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Aun con menos forraje, no baja la carga animal

Un relevamiento en 67 partidos ganaderos arrojó resultados preocupantes, ya que se prioriza más lo económico que la sustentabilidad. Así, sufren mucho los pastizales.

Por redacción
| 17 de enero de 2021

En el período de diez años, del 2000 al 2010, la Argentina sufrió la sequía más fuerte de las últimas siete décadas. En ese contexto, era esperable que la cantidad de bovinos por unidad de superficie —lo que se conoce como carga animal— también disminuyera, acompañando la menor disponibilidad de alimento. Pero lamentablemente no pasó, todo lo contrario.

 

Un estudio reciente en 67 partidos ganaderos del país mostró que en esos años la producción de forraje cayó, pero la carga de vacunos, en general, aumentó. Este incremento obedeció mayormente a una retención de animales en la misma superficie ganadera. Los investigadores especularon que los productores conservaron la hacienda en pos de mejores resultados económicos, sin pensar que la sustentabilidad de los pastizales podría verse afectada.

 

Gonzalo Irisarri, docente de la cátedra de Forrajicultura de la Fauba, resaltó que en épocas de sequía, como la que ocurrió en todo el planeta en los años 2000 y como bien pudo comprobar San Luis en los últimos tres ciclos otra vez, la producción forrajera en ambientes ganaderos cae notablemente. Esto debería conducir a una reducción de la carga animal en tales ecosistemas.

 

“La teoría y los modelos de simulación coinciden en que la carga animal debería disminuir con la caída de la producción de materia seca. Si bien hay acuerdo en este sentido, lo interesante es que, hasta ahora, nadie lo había puesto a prueba a partir de datos concretos, lo cual representó un experimento natural único. La idea fue estudiar la relación entre la carga animal y la producción de forraje en la Argentina durante la primera década de este siglo.

 

 

 

Y lo pudimos hacer porque, por un lado, en los últimos 20 años nuestro grupo de trabajo progresó mucho en estimar la producción de materia seca a partir de satélites. Por otro, porque para ese período tenemos los datos anuales del número de vacunos en el país, que surge de las vacunaciones contra la aftosa”, señaló Irisarri, quien también es investigador del Conicet.

 

El docente explicó que en el trabajo que publicó en la revista AgriculturalSystems junto con Martín Oesterheld, docente de la cátedra de Ecología de la Fauba e investigador del Conicet, la escala elegida fue el partido o departamento. “Después de un proceso cuidadoso de selección, nos quedamos con los 67 donde se realiza mayormente ganadería vacuna, ubicados en La Pampa, Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe”.

 

“Tal como esperábamos, la producción de materia seca disminuyó prácticamente en todos lados. Pero cuando miramos la carga animal, el resultado fue completamente distinto: aumentó en el 76% de los casos. Este resultado es muy novedoso y nos sorprendió, ya que marcó un verdadero desacople entre la producción de forraje y la cantidad deanimales por hectárea. Evidentemente, otro factor estaba jugando un rol regulando la carga animal, y ese factor fue probablemente el económico”, afirmó.

 

 

Si la soja, como ahora, tiene buen precio, es posible que el productor "amontone" vacas en un espacio menor, lo que implica más carga animal.

 

 

¿Quién tiene la vaca atada?

 

Irisarri sostuvo que las decisiones que tienen que ver con factores como la proporción del área que se destina a agricultura o ganadería y con los precios de los commodities también juegan un rol en la definición de la carga animal.

 

“Si el precio de la soja, por ejemplo, es ventajoso, el productor puede optar por destinar superficie ganadera a la agricultura. En ese caso, según el destino que les dé a las vacas, la carga en el campo podría aumentar, tal vez con efectos negativos sobre otros componentes del ambiente, siempre y cuando no haya otras fuentes de energía en juego”.

 

En tiempos de sequía, los productores pueden optar por suplementar al ganado con distintas tipos de forraje, desde heno hasta pasturas, y esto también incide sobre la carga animal. “En realidad, el análisis puede ser más complejo”, dijo, y agregó que si los precios en el mercado ganadero también fueran convenientes, puede suceder que los productores decidan suplementar a sus vacas o, incluso, aumentar la superficie de pasturas en las rotaciones, lo que moderaría la presión sobre los pastizales. También podría suceder que aunque aumente el área para agricultura, parte de esa agricultura se use para alimentar a las vacas.

 

“Esto es difícil de cuantificar, peroserá necesario hacerlo para, por ejemplo, llevar a buen puerto las discusiones sobre los efectos de la ganadería sobre el calentamiento global, un eje clave en discusiones sobre políticas públicas para tomar mejores decisiones”.

 

Irisarri destacó que durante una emergencia agropecuaria por sequía se deben tomar muchas decisiones, tanto desde lo estrictamente técnico-agronómico como desde lo político, y para ello es fundamental contar con información objetiva y de calidad. “Actualmente, existen tesis de doctorado en marcha y grandes esfuerzos del Ministerio de Agricultura por tener datos sólidos sobre la superficie agrícola y por cultivo a nivel país, y de la producción de materia seca por tipo de recurso forrajero”.

 

“En nuestro trabajo vimos que los 67 partidos o departamentos presentaron una variabilidad enorme en la producción de forraje. Ese es un dato básico para, por ejemplo, que el Estado nacional o los provinciales definan dónde es más conveniente realizar aportes económicos en épocas de sequías intensas. Nosotros entendemos bien los sistemas desde el punto de vista biofísico, pero no desde el político”, afirmó el docente. Por último, Irisarri manifestó que, desde su punto de vista, el sector académico debe impulsar a que la política considere más la información científica que se produce. “Va a ser importante reunirnos para mostrarles nuestros avances. En una eventual emergencia agropecuaria, en vez de hacer que los técnicos de distintas provincias confronten para demostrar a quién perjudicó más la sequía —como suele suceder—, podríamos lograr una mirada común en la que entren en juego algunas de las herramientas que generamos”, finalizó.

 

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