, abrazada a su mamá, en una foto de años atrás, junto a su esposo y sus dos hijos.

 

El viernes 30 de julio recibió la noticia que su papá Miguel Ángel había sufrido un paro cardiorrespiratorio. Falleció al día siguiente. “La sensación fue rara, porque con mi esposa no podíamos viajar a San Luis. En un primer momento ayudé a mis hermanos a la distancia, hasta que finalmente pudimos venir”, expresó  Fernando, quien señaló que, finalmente, el 3 de este mes hicieron la cuarentena en un hotel de Las Chacras.

 

“Fue algo inesperado. Por suerte mi mamá y hermanos pudieron despedirse de él. Lo cremaron y no hubo velatorio. La situación fue muy dura”, comentó. Recién el lunes pasado pudo reencontrarse con toda su familia.

 

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