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El doble crimen de El Morro

Rodolfo Garcés y Orlando Gómez aparecieron acribillados a balazos en un profundo pozo. Habían sido detenidos el día anterior.

Por Johnny Díaz
| 09 de agosto de 2020
Versiones. El hecho tuvo dos versiones: la acusación a policías o una venganza por cuestiones "de mujeres".

Una soleada mañana de marzo de 1974, San Luis se vio convulsionado por un hecho policial de características espectaculares que puso en alerta a la Policía y abrió varios frentes en el oscuro mundo del alcohol, la prostitución y la trata de blancas de aquellos años. En la zona de El Morro habían acribillado a balazos a dos hombres oriundos de San Luis y muy conocidos para el mundillo de los excesos y de los delitos.

 

El domingo 10 se presentó ante la doctora Edith Fernández Villavicencio, jueza del Crimen de aquel entonces, el paraguayo Carlos Alejandro Jaros para denunciar que habían intentado asesinarlo y que habían acribillado a balazos a Félix Rodolfo Garcés, de profesión desconocida, y a Manuel Orlando Gómez, transportista, mecánico dental y peluquero.

 

Jaros vivía en el Hotel 17 de la calle Rivadavia (hoy Estado de Israel) de Fermín Domingo Garcés, un dirigente sindical de relativo peso por esos años, decía El Diario de San Luis.

 

Por jurisdicción, la investigación recayó en el juez del Crimen Neils Luján Mejía, de Villa Mercedes, quien dispuso que la división Bomberos procediera a la extracción de los cuerpos que se encontraban en el fondo de un pozo utilizado para almacenar agua, propiedad de Vialidad Nacional.

 

El Diario de San Luis (hoy El Diario de la República) entrevistó al subjefe de Policía, quien manifestó: "Estamos a la espera de mayor información, aunque estaba en condiciones de confirmar que los cuerpos encontrados con varios impactos de bala pertenecían a Garcés y Gómez".

 

La historia dice que Jaros hizo sus primeras declaraciones a una jueza en San Luis y que después fue trasladado a Villa Mercedes, donde ratificó sus dichos en San Luis. Jaros contó —según El Diario de San Luis del 12 de marzo de 1974— que Garcés, junto a Gómez, le ofreció acercarlo a una whiskería en el camino de la Aguada de Pueyrredón, en El Chorrillo, donde le cobraría a Jorge Álvarez, el propietario del local nocturno, una suma de dinero no especificada. Jaros dijo que Garcés le prestó unos 40.000 pesos y se percató que su amigo tenía una suma aproximada a los 800.000 pesos en sus bolsillos.

 

"Poco antes de llegar, nos detuvo un operativo policial que correspondía a un allanamiento. En el auto de Garcés, un Dodge Polara, la Policía encontró una escopeta con el caño recortado, un revólver calibre 32 o 38 y tres cartones de cigarrillos importados".

 

 

 

Jaros y sus ocasionales compañeros de infortunio, junto a un par de mujeres, fueron traslados a la sede de la Dirección de Investigaciones ubicada en la calle Lavalle (hoy Caja Social), "donde después de un interrogatorio, que tuvo una duración de un par de horas, los policías le dijeron que estaba en libertad, pero a mis compañeros no volví a verlos", sostuvo Jaros a El Diario de San Luis.

 

"Me sorprendieron porque me colocaron las esposas y me llevaron en un vehículo hasta un lugar denominado El Descanso, por ruta nacional 7. No paramos ahí, seguimos viaje rumbo a Villa Mercedes pero a la altura de Fraga la comisión policial se detuvo para encontrarse con otro vehículo, a él lo 'pasaron' a ese y al llegar al cruce con la Ruta 148, el móvil policial enfiló para El Morro. Me di cuenta porque vi un cartel que decía 'El Morro 27 kilómetros'", narró.

 

"Hicimos unos 500 metros y los policías comenzaron con el interrogatorio, preguntado en qué andaban Garcés y Gómez. Yo negué saberlo, entonces uno de los policías ordenó que me mataran".

 

"Otro policía —dijo Jaros— me aplicó la pistola en el cuello y disparó. Yo fingí estar muerto, me dieron vuelta y me sacaron el dinero que me había dado Garcés, la cédula de identidad de la Federal y el carnet de conductor", relató y añadió: "Me tomaron de las piernas y de los brazos, me sacaron al patio y me arrojaron a un pozo que tenía más de medio metro de agua y unos 7 de profundidad", según calculaba él.

 

"Me quedé quieto —continuó— hasta que sentí el ruido del motor del auto que se alejaba. Conseguí salir del lugar pese a que perdía mucha sangre y sin volver al camino comencé a alejarme. Cuando había caminado más o menos un kilómetro, vi que llegaban tres autos al mismo lugar. Al rato escuché 13 disparos. Volvieron los coches a arrancar y partieron rumbo a Mercedes. En un rancho cercano logré que me llevaran a esa ciudad y allí alquilé un taxi para volver a San Luis, donde me comuniqué con los familiares de Garcés".

 

Por otros medios, dice El Diario de San Luis, logramos saber que la jueza del Crimen, junto a Jaros y otras personas, se trasladó a El Morro el mismo domingo, confirmando algunos detalles que dio el testigo clave.

 

 

 

Tomó conocimiento el juez Luján Mejía y, desde ese momento, comenzó a actuar la Justicia. Mientras tanto, Jaros volvió a San Luis y quedó en un residencial ubicado frente a la por entonces Terminal de Ómnibus. El jefe de Policía, capitán Roberto Sánchez, dispuso que lo vigilaran y cuidaran tres policías de civil, en tanto un grupo de amigos de los extintos hacía lo propio. Mientras, ordenaba la detención e incomunicación del personal de turno en la calle Lavalle actuante el sábado en la noche, rezaba el matutino.

 

A todo esto, y dadas las connotaciones del caso, la provincia estaba asombrada por el cariz que tomaban los acontecimientos. "La telefonista de nuestro matutino había recibido muchos datos, algunos muy fantasiosos, pero hubo uno que llamó poderosamente la atención en nuestra Redacción. El mismo daba cuenta que Jaros había ajusticiado a Garcés y Gómez en compañía de otros individuos de Córdoba y de  'Coco' Escudero, de Río Cuarto, en venganza por la muerte de un tal Navarro. Jaros tiene pedido de captura de Paraguay y de varios lugares de nuestro país", contaba el matutino en sus páginas.

 

El Diario señalaba: "A unos cinco kilómetros en dirección a El Morro, fue encontrado el auto de Garcés, sin nafta y con las luces prendidas. Garcés está muy golpeado, en las manos tiene huellas de las esposas y presenta numerosos impactos de bala. Gómez tiene los pies atados con alambres y, al igual que Garcés, varios balazos y golpes".

 

El 21 de marzo, poco después de las 15, se realizó la reconstrucción de los hechos. San Luis no salía de su asombro pero la droga, la prostitución, el juego clandestino y, en menor escala, el contrabando de alcohol y cigarrillos aumentaban. Se desarrolló en las cercanías de El Morro, en una casa abandonada de Vialidad Nacional. Se encontraban el juez del Crimen de Villa Mercedes, Neils Luján Mejías, el fiscal de turno, el secretario del juez actuante, el jefe de Policía (RE) capitán Roberto Sánchez, el doctor Guitar, Juan Domingo Garcés, (hermano de Rodolfo), Fermín Garcés, Ricardo Gómez (hermano de Manuel Orlando), vecinos y mucho público.

 

Ante una orden del juez, Jaros, con el cuello sangrante y con algunos apósitos, dando muestra de fuerza y decisión, fue introducido en el pozo aludido y subió sin ayuda apoyando su espalda y sus pies contra las paredes circulares. Esa operación le demandó 11 minutos. Cuando salía, al borde del mismo, lo primero que hizo fue reconocer a Bergallo como uno de los implicados. El juez ordenó de inmediato su detención e incomunicación.

 

Luego, reconoció a Villegas, Lucero y Romero. Todos pasaron a disposición del juez y enviados a la Penitenciaría de Villa Mercedes.

 

Un día después, y pasadas las 14:45, comenzaron a declarar ante el juez tres de los cuatro acusados. Y, a eso de las 19, lo hizo Bergallo, quien había viajado a San Luis y regresado para dar cumplimiento al exhorto.

 

El abogado Ramón Bernardo Quinzio —defensor de Romero, Lucero y Villegas— dijo que el juez había dejado libres de culpa y cargo a sus defendidos, pese a que Jaros, el principal testigo, había reconocido a los cuatro policías como autores.

 

El 26 de marzo, el capitán Roberto Sánchez, jefe de Policía, brindó una conferencia de prensa. Entre otras cosas, dijo: "El día 9 del corriente se realizó un allanamiento en el paraje El Chorrillo y se comprueba el ejercicio de la prostitución. Se detiene un vehículo cuyos ocupantes eran Alejandro Jaros, Manuel Orlando Gómez y Félix Rodolfo Garcés, quienes portaban un revólver 32 largo, una escopeta calibre 16, municiones de ambas armas y tres cajas de cigarrillos introducidos al país por medio de contrabando. Conducidos a la División de Investigaciones, se les toman las declaraciones del caso y se observa en el libro de guardia que ingresaron a las 2 y salieron a las 3:50, conduciendo el mismo vehículo con que fueron detenidos, de lo que existen pruebas por testimonios no solo de empleados policiales, sino también de civiles que se encontraban en esa dependencia".

 

"Jaros manifiesta que le hicieron el disparo de un costado y de atrás, pero olvida que, según las comprobaciones iniciales de su herida, el disparo siguió la dirección contraria a lo que él indica. Jaros dice que se hizo el muerto y que hacía colgar su cabeza mientras era llevado por los tres individuos hacia el pozo de agua. Que tuvo intención de gritar cuando vio que lo levantaban para arrojarlo hacia el interior, pero que no dijo nada. Esto demuestra que quienes intentaron matarlo, según la versión de Jaros, tuvieron la constatación que estaba con vida", expuso Sánchez.

 

"Debo manifestar que si las declaraciones del personal policial no hubieran sido coincidentes en su totalidad, no los hubieran dejado en libertad por el señor juez que interviene en la causa".

 

"Confío en la Justicia de mi provincia. Sé que seguirán las actuaciones hasta las últimas consecuencias y que se utilizarán todos los testigos y elementos de prueba, que permitieron desde un primer momento ser optimista y haber creído y apoyado a mi personal en esta circunstancia".

 

 

 

Sánchez fue consultado sobre si la Policía tenía pruebas de que los policías eran inocentes. "Tengo incontrastables testimonios de que el personal acusado de este doble crimen es totalmente ajeno al mismo".

 

Después dijo: "Los acusados están totalmente libres por falta de méritos, no están procesados y gozan de toda mi confianza. Yo no tengo ninguna duda de ellos. Se los ha querido enlodar, por haberse caracterizado por su lealtad a la repartición. Lo que se busca es deteriorar a la decencia y a los fundamentos mismos de la ley y el orden".

 

Sobre el móvil del crimen, el jefe de la fuerza policial señaló: "Estimo que ha sido una lucha entre bandas. Por eso, Jaros tiene más miedo a la venganza de los elementos del hampa".

 

Consultado sobre si Jaros presentaba alguna lesión de la caída al pozo de 11 metros, dijo: "No tienen ningún rastro. Y eso es lo inverosímil. Según su confesión, cae de cabeza y no se hace nada, a pesar de que el fondo del pozo está sembrado de piedras y troncos, algunos plantados de punta". Y con respecto a cómo subió a la superficie, manifestó: "Se lo hace arrancar desde el comienzo del pozo tubular y más estrecho. No arranca desde el lecho del agua".

 

"Tenemos suficientes pruebas para decir que el doble crimen fue una lucha entre bandas. La investigación que estamos realizando nos permite anticipar que días antes había llegado a San Luis una banda a recoger la participación que en los negocios reclama y, en tal circunstancia, habrían amenazado de muerte a Garcés".

 

 

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