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Agricultura de precisión: a 20 años de la "revolución"

Monitores, GPS y sensores redujeron las pérdidas y favorecieron los rindes. Más tarde fueron la dosificación variable, el banderillero satelital, los cortes por sección y los drones.

Por redacción
| 20 de septiembre de 2020

Hace ya 20 años que irrumpieron en el país las primeras herramientas de agricultura de precisión en las máquinas agrícolas: monitores, GPS y los sensores, que llegaron para brindar información, haciendo más eficientes las tareas de cosechadoras, tractores, sembradoras y pulverizadoras. Y sus beneficios se vislumbraron de inmediato, ya sea por el ahorro logrado en los insumos o porque potenció aquellas áreas de un lote que daban para más y no estaban debidamente explotadas.

 

Dos décadas atrás, cuando un peso valía lo mismo que un dólar gracias a la convertibilidad (que iba a explotar por los aires en poco tiempo), el mercado abierto a las importaciones y los nuevos paquetes tecnológicos que arrojaban rendimientos nunca antes vistos, brindaban oportunidades para invertir en estos “chiches”, que fueron bien recibidos por las mentes abiertas del campo.

 

Primero apareció el monitor de rinde en la cabina de la cosechadora, que hoy ya no es novedad, porque todas las máquinas vienen equipadas con este artefacto desde fábrica. Es difícil que no le interese a cualquier chacarero saber cuánto grano estaba levantando en tiempo real, por lo menos para entretenerse entre pasada y pasada. Ahora bien, qué se hacía con esa información quedaba en cada uno: si la anotaba, si hacía un mapa de su lote o quedaba para el recuerdo.

 

Que una zona rinda más que otra bajo iguales condiciones climáticas y de manejo es sinónimo de mejor fertilidad. Un bajo versus una loma, por ejemplo. Con esa información y la geolocalización se comenzó a sembrar con distinta densidad para aprovechar mejor los recursos y fertilizar de forma variable para potenciar aún más un sitio específico. Pero esto fue algo que llevó diez años más hasta hacerse realidad.

 

Para la siembra, mientras tanto, fueron llegando los sistemas de dosificación variable con su respectivo monitor arriba del tractor. Esto permitía cambiar la cantidad de semilla que se depositaba por surco, por metro lineal. Con la información obtenida a través del monitor de rinde, ya podía variarse la densidad en plena siembra. Poner más plantas de maíz en los sitios de más recursos y menos en las zonas más pobres o con ciertas limitantes, por ejemplo, con el consiguiente ahorro de dinero.

 

Pero ya esto parecía más sofisticado para la época. Por eso, cuando en 1998 se vendieron 150 monitores de rinde, solo una sembradora con dosificación variable era comercializada. Esto hablaba a las claras de que aquella tecnología todavía no se usaba para producir más. Recién para 2008 se compraron cerca de 1.000 equipos de siembra variable.

 

Yendo a la pulverización, o protección de cultivos, la tercera gran labor del manejo en la época de siembra directa, apareció el banderillero satelital. Hasta ese momento era necesario ocupar una persona en la cabecera de los lotes para indicar al operario si la máquina iba derecha. Además del peligro para su salud, se requería más mano de obra.

 

La adopción del banderillero satelital fue veloz. En 1998 se compraron 10 equipos, pero en 2004 ya se vendieron 3.000. Costó incorporarlo porque hasta que no fue más barato que tener un tipo con una bandera, la mayoría no se decidió. Los productores luego notaron la eficiencia de no superponer pasadas, o de no sobreaplicar o subaplicar productos por no ir exactamente derecho, como dicta el GPS.

 

Esos fueron los avances más notables en cada rubro. Después llegó el piloto automático para siembra y cosecha, muy eficiente para no trazar mal los surcos con la sembradora y un descanso para el operario, que no debía ya andar mirando el marcador de la sembradora o el borde de lo que ya se cosechó. Estar descansado amplía las horas que cada hombre puede trabajar. Y eso es eficiencia también.

 

Para 2010 llegaron los cortes por sección en siembra y pulverización. Un dispositivo permite la activación y de-sactivación de los cuerpos de siembra o picos en aquellas situaciones en donde lo que resta trabajar de un campo es una superficie menor al ancho de trabajo de la máquina. Se evita así la sobre-aplicación.

 

 

Por más tecnología que agregue el campo, nunca va a reemplazar a los asesores, que son los que aportan razonamiento y criterio.

 

 

En 2014 aparecieron los drones y las pulverizadoras con sistemas de control selectivo de maleza. Estas últimas tienen un sensor infrarrojo que identifica si hay cultivos intrusos o no, por lo que aplican los agroquímicos solo arriba de ellas, ahorrando una cantidad considerable de herbicida en aquellos lotes no tan atacados. Como toda novedad, está siendo evaluada. Aunque están claras las ventajas, el precio de la tecnología todavía es elevado.

 

Los drones aún no han demostrado demasiada utilidad para los sistemas productivos. Son lindos para recorrer y ver el campo desde arriba. Pero al principio fueron promocionados para formular un mapa preseteado por el productor con los diferentes índices verdes, para detectar malezas o determinar las zonas mejor o peor nutridas de un cultivo. Esto iba a permitir, luego, la aplicación diferenciada de insumos dentro de un lote.

 

Pero para esa tarea, los drones están siendo reemplazados por las imágenes satelitales, que cada vez tienen mayor calidad y se pueden comprar hasta por día. Antes carecían de tanta frecuencia y, sobre todo, eran caras.

 

Estos objetos voladores, sin embargo, tienen terreno para ganar yendo a la acción: podrían pulverizar, fertilizar, sembrar. Será a futuro, aunque ya hay desarrollos incipientes en el país.

 

Pero la tecnología no detiene su avance. Para Andrés Méndez, que siguió desde el INTA todos los progresos en agricultura de precisión desde sus albores, la automatización de los procesos es el punto a seguir. “De todas formas, nunca estaremos ni cerca de reemplazar a los asesores con experiencia. Sí, estos deben usar y comprender la tecnología, pero su utilización sin razonamiento ni criterio solo llevará a que nuevos actores comiencen a entender menos la agronomía”, advirtió el técnico.

 

 

Fuente: Bichos de Campo

 

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