Talabatuka, las melodías del cuerpo

Al ritmo de los golpes secos de las palmas contra los timbales, de los palillos sobre los repiques y redoblantes o de la percusión corporal, el grupo Talabatuka, dirigido por Javier “Javo” Canolik, hace ruido al pie de las Sierras de los Comechingones. Los percusionistas conectan sus cuerpos y tambores en una melodía brasilera, una canción típica del folclore argentino o una creación propia que nace de la improvisación.

Hace dos años se formó el conjunto, surgido del taller de batucada merlino. Está integrado por diez percusionistas de entre 22 y 60 años que toman clases con Javier hace cinco años, cuando llegó a Merlo desde Buenos Aires. Es él quien lleva la batuta de los distintos tambores que convergen en su clase avanzada.

A causa de la pandemia el taller cambió de espacio varias veces, primero estuvo en Casa del Bicentenario y luego en un salón ubicado en el balneario Rincón del Este, pero su espacio de clases preferido es al aire libre. “Si el día está lindo y acompaña, vamos afuera y tocamos en un jardín. Está bueno porque pasa la gente caminando, escucha la música y a veces se sienta a tomar mate mientras tocamos”, explicó “Javo”.

Si bien la técnica y tener los instrumentos adecuados es importante, la unión entre ellos para lograr una armonía es imprescindible. El profesor describió: “Se siente como un imán con los tambores de batucada brasilera, tienen una energía de mucha festividad. Además, en paralelo está el trabajo, nosotros hacemos un montón de ritmos y cada uno tiene movimientos distintos. Hay un laburo muy fino de concentración y después está el disfrute y el goce, que los da la conexión del grupo más allá de la técnica”.

El otro condimento esencial para tocar batucada con los Talabatuka es complementar la percusión con el baile. El vaivén de los pies acompaña a las vibraciones producidas por los golpeteos del tambor pegado al cuerpo.

“Hacemos una música que llega bien adentro del corazón. No hay chance de que no te den ganas de bailar y de moverse, el retumbe y la vibración que produce el tambor sobre uno mismo, sumado al hecho de hacerlo en grupo, generan algo muy lindo”, describió Javier, quien a los ocho años empezó el camino de la percusión con su primera batería.

Para el percusionista, el poder seguir con sus clases y mantener el contacto con los alumnos a través de los tambores fue fundamental en un año donde primó el distanciamiento social. Es por eso que en noviembre abrió un nuevo taller de batucada para principiantes con un límite de hasta diez alumnos y barbijos de por medio.

En los próximos días retomará con las clases en el balneario, los miércoles de 19 a 20:30. El objetivo es que los talleristas que recién comienzan puedan en un futuro sumarse a Talabatuka.

Para comenzar no hace falta tener ningún tipo de tambor, simplemente las ganas de tocar. “Está abierto a todas las edades, desde los 12 en adelante. Yo tengo instrumentos para quienes recién comienzan y la idea es que en un futuro se compren los suyos para poder practicar en sus casas”, complementó.